Ámala por mí, Christian
Cyrano o la abnegación. Al protagonista de la ópera magna de Rostand se le presenta habitualmente como ejemplo de renuncia. Es un tipo que se pone al servicio de su dama hasta el punto de servírsela en bandeja a Christian, de quien está enamorada. En este montaje, John Strasberg, su director, hila más fino y muestra a Cyrano decidido a hacerle el amor a Roxana a través de su rival. El espadachín monstruosamente narigudo renuncia a conquistarla, pero no a poseerla por persona interpuesta. "Préstame el físico, y entre ambos haremos un héroe de leyenda", le dice Cyrano a Christian. "Tú serás mi belleza; yo, tu ingenio tapado".
Esta manera tardorromántica y generosa de amar es, paradójicamente, de una sofisticación digna de Las amistades peligrosas. Strasberg ha montado un espectáculo diáfano, por la manera en que sujeta y conduce la principal línea de fuerza del drama, con una compañía de 13 actores, pocos para asumir el centenar de personajes que Rostand pone en escena.
Cyrano, de Edmond Rostand
Versión: John D. Sanderson. Traducción: Charlotte Moity. Con José Pedro Carrión, Lucía Quintana, Cristóbal Suárez, Ricardo Moya, Alberto Iglesias... Dirección: John Strasberg. Madrid. Teatro Español. Hasta el 21 de octubre.
José Pedro Carrión hace un Cyrano de doble joroba: le afea tanto su nariz kilométrica como el ser bajito en un mundo de altos. Hasta Roxana le saca un palmo. Es un actor que se acrece cuando tiene con quién medirse. Lucía Quintana, Cristóbal Suárez y Alberto Iglesias le dan batalla. A otros miembros del elenco les falta peso y edad. Carrión conduce el espectáculo de cabo a rabo. Tiene reflejos para, mientras da la réplica, recoger el florete que se le ha caído a un compañero, y para espetarle tranquilamente a un espectador cuyo teléfono móvil le interrumpe en su monólogo cumbre: "Si es para mí, no estoy".
El espectáculo corre suave y está bien envuelto. En sus escenas más íntimas sobran los subrayados musicales. La traducción tiene versos que podrían afinarse mejor.
Babelia
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