Hollywood tiene su propio Irak
Caín le dijo a su hermano: 'Salgamos al campo'. Y aconteció que, estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató". Para que luego digan que la prostitución es la profesión más vieja del mundo. Abel cultivaba la tierra; Caín era ganadero, y desde el día que le dio un arrebato de celos por el amor de Dios, también maestro armero: escogió un objeto contundente -de la quijada de burro no hay ni un apunte en estos versículos del Génesis; Sansón fue quien mató con ese hueso por primera vez- y asesinó a su hermano. Así que la violencia y el homicidio comienzan pronto sus respectivas carreras de éxito en la vida del hombre; en concreto, en el capítulo cuarto de la Biblia. La guerra, como multiplicación exponencial de estos triunfos humanos, aparece inmediatamente después. Cualquier manifestación artística ha reflejado desde su inicio la plasticidad de la lucha, mitificando o desacralizando aquello de "sangre, sudor y lágrimas". Y el cine no iba a ser menos.
"Las películas van a parar la guerra", soltó Brian de Palma en Venecia
Así que cuando el presidente George W. Bush decidió escamotear información de la guerra de Irak (a inicios de octubre habían muerto más de 3.800 soldados estadounidenses y cerca de 185.000 habían resultado heridos) sólo lograba prorrogar el puñetazo moral a la sociedad estadounidense. Mientras que los medios de comunicación americanos no han estado tan incisivos como en los tiempos de Vietnam, la maquinaria fílmica ya ha despertado de su letargo: tras balbuceos como Regreso al infierno y estupendos documentales como Al descubierto: guerra en Irak, Bagdad ER o Fahrenheit 9/11, la guerra desembarca en los próximos Oscar con títulos que llegan ya a España. Al frente, desde directores que se lían a tortas ideológicas contra su presidente ("Las películas van a parar la guerra", soltó Brian de Palma en la presentación de Redacted durante el certamen de Venecia) hasta cineastas que dan un paso más ("No va sobre la guerra. Quiero ir más allá. Lo que me atrajo del guión fue preguntarme qué factores subconscientes nos llevan una y otra vez al mismo lugar", aseguró Robert Redford en The New York Times ante el estreno de su Leones por corderos).
El chico Sundance, con 71 años y siete temporadas sin dirigir, disfruta metiendo mano en las trampas de tahúres que usan los chacales de Washington. Su guerra no es Irak, sino la de Afganistán, pero Leones por corderos (se estrena en Estados Unidos y España el 9 de noviembre) juega a los paralelismos entre ambos conflictos por el patriotismo sucio y el intento de sacar ganancias con la muerte. Redford se reserva el papel de un profesor universitario que insufla genuino espíritu patriótico a sus alumnos, mientras que un senador republicano (Tom Cruise, con el Oscar llamando a su puerta) con ínfulas presidenciales intenta venderle una exclusiva que cambiará el destino de la contienda a una veterana periodista (Meryl Streep). Todo para demostrar, palabra de Redford, que "las decisiones de un norteamericano tienen un profundo impacto en la vida de cada uno de sus compatriotas y en el mundo".
Al contrario que el cirujano Redford, al boxeador De Palma le va más el chapapotismo, el enfangarse en la mierda para que salpique al espectador. Diferentes métodos igual de respetables. Basada en hechos reales, su Redacted (estreno en España, el 16 de noviembre) arranca con la violación, en marzo de 2006, de una adolescente iraquí por unos soldados norteamericanos que al acabar mataron a la chica, a su hermana de cinco años y a sus padres. "Uno sólo espera que estas imágenes indignen al público lo suficiente como para motivar a sus legisladores a votar contra este conflicto bélico", dice De Palma (León de Plata a la mejor dirección en el último certamen de Venecia con esta mezcla de ficción y documental), y desde luego ha sabido hurgar en la herida.
En un tono parecido, el británico Nick Broomfield presentó en el pasado festival de San Sebastián (estreno comercial, en diciembre) La batalla de Hadiza, recreación de la explosión de rabia de unos marines tras sufrir su convoy, en noviembre de 2005, un ataque en la ciudad que da título al largometraje. Soldados muertos: 1. Inocentes asesinados: 24. En Donostia, donde ganó la Concha de Plata a la mejor dirección, el cineasta comentó: "Oímos hablar todos los días de los insurgentes, aunque no tenemos ni idea de quiénes son o cómo han llegado a hacer las cosas que hacen". Desgraciadamente, la película de Broomfield pasa de aleccionadora a adoctrinadora.
Todo lo contrario que Paul Haggis con En el valle de Elah. El director de Crash apuesta por otro hecho real. Un contundente Tommy Lee Jones es un veterano de Vietnam que investiga la muerte de su hijo tras su retorno del campo de batalla. En Hollywood la igualan a El regreso; la última secuencia subraya los paralelismos morales.
'En el valle de Elah' abrirá en España un 2008 volcado en la guerra. Le acompañarán Grace is gone, ganadora del premio del público en Sundance, en la que un soberbio John Cusack debe explicar a sus hijas que su madre, militar, ha muerto en Irak; La guerra de Charlie Wilson, con Tom Hanks como congresista demócrata que en su esfuerzo por derrotar a los soviéticos en Afganistán acabó armando a muyahidin, en un filme dirigido por Mike Nichols y escrito por Aaron Sorvin (El ala oeste de la Casa Blanca), y Stop loss, de Kimberly Peirce (Boys don't cry), sobre las deserciones tras la crueldad del conflicto. "El buen cine bélico nos hace comprender que la guerra trae siempre el viento siniestro de la desolación, nos ha hecho odiar a los verdugos y compadecer a las víctimas [...], nos intenta explicar cómo se puede sentir el horror del conflicto y consigue que se nos cuelen en el alma destellos de esa terrible sensación" (del libro Esto es un infierno, de Guillermo Altares). Pues a por ello va Hollywood.
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