_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los tigres celtas

Dos son los modelos que utiliza la Unión Europea para resaltar los aspectos más exitosos de las acciones de los fondos europeos en la consecución de la convergencia. Son los casos de Irlanda y de Finlandia. En ambos supuestos el dinamismo de sus economías ha sido más elevado que los promedios europeos, al punto que Irlanda es ya es segundo país de la UE, tras Luxemburgo, en términos del PIB per capita. De continuar en esa dinámica de crecimiento se podría conjeturar que en 20 años el PIB per cápita irlandés superaría al de la propia economía estadounidense.

¿Es exportable el modelo? Irlanda empezó captando inversiones directas de las multinacionales estadounidenses y se ha ido especializando en industrias vinculadas con los sectores de la informática y farmacéutica. De ahí que en Irlanda se asienten las principales empresas de fabricantes informáticos (Intel, Dell, Apple, IBM, así como plataformas de software), y se ha confirmado como uno de los centros de operaciones europeas de empresas farmacéuticas (como el caso de Glaxo Smith Kline). Significa esta dinámica dos elementos de referencia. El primero que se actúa seleccionando la captación de capital que sirva no solamente para impulsar un crecimiento sino que también contribuya a reforzar los parámetros de la atractividad territorial. Y en segundo lugar, que se apuesta por sectores de alta tecnología para coadyuvar a la promoción y estímulo de los patrones del conocimiento.

Es decir, en Irlanda se apostó por superar el ensimismamiento de una sociedad y el encapsulamiento de un territorio. Su apuesta ha sido mirar hacia afuera, saliendo a rivalizar y pugnar contra otros productos, servicios y territorios; y a insertarse de la mejor manera posible en el actual y creciente mercado abierto y cada vez más competitivo. Para lograr concretar su programa económico, el modelo irlandés se fundamentó en sectores de alto valor añadido, en la incorporación de tecnología, en la apuesta por la competitividad. Se han seleccionado y potenciado aquellas actividades en las que es posible mejorar, de manera rápida, la eficiencia y que además sean fácilmente competitivas a nivel mundial. Ello ha permitido atraer talentos, potenciar el capital humano y convertirse en plataformas para sectores y actividades de arrastre. Además, sus actuaciones públicas pivotaron sobre la flexibilidad en el mercado laboral y en una reducción de impuestos muy notable y diferenciadora respecto a los demás socios europeos.

Galicia, por su parte, está a medio camino de implantar nuestro propio modelo celta. De una parte, poseemos relevantes sectores de arrastre, tales como las actividades vinculadas con la agroalimentación; la nanotecnología, la biotecnología y la robótica. Pero, para seguir dando pasos necesitamos varias cuestiones básicas: a) invertir más en I+D+i+E (investigación, desarrollo, innovación y educación); b) fomentar el concepto de empresarialidad (espíritu de gestión y capacidad de asumir riesgos); c) ser atractivos en lo que concierne a la fiscalidad (o sea, atenuar impuestos); y d) mejorar nuestro posicionamiento competitivo (trabajar de manera coherente en la apertura de mercados).

Resulta cierto que la economía gallega ha recortado varios puntos con respecto a los promedios europeos y que hemos disminuido los diferenciales en lo que atañe a los índices que miden el capital infraestructural, tecnológico, y humano. Sin embargo, todavía quedamos lejos en los ratios de productividad, de dinamismo empresarial y de posicionamiento externo, tal y como viene recogiendo el Consello Económico e Social de Galicia en sus magníficos informes socioeconómicos. Las asignaturas pendientes se centran, en consecuencia, en aplicar aquellas políticas autonómicas que permitan reaccionar a ritmos más rápidos que las consecuencias derivadas de los grandes cambios. Irlanda se posicionó en su tiempo a las condiciones de un mercado más amplio; Galicia debe, por lo tanto, afianzarse en un nuevo escenario: el de la mayor competitividad y el de un mejor posicionamiento externo.

Necesitamos poseer políticas que acompañen al proceso modernizador con aquellas iniciativas empresariales exitosas, con la combinación del apoyo mutuo con los centros de investigación y contando con el beneplácito de la sociedad. Si no lo hiciéramos así, Galicia podría convertirse, como afirman en Irlanda, "en un corcho pequeño flotando en un mar global".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_