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Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Corazón e inteligencia

Ni siquiera han pasado dos años desde que la mezzosoprano romana Cecilia Bartoli se presentó en el Teatro Real con un programa estructurado alrededor de la ópera prohibida por el Vaticano en los primeros años del XVIII. Volvió ayer, en clima de aclamaciones ya desde su salida, en el contexto de una gira europea que la absorbe de octubre a junio y en la que se contemplan nada menos que 36 recitales. El de Madrid ha sido el cuarto. Su propuesta se centra culturalmente en torno a la revolución romántica de María Malibrán y a ella se incorpora una exposición ambulante con objetos relacionados con la mítica cantante.

Como bandera del proyecto figuran una grabación discográfica y un DVD, con una documentación abundante, rigurosa y lujosamente presentada. Bartoli sabe combinar los guiños afectivos con la solidez informativa y la rentabilidad comercial. Dosifica a las mil maravillas la complementariedad de corazón y cabeza.

MARÍA MALIBRÁN, LA REVOLUCIÓN ROMÁNTICA

Programa en torno a María Malibrán. Orquesta La Scintilla de la Ópera de Zúrich. Concertino: Ada Pesch. Ciclo de Grandes Voces.

Teatro Real, Madrid, 2 de noviembre

La 'mezzo' logra lo más cercano a un orgasmo colectivo a través del canto

Por encima de todo, Cecilia Bartoli es una cantante con una irresistible capacidad de comunicación. Envuelve con su sonrisa, transmite una energía fulgurante, interpreta las canciones con un magnetismo fuera de serie. Lo que consigue en sus actuaciones es lo más cercano a un orgasmo colectivo a través del canto. Es un huracán, desde luego, pero las razones y sinrazones de su hechizo están cuidadosamente medidas.

De entrada, la mezzosoprano se ha movido siempre con unos compositores de cabecera ligados al concepto más hedonista del canto, llámense Haendel, Vivaldi, Mozart o Rossini. Después está su actitud apasionada en todo lo que hace. En cierta ocasión afirmó que para cantar bien hay que vivir la vida intensamente. Cecilia Bartoli se entrega al máximo en cada actuación. Su generosidad está fuera de dudas. El público comparte con ella este sentimiento de nuevo divismo: tan cercano, tan lleno de fuerza y consolación.

Lo que vale para un disco no tiene por qué servir de la misma manera para un recital. Bartoli se apartó un poco de la selección de su disco e incorporó a uno de sus músicos de cabecera: Rossini. Con el Nacqui all'affanno, de La Cenerentola concluyó la primera parte del recital e incluso lo repitió como tercera propina. Ahí lució su prodigiosa técnica sin esfuerzo aparente. Otro momento de especial encanto del recital fue Ah, non credea mirarti, de La sonnambula, de Bellini, un compositor al que la mezzosoprano le está cogiendo gusto últimamente. Una faceta curiosa de Bartoli es su habilidad para sacar petróleo del desierto. Su interpretación de Rataplan, de María Malibrán es una prueba de ello.

Sorprendió muy gratamente la orquesta La Scintilla con unas lecturas de gran frescura en los pasajes rossinianos y con excelentes intervenciones de la violinista Ada Pesch o el clarinetista Robert Pickup. El éxito fue apoteósico, con lanzamiento de flores y esas cosas que se llevan cada vez menos. Cecilia Bartoli, además de cantar con gran personalidad, transmite una ilusión contagiosa en sus actuaciones. Es un privilegio verla y escucharla.

La <i>mezzosoprano</i> Cecilia Bartoli, ayer durante el recital en el Teatro Real de Madrid.
La mezzosoprano Cecilia Bartoli, ayer durante el recital en el Teatro Real de Madrid.EFE
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