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Tribuna:EL FUTURO DE LA UE
Tribuna
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Por el amor laico entre la UE y Turquía

El autor defiende el ingreso de Ankara en la

Unión por el valor estratégico que le añade,

incluso en el principio de la libertad religiosaLa Unión Europea y Turquía se necesitan. Europa nunca podrá ser lo que desea sin Turquía, y Turquía no podrá modernizarse y anclarse a Europa si no se integra como miembro de pleno derecho en la Unión. Esta realidad no ha cambiado tras la victoria del Partido de la Justicia y el Desarrollo de Recep Tayyip Erdogan en las elecciones del pasado mes de julio. Con un reforzado Erdogan se continuarán adoptando las reformas democráticas que Turquía necesita para acercarse a la UE, tanto en el plano político como económico. Tras la elección de Abdulá Gül como primer presidente islamista de Turquía, Erdogan se enfrenta al reto de intentar cerrar el intenso debate interno sobre la reforma constitucional y el nombramiento del presidente de la República, del laicismo del Estado -sólo lo puede hacer garantizándolo-, así como de mejorar la difícil situación territorial kurda.

La UE decidió comenzar a negociar la adhesión de Turquía -junto a Croacia- en diciembre de 2004. Desde entonces, conviene recordarlo, a pesar de la ralentización chipriota del proceso se sigue avanzando y alimentando las expectativas e ilusiones de este país. Aunque ha pasado desapercibido, en junio de 2007 se han abierto dos nuevos capítulos de negociación -estadísticas y control financiero-. Es cierto que Francia no ha permitido que se abriera el capítulo referente al euro, y que Nicolas Sarkozy, contrario a la adhesión de Turquía, ha manifestado su voluntad de plantear el debate sobre los límites de Europa en el Consejo Europeo de diciembre de este año al tiempo que anuncia que Francia no bloqueará la apertura de nuevos capítulos de negociación por contradictorio que pueda aparecer. Su propuesta de Unión Mediterránea, un imprescindible paso adelante para el Proceso de Barcelona, sería mucho más fuerte y estable con Turquía y los Balcanes en la Unión. Turquía es socio fundador de la OTAN y del Consejo de Europa.

Al mismo tiempo, en el primer semestre del año la Presidencia alemana ha conseguido despejar el camino de reforma del Tratado, que incluirá las novedades que contenía la Constitución europea respecto al carácter específico de la política exterior y de seguridad común, y sobre su alcance, abarcando todos los ámbitos propios de las relaciones exteriores. En estos meses se ha continuado avanzando en la nueva asociación con Asia Central, y en las políticas de vecindad, inmigración y gestión de fronteras exteriores, cuestiones para las que Turquía desempeña un papel esencial.

Estratégicamente, la Unión sólo será la potencia global capaz de promover en el mundo los valores que la conforman -derechos humanos inviolables e inalienables, democracia, igualdad, libertad y Estado de derecho- si es capaz de hacerlo antes en el área geográfica en el que se inserta. Turquía, por su influencia en el mundo árabe y musulmán, presenta un valor estratégico esencial para el futuro de Europa. Más aún por la repercusión que para el equilibrio global tiene esa región. Desde una perspectiva geoestratégica, el mundo árabe y musulmán es para Europa lo que el mundo hispano es para Estados Unidos. Turquía es nuestro México. En la vieja Europa no hemos prestado suficiente atención al proceso de ascensión de hispanos en la Administración estadounidense. Europa debe hacer lo mismo, como ha hecho Francia con la ministra Rachida Dati, desde una perspectiva laica. La capacidad de influencia de la UE con Turquía como miembro de pleno derecho y con la reforma de los tratados vigente será muy distinta de la actual. Esa Unión será una potencia con una capacidad de influencia en el Mediterráneo, en Oriente Próximo y Asia Central formidable, y por ende en todo el mundo.

El ingreso de Turquía nunca se produciría antes de quince o veinte años. Mientras, la negociación es positiva en sí misma porque es fuente de importantes reformas en ámbitos tan importantes como los derechos humanos, profundización democrática, política social o liberalización económica. Proseguir negociando es fundamental para los intereses europeos porque implica avanzar en la consolidación de valores comunes como la libertad de opinión y de prensa, la libertad religiosa o la igualdad de derechos para todos los grupos sociales. Negociar es también la mejor manera de apoyar a todas las fuerzas turcas que defienden las reformas y los valores liberales y laicos en Turquía. Y Turquía hace los deberes. Por ejemplo, en la Asamblea de la Unión Interparlamentaria de este año se aprobó una resolución sobre respeto religioso consecuencia de la crisis de las caricaturas danesas. Defendí la enmienda de la delegación española equiparando la libertad religiosa con el derecho a no creer en nada o a cambiar de creencia y no ser perseguido por ello. Turquía votó afirmativamente junto al resto del grupo occidental, mientras que el grupo árabe presentó un voto particular unánime contrario a dicha frase.

Asistimos a un intenso debate sobre la cuestión del laicismo y de las diferentes reformas -constitucionales, modernizadoras, inspiradas por el islam y la sharia...-. El Ejército turco es el guardián constitucional del carácter laico del Estado. Blindaje que, con una Turquía plenamente integrada en la UE, debería definirse de otro modo superando definitivamente esa peculiaridad. Como decía Antonio Elorza, la europeización plena de Turquía en nada estorba a su condición de país de mayoría musulmana. La libertad religiosa es una libertad fundamental, plenamente compatible con el Estado laico creado por Mustafá Kemal Atatürk, y plenamente compatible con la Europa y el concepto de Estado laico que muchos deseamos para todos y cada uno de sus miembros. Un secularismo que consiste en la existencia de un entorno laico que protege derechos y libertades como afirmaba Ayaan Hirsi Ali. Este debate no está cerrado ni tan siquiera en Europa. Hay quienes consideran a Europa un club cristiano. No hay más que recordar el rechazo de gobiernos como el de los hermanos Kaczynski al preámbulo de la que pudo ser la Constitución europea, las perlas sobre la Europa cristiana a las que nos tiene acostumbrados la FAES, o la todavía más que imperfecta separación entre Estado e Iglesia católica de países como España. Recientemente, en plena ofensiva episcopal contra la educación para la ciudadanía, Fernando Savater se lamentaba de que el principal partido de la oposición, o sea el PP, siga prefiriendo un sistema educativo que forme feligreses obedientes y no ciudadanos conscientes. En el mes de julio, un dirigente del islamista Partido de la Justicia y del Desarrollo de Marruecos me aseguraba que Turquía nunca ingresaría en la Unión porque es, somos, un club "chrétien". Esta coincidencia de criterios no debe sorprender a nadie.

Juan Moscoso del Prado es diputado del PSOE por Navarra, miembro de la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso.

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