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Entrevista:DANIEL RAMÓN | Premio Nacional de Transferencia Tecnológica | Apuntes

"Los científicos no sabemos vender ni un 'chupa chups"

Ignacio Zafra

Daniel Ramón (Valencia, 1959) es el tercer valenciano, de nacimiento o adopción, que alcanza el Premio Nacional de Transferencia Tecnológica Juan de la Cierva, bianual, creado por el Gobierno en 2001, después de Agustín Escardino e Ignacio Fernández de Lucio, en un contexto industrial que nunca ha dado para muchas alegrías en la materia. Ramón trabajó en la Universitat de València y en el CSIC y hoy es director científico de Biópolis, una empresa biotecnológica con sede en el campus de Burjassot-Paterna, dentro del parque científico de la Universitat de València. Biópolis una spin off (una compañía surgida de líneas de investigación), centrada en los mercados agroalimentario y farmacéutico, representa una joven historia de éxito.

"Hay una fiebre por fundar 'spin off' y muchas terminarán cayendo"
"La Administración tiene excesivos controles; la ciencia exige agilidad"
"Nunca han pillado a un investigador con la mano en la caja, que yo sepa"

Pregunta. Fuera del sector cerámico de Castellón, ¿el territorio es un páramo tecnológico?

Respuesta. Bueno. El sector agroalimentario valenciano está bien. Uno de los puntos más importantes en la alimentación es la distribución. Y si hay un ejemplo de crecimiento bien llevado a cabo en el sector de la distribución es Mercadona.

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P. ¿Mercadona también demanda I+D?

R. Hombre, Mercadona es una empresa de distribución, pero sus interproveedores por supuesto que demandan I+D. Deberías ver el nivel de sofisticación tecnológico que tienen muchos.

P. Biópolis, su empresa, es un ejemplo de compañía que hace ciencia y gana dinero contratando con la industria. Viniendo del laboratorio, ¿cuesta mucho hacerse oír por los empresarios?

R. Nosotros llevamos cuatro años y medio y los dos primeros no se los doy a pasar a nadie. No te puedes ni imaginar las angustias que pasas. Ahora podemos decir que empieza a dar señales de vida, que sí se está consolidando. Pero es muy difícil. Si fuera fácil lo haría todo el mundo también. Luego, dentro de los empresarios, hay gente que es incapaz de querer entender el lenguaje de los demás y dentro de los científicos también. En medio hay una inmensa multitud de científicos y empresarios que si hablaran se entenderían.

P. ¿A qué renunció con el salto a la empresa?

R. La renuncia es poca. Toda mi vida he hecho investigación aplicada y ahora también. Tengo limitaciones a la hora de publicar, pero es algo que asumes porque es así el juego. Lo que he ganado es una visión del sector que te permite posicionarte mejor en los desarrollos.

Y el cambio de mentalidad, estar en una estructura ágil, porque la Administración es muy encorsetada. Si hay que contratar a alguien, tiene que salir el concurso, los méritos a veces son de lo más peregrino... Aquí es mucho más sencillo todo. Hoy estamos en un proceso de contratar a una persona: coges tres o cuatro candidatos, los entrevistas y decides. El gerente pacta su salario y punto. Esa agilidad es necesaria en ciencia.

P. Esas barreras se pusieron para evitar la corrupción.

R. Esas barreras las tenemos desde siempre. Se hicieron mucho más evidentes con el follón de Roldán. Lo divertido es que, que yo sepa, nunca han pillado a ningún científico metiendo la mano en la caja.

P. ¿Cómo se consigue eso de unir empresa y universidad?

R. Siempre que he firmado un contrato ha sido discutiendo directamente en una mesa con un empresario, y al final le he dicho: creo que te puedo dar una solución. Lo de los intermediarios y los grandes simposios queda muy bonito, pero a la hora de la verdad no es importante. Nunca va a decirte un empresario que tiene un problema cuando está rodeado de otros empresarios. Y nunca un científico te va a decir que tiene una solución si está rodeado de otros científicos.

P. ¿Y usted qué es: un investigador o un ejecutivo?

R. Soy director científico. En Biópolis hay un director gerente, y eso es importantísimo. Una spin off se debe de profesionalizar con gente que sepa vender. Y los científicos no sabemos vender ni un caramelo, ni un chupa chups. Somos los peores del mundo en eso.

P. ¿Cuántas empresas como la suya ve a su alrededor?

R. Pocas. Tengo la impresión de que se están generando muchas spin off porque hay una fiebre. Parece que si no haces una eres poco menos que tonto. Y muchas van a caer, porque parten de un error muy frecuente en el científico: pensar que una magnífica idea de laboratorio, que sería una espléndida publicación, va a ser un producto industrial perfecto. Y muchas veces no es así. Muchas veces, lo que nos parece una idea trivial es lo que desde el punto de vista empresarial tiene sentido.

P. La Asociación Valenciana de Empresarios ha pedido un gran pacto para cambiar a un modelo económico basado en la innovación. ¿Se está a tiempo?

R. Nunca ha habido un colectivo de científicos tan preparados en esta comunidad como el que hay ahora, sobre todo jóvenes, y sería una pena desperdiciar la oportunidad. Pero se tienen que dar tres circunstancias: Que empiecen a dialogar las empresas con los científicos; que no se politice y que haya una apuesta decidida y conjunta de los políticos de este país, de un signo y de otro. Estoy pidiendo, como ves, la luna.

Poco éxito al defender lo transgénico

Cuando le preguntan por la neura de los transgénicos, Daniel Ramón responde: "¿Te refieres a la neura de los consumidores? Porque no sé si sabes que yo he sido uno de los que se ha identificado siempre por defender lo transgénico. Con poco éxito. No, no se ha acabado el miedo. Latinoamérica tiene ya una apuesta sin vuelta atrás. El sureste asiático también. En Europa, como tenemos la barriga llena, está como estaba. Los consumidores no muestran interés".

Biópolis vive cierta esquizofrenia al respecto. Pero la compañía de Daniel Ramón es rara por varios motivos. Siendo privada, se ubica en el Instituto de Agroquímica y de Tecnología de los Alimentos (IATA), del CSIC. El organismo público de investigación es, además, propietario del 40% de las participaciones. El 25% pertenece a Natraceutical. El 20% es de Central Lechera Asturiana y el 15%, de un capital riesgo vasco.

Se fundó a mediados de 2002 y el primer año perdieron dinero. El segundo llegaron al punto de equilibrio (todo un logro tratándose de una empresa de biotecnología). El tercero, ganaron una cantidad "apreciable". Y este año ganarán mucho más.

La compañía trabaja en el sector agroalimentario y farmacéutico: en el primero, de transgénicos, ni hablar; en el segundo es imposible competir sin ellos. Así que Biópolis tiene duplicados todos los laboratorios para evitar contaminaciones.

"Yo sigo teniendo muy claro", comenta el investigador, "que en esta tecnología no se puede perder el tren. Caerá antes o después, y nosotros estaremos preparados".

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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