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Reportaje:

La mutación japonesa

La estructura social del país está cambiando, y el nuevo Gobierno quiere impulsar profundas reformas estructurales

El Japón que ha heredado el nuevo primer ministro, Yasuo Fukuda, "está en mutación, con una estructura social cambiante", asegura el político, quien ha llamado la atención así del impacto de la crisis demográfica sobre la mano de obra y el crecimiento económico por el envejecimiento de su población. Esta situación amenaza el sistema de la seguridad social, que se junta con un gigantesco déficit presupuestario y una enorme deuda estatal, la más alta del mundo (cerca del 150% del PIB) y en "imparable ascensión", según el FMI.

Los últimos datos sugieren que la segunda economía del mundo, que lleva seis años de crecimiento, actualmente podría estar ralentizándose
Japón cuenta con la población más vieja del mundo: el 21% de sus habitantes tiene más de 65 años, y en 2050 supondrán el 35,7%
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Con el 21% (25,6 millones) de sus 127 millones de habitantes mayores de 65 años (1 de cada 5), que en 2050 se calcula supondrán el 35,7% de la población, Japón tiene la población más envejecida del mundo y la que más envejece gracias a su baja tasa de natalidad, su caída de la fertilidad (1,3 niños por mujer en edad fértil), su casi nula inmigración y su creciente longevidad.

Esta situación amenaza el sistema de sanidad y de jubilaciones, teniendo de fondo un gigantesco déficit presupuestario y una enorme deuda estatal, la más alta del mundo -al equivaler a cerca del 150% de su PIB-, en "imparable ascensión", según el FMI, que advirtió el pasado agosto que el endeudamiento sigue siendo "inquietantemente elevado". Y es que el endeudamiento público nipón ha pasado de sumar 334,1 billones de yenes (2.037 millones de euros) en 1996 a 836,5 billones de yenes (5.099 millones de euros) ahora, más que el volumen de toda la producción de las 16 mayores economías de la región Asía-Pacífico, incluida China.

Esta situación requiere tomar medidas de reforma de todo tipo, aunque hasta ahora Fukuda sólo se ha comprometido a realizar las "relacionadas con la vida diaria del pueblo", que no merecieron la atención, afirman los críticos, de su directo predecesor en el cargo, Shinzo Abe (2006-2007).

En su primer discurso político ante el Parlamento, el 1 de octubre, aseveró que continuaría las reformas introducidas por el ex primer ministro Junichiro Koizumi (2001-2006) y que mantendría su política contraria a un fuerte gasto público, que hasta él había sido tradicionalmente alto.

Así las cosas, los analistas se preguntan sobre la fórmula de Fukuda para compaginar sus anunciadas intenciones de reducir la deuda pública mientras el Estado deja de percibir ingresos, como el seguro médico de los mayores, e invertir en infraestructura en las zonas rurales.

Cambios estructurales

En este sentido, el diario conservador Yomiuri afirma que Fukuda no puede "usar la generosidad electoralista", sino que debe proseguir con los cambios estructurales para revitalizar la economía. Sin embargo, "recibirá fuertes presiones para aumentar el gasto público y dar nueva vida así a las economías locales con el objetivo de contrarrestar la creciente influencia de la oposición", dijo el analista de Dai-ichi Life Research Institute Hideo Kumano a la agencia de noticias Kyodo.

Para la ministra de Economía, Hiroko Ota, con la misma cartera en el anterior Gobierno de Abe, "Japón no puede relajarse sobre los cambios, pues perderíamos la confianza de los mercados".

Pero Fukuda, según algunos expertos, podría ser reticente a aplicar cambios por pensar que la debacle histórica que sufrió su PLD en las elecciones a la Cámara alta del Parlamento el pasado julio fue una señal del rechazo del electorado a las reformas de sus antecesores Koizumi y Abe.

Por si todo esto fuera poco, Fukuda se halla ante una coyuntura económica que envía señales confusas, pues si el superávit comercial fue en agosto casi cuatro veces superior al del mismo mes de 2006, la economía se contrajo más allá de lo previsto en el segundo trimestre.

El superávit comercial subió un 287,6% en agosto respecto al mismo mes del pasado año y sumó 743.200 millones de yenes (4.500 millones de euros), lo que superó la expectativa de los analistas de un aumento hasta los 242.800 millones de yenes (1.480 millones de euros).

Esa cifra casi multiplica por cuatro a la de agosto de 2006 después de que el alza de las exportaciones a Europa y Asia compensó la desaceleración de los envíos a EE UU, cifras que, aunque positivas, fueron evaluadas con cautela por los expertos, que advierten de que habrá que esperar cómo impacta sobre la economía japonesa el menor crecimiento estadounidense.

En el segundo trimestre (de abril a junio) de este año, el PIB experimentó una reducción de un 0,3%, tasa mayor que la prevista de un 0,2% y que fue debida a una regresión de las inversiones de capital de las empresas -que aportan el 15% de la economía-, en particular en los sectores inmobiliarios, de la construcción y del transporte, a lo que se sumó la incertidumbre sobre la evolución de la economía estadounidense. Esa información sugiere que la segunda economía del mundo y la primera de Asia, que lleva seis años experimentando crecimiento, podría estar sufriendo una ralentización en su ritmo.

Y es que el PIB japonés disminuyó un 1,2% anual y registró su primera caída desde el tercer trimestre de 2006, según las últimas cifras actualizadas del Gobierno. En paralelo, el gasto de los consumidores, que representa el 55% del PIB japonés de más de cuatro billones de euros, aumentó un 0,3% en el segundo trimestre en comparación al anterior.

A pesar de la contracción en el segundo trimestre, muchos economistas son optimistas y piensan que el PIB podría haber aumentado en el tercero (de junio a septiembre), aunque tan sólo de forma moderada, por la reactivación del gasto de capital corporativo y las exportaciones. Ese dato refuerza la opinión de que es improbable que el Banco de Japón reanude este octubre la normalización de la política monetaria y eleve su tasa de interés, extremadamente baja, de un 0,5% (en que la situó el pasado febrero), pese a las persistentes presiones deflacionarias y a la volatilidad del sector financiero por los problemas del mercado inmobiliario de EE UU.

El Banco de Japón, al igual que la Reserva Federal y el Banco Central Europeo, inyectó liquidez en el mercado en agosto para evitar el desplome de la Bolsa por el temor derivado de las crisis de las hipotecas basura.

Pero el fantasma de la deflación sigue merodeando su economía, y así la tasa interanual del IPC del pasado agosto bajó al 0,1%, la séptima caída mensual consecutiva, mientras que el desempleo aumentó hasta el 3,8% y el gasto de los hogares subió hasta el 1,6% de tasa anual, la primera alza en dos meses, debido al incremento de los salarios y a las mejoras del mercado laboral.

La última edición del informe Tankan, las perspectivas de crecimiento a corto plazo y que mide la intención inversora empresarial, reveló esta semana que la clase empresarial japonesa confía en la economía del país pese a los recientes desórdenes financieros en el panorama internacional. Este indicador, elaborado por el Banco de Japón y que es el principal para medir el índice de confianza de las principales empresas niponas, señaló que ésta se mantuvo estable en +23, el mismo nivel que en junio, un nivel que se acerca al pico del pasado diciembre, +25, el máximo alcanzado en dos años.

A la derecha, el nuevo primer ministro japonés , Yasuo Fukuda, y a su lado el ministro de Exteriores.
A la derecha, el nuevo primer ministro japonés , Yasuo Fukuda, y a su lado el ministro de Exteriores.AP

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