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MARI MAR BLANCO | Presidenta de la Fundación Miguel Ángel Blanco | El apoyo institucional a las víctimas

"Vivir en Euskadi es lamentable para una víctima del terrorismo"

Mari Mar Blanco (Ermua, Vizcaya, 1974) asegura que el día que más ha llorado en su vida fue el de su boda. Y no de alegría precisamente. El recuerdo de su hermano Miguel Ángel, secuestrado y asesinado por ETA hace diez años, no le ha abandonado en ningún momento. Ni siquiera el día de su boda. "Me faltaba algo. Siempre me faltará, pero el día que me casé lo noté aún más. Era un día tan especial", recuerda con emoción. Los otros días que más lloró fueron cuando nacieron sus hijas y, entonces, las lágrimas de alegría por esos nacimientos se mezclaron con las de tristeza al recordar a su hermano.

Mari Mar, presidenta de la Fundación Miguel Ángel Blanco, presenció ayer desde la tribuna de invitados el debate sobre las víctimas del terrorismo que se celebró en el Parlamento vasco, y al final se fue "igual que he venido". "El dolor sigue ahí. Siempre es mejor que se produzcan estos reconocimientos, aunque sea tarde, pero algunos partidos no transmiten cercanía ni calor". Y es que "vivir en Euskadi resulta lamentable para una víctima del terrorismo. Siempre te dices que la vida sigue, pero la mía lo hace de una manera triste desde que asesinaron a mi hermano. Y vivir en el País Vasco lo hace todo más lamentable aún". Mari Mar siente especialmente cuando "se jalean los asesinatos y no hay libertad de expresión. Te sientes abandonada por el Gobierno de tu comunidad".

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Eso fue lo que le llevó a encarnar el espíritu de rebeldía surgido en la sociedad tras el asesinato de su hermano. "No quiero que nadie olvide que mi hermano era un inocente, un joven de 29 años que no tenía oficio ni beneficio en la política y que sólo era concejal en un pueblo pequeño. Y era concejal para tratar de ayudar a sus vecinos. Se había metido en ese puesto para trabajar por el pueblo, sin otro ánimo de nada. Lo que reivindicó es su inocencia".

"Ejemplo para todos"

"No voy a permitir", añade, "que el dolor causado por su muerte caiga en saco roto, que se desprecie su legado. Siempre estaré ahí para recordarlo". Y para recordárselo a sus hijas. La mayor, que va a cumplir cinco años, está aprendiendo quién fue su tío. "Ahora, le decimos que unos niños malos le pegaron y que está en el cielo. Mi hermano ha sido un ejemplo para todos nosotros y lo seguirá siendo para mis hijas".

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Mari Mar Blanco se ha convertido en un símbolo del espíritu de Ermua, aunque ella prefiere no hablar de símbolos y limitarse a significar que "de lo único que se trata es de defender la libertad. Que por decir lo que piensas nadie te pueda pegar un tiro. Nadie va a impedir que diga lo que pienso porque lo que necesita la sociedad vasca es más libertad", insiste.

El asesinato de su hermano dio un giro a su vida y a la de sus padres. "Uno puede estar preparado para la muerte de un padre en un momento dado y por circunstancias normales, pero un padre nunca está preparado para recibir la noticia de que han matado a su hijo. No hay palabras para describir el dolor que sienten".

Para Mari Mar ya nada será igual, pero al menos "luchar por las víctimas y compartir su dolor" le ayuda a compensar la ausencia de su hermano. "Su recuerdo nunca me abandonará mientras viva", asegura.

"Ni perdono, ni olvido, pero la vida sigue. Tengo dos hijas y muchos objetivos por los que seguir luchando. Pero está claro que desde la muerte de mi hermano veo la vida de otra manera, soy más consciente del sufrimiento ajeno".

Mari Mar Blanco, durante la entrevista, en el Parlamento vasco.
Mari Mar Blanco, durante la entrevista, en el Parlamento vasco.PRADIP J. PHANSE

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