La despensa

Engaña Pedro Solbes con su aire soñoliento y su voz pausada, porque el vicepresidente económico sorprende en ocasiones con una frase definitiva. Durante el debate presupuestario elaboró una demoledora: "El PP dejó la despensa vacía". La sencillez franciscana de la expresión, un poco rural por añadidura, desconcertó a los altos cargos de las legislaturas populares, que salieron a protestar airadamente por la supuesta ofensa. Aznar, Rato y Montoro siempre han tenido a gala el patrocinio en exclusiva del equilibrio presupuestario y la frase de Solbes dinamitaba los cimientos de sus convicciones más arraigadas desde su vitriólica sinceridad.

Es seguro que Solbes entiende por "despensa" lo que casi todo el mundo, es decir, el déficit o superávit de las cuentas públicas. Desde esta perspectiva, Solbes tiene razón. El PP no consiguió ni un mínimo superávit presupuestario. Entre 1996 y 2003, el déficit de las administraciones públicas descendió desde el -4,85% del PIB hasta el -0,21%.

Sin embargo, los economistas del PP actúan como si les molestase no haber conseguido ni un minúsculo superávit.

En los tiempos de Rato y Montoro en Hacienda, el PP recurría a un viejo truco para colgarse medallas ante la opinión pública. Presentaba a bombo y platillo los avances de cierre presupuestario, siempre generosos y aproximados, como si fueran definitivos. Así, el déficit siempre bajaba una barbaridad y los secretarios de Hacienda, los directores generales y los diputados del PP se felicitaban entre sí con gran entusiasmo. Meses después, la Intervención General corregía las cuentas con los números definitivos y el déficit aumentaba, pero la opinión pública interesada ya no recibía la desoladora noticia.

Pedro Solbes acierta con su metáfora de la despensa vacía del PP. Sorprende que los Zaplana, Acebes o Arias Cañete no respondieran con el argumento más razonable: más que el superávit en sí importa que las cuentas se hubieran mejorado. Aunque con recortes erróneos y buena dosis de contabilidad creativa, eso sí lo consiguieron Rato y Montoro. Al fin y al cabo, tampoco Solbes dejó la despensa llena en 1996. Pero marcó el rumbo para el primer superávit en 2005.