La tijera de oro

Para nuestra "noche de San Ambrosio" en madrileño, es decir, la velada de apertura de temporada, el Nederlands no está mal, aunque sepa a poco. La gentileza de la música en directo en la segunda parte ha mejorado mucho las perspectivas de verlo y disfrutarlo. En cualquier caso, es una buena compañía, con bailarines muy preparados y con un sobrio empaque teatral.

A Silent screen, para usar el vocabulario cinematográfico del que la pieza se declara deudora, le sobra metraje. Era lo que George Balanchine llamaba, risueñamente, "la tijera de oro", que el coreógrafo debe llevar colgado del cuello aun después del estreno. Además de inventar los pasos, la síntesis es la otra gran materia de la creación dancística en todos los géneros, del clásico al más rabioso de los modernos, que no es el caso. La obra discurre líquidamente, pero falta una cierta dinámica persecutoria de un clímax, un crescendo (del que hoy, verdaderamente, muchos artistas prescinden). La música de Glass puede con las intenciones del movimiento: es fuerte, poderosa, se clava en el espectador como un vector obsesivo. Pero digamos que ésta es la mejor pieza que han hecho hasta el momento estos jóvenes con futuro, que tienen la suerte de contar con una estructura para poner en práctica sus sueños; aún tienen tiempo de encontrar, y usar, su tijera de oro.

Bella figura tiene mucho que ver con la pintura de varias épocas, y pienso especialmente en la veneciana desde el seiscientos a, digamos generosamente, finales del XVIII (de ahí el collage musical), eludiendo el costumbrismo del Gran Canal, la que acude a lo simbólico, a la sutil unión entre lo profano y lo sagrado. Hay una belleza ceremonial y básicamente plástica que se supedita a lo estrictamente coréutico. Es una obra mayor destinada a perdurar en su rigor y se puede ubicar en el cenit de la etapa tenebrista de Kilian. Las largas faldas rojas con falsos paniers simulados a la manera teatral del setecientos dan ya una clave; otra es ese rideau d'action, esos telones parciales que toman parte del movimiento y a veces dominan por sobre lo humano: pesan, reducen, amplían la perspectiva (es otra herencia de la mecánica teatral del Siglo de las Luces). Bella figura es un acto cerebral de "vistas de interior" con un poso que no es otra cosa que la espléndida madurez de su autor. Aun con todo, se sigue echando en falta una programación orgánica de ballet en el principal teatro del Estado; algo se avanza. Por ejemplo, este año, por primera vez, a la manera del Teatro alla Scala de Milán con Gucci, o de la Ópera de París con Chanel, la Fundación Loewe aparece vinculada a la danza. Es un buen principio en el mundo que vivimos y en el que debe bregar el cambiante mundo del buen ballet.