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Bush trata de contener a Turquía y Pakistán, dos aliados clave de EE UU

Washington ofrece garantías a Erdogan de que Irak no dará refugio al PKK

Antonio Caño

El presidente estadounidense, George Bush, salió ayer desesperadamente al rescate de las relaciones con dos aliados decisivos en la guerra contra el terrorismo. En una especie de carambola diplomática, Bush intentó mantener de su lado a Turquía y Pakistán, con promesas de cooperación al primero para que no invada Irak y con amenazas al presidente paquistaní, Pervez Musharraf, para que "convoque elecciones lo antes posible, cuelgue el uniforme y no interrumpa el curso de la democracia".

Hay días en Washington en los que se escenifica de forma más clara que otros el papel de gran potencia de este país y su complejo entramado de intereses mundiales. Ayer fue uno de esos días. Un día en el que la diplomacia norteamericana, trabajando a tiempo completo, intentaba apagar dos volcanes en erupción que ponen en peligro toda la estrategia estadounidense en Irak y en el conjunto de Oriente Próximo.

Acción militar

George Bush se reunió ayer en la Casa Blanca con el primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, para intentar disuadirle de una acción militar unilateral contra los comandos del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que actúan desde el fronterizo Irak.

Bush prometió a Erdogan que los ejércitos de los dos países estarán en estrecho contacto e intercambiarán información de inteligencia con el objetivo común de poner fin a la actividad del PKK. "El PKK es el enemigo de Turquía, el enemigo de Irak y el enemigo de Estados Unidos", subrayó el presidente norteamericano.

En la misma comparecencia, al lado de Erdogan, George Bush informó de que la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, había llamado ayer por teléfono a Musharraf para advertirle que, aunque es "un firme aliado contra el terrorismo", su decisión de suspender las garantías constitucionales en Pakistán no cuenta con el respaldo norteamericano.

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La propia Rice, en Israel para avanzar en las negociaciones palestino-israelíes, así como el secretario de Defensa, Robert Gates, en China para resolver tensiones en varios frentes, advirtieron que EE UU va a reconsiderar su ayuda a Pakistán como consecuencia de la declaración del estado de emergencia.

La Administración norteamericana gasta actualmente unos 80 millones de dólares (56 millones de euros) al mes en ayuda a Pakistán, la mayor parte dedicada a la lucha contra el terrorismo. En los últimos cinco años, el país en el que probablemente se esconden los dirigentes de Al Qaeda ha recibido unos 10.000 millones de dólares procedentes de EE UU.

Pakistán está, por tanto, muy interesado en mantener sus buenas relaciones con Estados Unidos. Pero más interés aún tiene este país en conservar a Pakistán como aliado. Fuentes del Pentágono confirmaron ayer a los periodistas que por Pakistán pasa la mitad de los medios empleados en la guerra de Afganistán. Así pues, la amenaza de una suspensión de la ayuda no puede dejar de sonar como un órdago en el que Washington sólo tendrá que enseñar las cartas si Musharraf consumase un régimen dictatorial.

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