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Reportaje:

20.000 muertes súbitas al año

Cada minuto que se retrasa el tratamiento con un desfibrilador la mortalidad aumenta un 10%

El futbolista Antonio Puerta cayó fulminado en el campo de fútbol a finales de agosto por una parada cardiaca. Tras sufrir otras dos, falleció. A los pocos días, otros dos futbolistas, un español y un zambo, tuvieron la misma mala fortuna y murieron en el acto. Se calcula que en España se producen unos 20.000 casos de muerte súbita de adulto al año, de los que entre 5 y 20 son jóvenes menores de 30 años, en su mayoría varones que fallecen mientras practican deporte. La terapia precoz con desfibriladores, aparatos que transmiten corriente eléctrica al corazón, son la única terapia eficaz para evitar la muerte súbita de origen coronario.

La muerte súbita es un fenómeno frecuente en los hospitales, pero si el paciente recibe atención inmediata al pararse el corazón, sobrevive.
Deberían instalarse desfibriladores en lugares de mucho tránsito o aglomeraciones y en los centros donde se practique deporte.
En menores de 35 años la parada se produce por anomalías estructurales que, en situación de esfuerzo o estrés, desencadenan una arritmia.

"La muerte súbita no siempre implica mortalidad. Ocurre diariamente en el hospital. Al paciente se le para el corazón, se le reactiva y no se muere ninguno porque se aplica el tratamiento de forma inmediata. Pero la situación cambia cuando este episodio sucede fuera del ámbito hospitalario y no está controlado. Por cada minuto que se retrasa el tratamiento la mortalidad aumenta un 10%", señala Luis García Castrillo, coordinador del servicio de Urgencias del hospital Marqués de Valdecilla, de Santander, y secretario científico de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES).

La muerte súbita es una forma inesperada de morir que aumenta con la edad. Las personas mayores fallecen en el 90% de los casos por cardiopatía isquémica, donde subyace fundamentalmente arteriosclerosis coronaria. Los jóvenes deportistas y menores de 35 años mueren en su mayoría por anomalías estructurales del corazón, que generan arritmias desencadenadas por un gran esfuerzo y estrés. Entre las lesiones más frecuentes figuran la miocardiopatía hipertrófica -un crecimiento excesivo del miocardio ventricular izquierdo-, anomalías del origen de las arterias coronarias y la displasia arritmogénica del ventrículo derecho, la dolencia que sufría Puerta, y que se caracteriza porque existe una infiltración grasa y fibrosa en las paredes del ventrículo derecho.

El 80% de las paradas cardiacas suceden por fibrilación ventricular, un estado que se caracteriza por una actividad eléctrica del corazón tan grande y desordenada que el órgano se para y es incapaz de bombear la sangre, lo que provoca daños en el cerebro.

Para explicar los conceptos de fibrilación y desfibrilación, Castrillo se remite a un ejemplo que utiliza con sus alumnos de la Facultad de Medicina de Santander: "Imaginemos una trainera en donde todas las personas reman al unísono. La embarcación avanza a una gran velocidad pero si cada una rema por su cuenta los remos se mueven pero no avanzan. Eso es la fibrilación. La desfibrilación, en cambio, sería el equivalente de colocar a un individuo en la popa que hace que los remeros paren y empiecen de nuevo de forma ordenada. Para sincronizar el corazón, se aplica una descarga eléctrica por la que todas las células quedan en reposo y empiezan a latir de nuevo al mismo tiempo", explica.

Los desfibriladores externos semiautomáticos (conocidos como DEA) son aparatos ligeros que han tenido una gran expansión en los últimos años por su eficacia y porque no requieren conocimientos médicos para su uso, aunque sí un entrenamiento adecuado previo. Analizan la actividad eléctrica del corazón y son capaces de identificar si la arritmia sufrida se puede tratar con una descarga eléctrica. Si no hay que tratarla, no se realiza la descarga eléctrica; pero si está indicada, selecciona la energía necesaria para tratarla, prepara la carga y pide que se pulse el botón de descarga.

El problema que atañe a la utilización de desfibriladores por personal no médico es que su uso se considera una terapia; por tanto, tienen que estar regulados. En España sólo ocho comunidades autónomas (Galicia, Andalucía, Navarra, Cataluña, País Vasco, Canarias, Asturias y Aragón, por orden de publicación de decreto) cuentan con legislación en esta materia entre las que, además, existen importantes diferencias. Ninguna obliga a utilizarlos en lugares públicos, aunque Aragón los recomienda. Castilla y León, Valencia y Madrid han elaborado sus decretos pero todavía no están publicados.

