Los noveles exhiben su talento
Diseñadores como El Delgado Buil, Luxoiry Oliva demuestran una gran coherencia
La jornada de cierre de la Pasarela Cibeles, llamada también de los noveles, comenzó bien con El Delgado Buil y Luxoir. En ambos hay talento, oficio, creatividad a raudales y futuro. Delgado Buil se afana en las superposiciones, canta a la cremallera decorativa y apuesta por los colores ácidos tan caros a su generación. Luxoir es una apuesta segura. Su trabajo es coherente, pensado y hecho al detalle con una limpieza que ya podían imitar algunos de los mayores con predicamento. Con una gama muy clara en la que impera el amarillo limón y sus derivaciones pastel, hay que destacar el uso del cuadro vichy lustrado (un tejido en alza que es herencia filológica del guingan bretón) tanto para desacralizar una chaqueta tuxedo como para forrar un chubasquero adamascado de capucha con pinturas barrocas retocadas a mano: son piezas preciosas y precisas que se completan con pantalones cortos para hombre y mujer, camisas con bastillas de pechera y elementos donde el plisado soleil se vuelve materia dúctil.
Amaya Arzuaga sigue conectada con lo más avanzado del diseño
José Miró giró de nuevo a lo galáctico con vestidos baby y línea tecno-futurista. Fue desigual. Alma Aguilar en blanco y crudos con un uso masivo del broderie anglaise donde había ecos del ad lib ibicenco y del inconfundible recuerdo de Ossie Clark.
No pueden acabarse estas crónicas sin referirse a Amaya Arzuaga, que sigue conectada con lo más avanzado del diseño. Su colección dominada por el negro, el plata y el blanco usó los minipantalones, los laminados y las faldas o blusas foliadas con un efecto volumétrico tan dinámico como espectacular.
Juanjo Oliva bordó su elegancia burguesa de altos vuelos, muy del gusto de los años cincuenta en la Quinta Avenida de Nueva York con uso del raso duquesa o muaré en colores como el heliotropo, esmeralda o perla. Y sacó por fin ropa de hombre, perfecta y actual, como su cazadora Harvard, de hechuras exquisitas. Por su parte, Carmen March fue más inmediata, con excesivos y gratuitos escotes descocados en un obligado chic muy en su línea e intereses.
La maratoniana sesión siguió con el tipicismo de Juana Martín, el historiado de María Lafuente, el detallismo casi alpino de Anke Schlöder y el rupturismo sorprendente de Carlos Díez. El complemento con nocturnidad fue un desfile doble de bañadores de Guillermina Baeza y Dolores Cortés.
Babelia
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