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Reportaje:

La necesidad de ayudar

Rosario Erdoiza lleva 44 años entregada a los vecinos menos favorecidos de Durango e Iurreta

Rosario Erdoiza ha hecho de la solidaridad una ocupación vital durante tres cuartas partes de su vida, que es mucha ya. Desde que era casi una adolescente, han sido innumerables las noches que ha pasado velando enfermos, las horas de su tiempo dedicadas a cuidar niños o cocinar para mujeres impedidas. A sus 77 años, esta duranguesa piensa seguir volcada en los más necesitados de Durango e Iurreta hasta que sus fuerzas le dejen.

Su espíritu inconformista fue el germen de la constitución en su municipio, en 1963, del grupo humanitario JAED (Junta de Ayuda a los Enfermos de Durango, denominación luego modificada por Junta de Asistencia a Necesitados de Durango-Iurreta), en el que continúa implicada. "Ayudar es una necesidad que yo llevo dentro. Quiero a la gente y sufro mucho al ver situaciones negativas, pero prefiero estar con las personas necesitadas, haciendo todo lo que pueda por ellos. Y es lo que me llena", se sincera.

La mayor parte de los fondos de la JED son donaciones de sus socios colaboradores

Con cerca de 70 voluntarios, JAED desarrolla en Durango e Iurreta una labor similar a la de Cáritas, aunque goza de un mayor arraigo social. En 2006, el grupo repartió 100.150 euros en forma de ayudas económicas mensuales a 70 familias necesitadas de ambas localidades y alivió la situación de otros 180 hogares con entregas periódicas de comida, ropa y calzado.

Pero años antes de que naciera JAED, Rosario vivía ya para los demás. A los 19 años, comenzó a acompañar enfermos de la mano de su grupo parroquial. Tras contraer matrimonio, a la edad de 26, incrementó estas visitas, en las que reparó en que, además de sufrir el infortunio de la enfermedad, algunos de sus vecinos pasaban otras penalidades por la escasez de recursos económicos. Trasladó su inquietud al entonces cura de la Iglesia de Santa María, Luciano Francés, planteándole que liderara alguna iniciativa para ayudar a los más desfavorecidos de su municipio. El sacerdote cogió el testigo. Se rodeó de una decena de personas que compartían esta inquietud y juntos crearon JAED.

Rosario cuenta que, para dar a conocer el nacimiento de la agrupación, sus componentes se valieron de una técnica publicitaria de impacto: arrojaron en las calles decenas de octavillas con las siglas JAED y, una vez captada la curiosidad del pueblo, fueron desvelando la finalidad del nuevo grupo en la parroquia y en el entorno más próximo a cada miembro. La colaboración de los habitantes de ambos municipios, entonces regidos bajo el mismo ayuntamiento, el de Durango, fue inmediata. "La gente respondió de maravilla", se enorgullece esta mujer, que justifica que, por no haber sido madre, tuvo más tiempo libre para destinárselo a los demás.

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Rosario, la única que continúa en aquella primera junta directiva de la asociación, presidió el grupo desde 1985 a 1995. Aunque JAED recibe subvenciones de ambos Ayuntamientos y de la Diputación foral, obtiene la mayor parte de sus fondos de sus socios colaboradores, de donaciones de empresas y particulares, y de campañas de recaudación que organiza anualmente, como una rifa de Navidad en la que los boletos vuelan entre el público. También distribuye la comida que le da la ONG Banco de Alimentos, la que recibe de excedentes de la Unión Europea y los artículos de textil de segunda mano que sus miembros recogen entre los vecinos.

Rosario, que aún actúa como enlace, relata que en un pueblo relativamente pequeño como el suyo la situación de necesidad en una casa solía ser conocida, de puertas para fuera, por los residentes más cercanos. De esta forma, durante años en los que no existió una red pública de asistencia social, el colectivo cubrió este vacío. La integrante más veterana de JAED recuerda que, como voluntaria, ha llegado a pasar días y noches enteras fuera de casa, ayudando en lo que podía: desde cuidar niños o ancianos hasta acompañar enfermos o servir de paño de lágrimas a quienes atravesaban situaciones personales dramáticas.

Aunque hace una década que, por motivos de salud, dejó de dedicar tantas horas consecutivas a JAED, continúa trabajando en esta asociación. En la actualidad, visita de forma periódica diez hogares auxiliados económicamente por el colectivo, para conocer de cerca la evolución en la situación de estas familias -en su mayoría formadas por mujeres separadas o viudas con pensiones exiguas-, y echarles una mano.

Esta titulada en Magisterio, que antes de casarse ejerció como profesora particular, ve recompensado cada día el tiempo entregado a sus iguales en el cariño que recibe en la calle. "Algunos me tratan como si fuera parte de su familia. Una mujer, a la que ayudé hace veinte años cuando tuvo un problema gordo, me suele decir: Rosario, para mí usted fue la salvación, porque en aquel momento en que lo pasé tan mal, tuve a una persona con quien poder desahogarme y que estuvo conmigo", dice.

El dinero que de forma periódica concede JAED a las familias se suspende o modifica si mejora su economía. A Rosario le enorgullece que este grupo, que ahora trabaja junto con las asistentas sociales de los ayuntamientos, haya podido satisfacer durante más de cuatro décadas las necesidades básicas de los vecinos de Durango e Iurreta.

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