"Se necesita una regulación nacional básica que permita la utilización y armonice el uso y la formación de este aparato por personal no sanitario, bomberos, policías, cuerpos de seguridad del Estado, azafatas y vigilantes. Esta ley debe ir acompañada de un sistema de actuación integrado dentro de un sistema de emergencias médicas, es decir, que siempre que se active un desfibrilador externo semiautomático se debe activar el sistema de emergencias local. Si fuésemos capaces de aplicar la desfibrilación precozmente, con servicios más próximos al ciudadano, podríamos duplicar la supervivencia", sostiene Luis Jiménez Murillo, presidente de la SEMES.

¿Dónde deben instalarse estos equipos? Los expertos coinciden en que se deben colocar en aquellos lugares públicos en los que exista una gran aglomeración o tránsito de personas, como aeropuertos, estaciones de trenes, eventos, grandes superficies, centros deportivos de alta competición y en los vestuarios en los que el deporte exija un gran esfuerzo. Además deben estar bien señalizados y colocados estratégicamente. "Hoy por hoy no existe obligación de instalarlos en estos lugares, y si cuentan con un desfibrilador se debe disponer de la formación adecuada para utilizarlos", advierte el presidente.

Javier García Vega, subsecretario de Formación continuada de la SEMES, y representante para España y Portugal de la Asociación Americana del Corazón (AHA en sus siglas en inglés) ha colaborado en la asistencia médica del último gran premio de motociclismo de Estoril (Portugal) e insiste en que hay grandes diferencias entre unas comunidades y otras. "La primera es quién está autorizado o no para impartir y recibir los cursos. Además de eso, son de distinta duración, con lo cual una persona que se forma en una comunidad no tiene capacidad legal para actuar en otra comunidad y, por otra parte, en las comunidades donde no existe legislación, los colectivos no saben qué hacer y depende del juez el decidir si se ha actuado correctamente. Es necesario, por tanto, unificar la formación en este campo en todo el territorio español", afirma García Vega.

Sólo en 2006 la SEMES entrenó en reanimación cardiopulmonar a más de 10.000 personas. Sus cursos están acreditados por la Asociación Americana del Corazón con quien mantiene un convenido de formación y colaboración científica desde 2002.

Una enfermera del hospital Clínic de Barcelona aplica un desfibrilador.
Una enfermera del hospital Clínic de Barcelona aplica un desfibrilador.JOAN SÀNCHEZ

La cadena de supervivencia

Las sociedades científicas establecen claramente las directrices en caso de muerte súbita. Están integradas en la llamada cadena de supervivencia, una secuencia de cuatro actuaciones, o eslabones, que se realizan en situaciones de emergencia para aumentar la supervivencia. La acción inmediata es fundamental porque la vida depende de lo que se consiga en los 10 primeros minutos.

En el primer eslabón hay que alertar al sistema sanitario, que en España es el 061 para urgencias médicas y el 112 para todas las urgencias. Si no se está capacitado para iniciar las maniobras de resucitación cardiopulmonar (segundo eslabón) mientras llega el servicio médico, hay que buscar ayuda. Algunos centros tienen un sistema de activación coordinado con el sistema de emergencias y, en general, las grandes superficies tienen un médico o enfermera de asistencia que disponen de un desfibrilador a utilizar en el caso de que la parada se haya producido por fibrilación ventricular (tercer eslabón). En el cuarto y último se requiere la actuación del personal sanitario especializado.

"El objetivo de la resucitación cardiopulmonar es mantener una circulación sanguínea y respiración de emergencia para proteger a los órganos vitales, corazón y cerebro, de la falta de oxígeno. Una vez que se consigue, hay que identificar el origen de la parada cardiaca", afirma Montero Pérez, subdirector médico del área de Urgencias y Críticos del hospital Reina Sofía de Córdoba y secretario de formación de la SEMES.

Las medidas básicas de resucitación cardiopulmonar (RCP), el boca a boca y el masaje cardiaco, son técnicas muy fáciles de aplicar y que pueden salvar muchas vidas, aunque con frecuencia quedan en el olvido. Se utilizan cuando una persona sufre una parada respiratoria, cardiaca, o se ahoga en el agua, comprobando primero que la vía área está despejada.

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