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Columna
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Signos mutilados

Nuestra consejera de Cultura, Miren Azkarate, nos acaba de recordar que la hipotética ilegalización de ANV "no va a servir para nada, nos va a alejar más de la solución". No pretendo discutirle la posible eficacia o ineficacia de esa medida, pero sí plantearle la pregunta que me surge tras la lectura de sus palabras: ¿la solución de qué? Es previsible cuál sería su respuesta, aunque cuando formuló su queja, al parecer, no nos la dio. Supongamos que al hablar de la solución se refiriera a la solución del "conflicto"; pues bien, vayamos a la fuente de su preocupación y veamos cuál fue la explicación que dio ANV de Durango de su rechazo a cualquier condena del atentado de ETA en esa localidad: lo consideraron "una consecuencia directa del conflicto".

Y una vez más, nos vuelve a surgir una pregunta similar a la que le planteamos a la consejera: ¿el conflicto entre quiénes? Pero aún dijeron algo más los concejales de ANV de Durango, a saber, que "no ha sido el primer ataque, ya que este pueblo lleva meses sufriendo los ataques de los estados español y francés", afirmación ante la que todavía nos cabe hacer otra pregunta: si de pueblo se trata, ¿de cuál? Ya ven adónde nos conduce el enunciado cojo de la consejera, al que forzosamente le tendríamos que formular en cadena las preguntas, de qué, entre quiénes y de cuál, las mismas que les tendríamos que hacer a los concejales de ANV, y seguramente con los mismos resultados.

Lo llamativo de este asunto es esa tendencia, tan frecuente por estos lares, a la utilización de signos mutilados, signos cuya necesaria compleción se elude. Y esa elusión no es inocente, y no lo es, entre otras cosas, porque tiene consecuencias prácticas. Las palabras "solución" o "conflicto", como entradas del diccionario, nos remiten a significados abstractos de procesos que para su concreción requieren ser determinados de forma diferente a como lo puede ser la entrada de diccionario "mesa". Damos solución a algo que habrá que especificar y un conflicto se dará entre partes que habrá también que especificar. Es cierto que si hablamos de "la solución" o de "el conflicto", podemos estar utilizando esos términos por antonomasia y dando por supuesto a qué solución o a qué conflicto nos referimos.

Puede ser así, en efecto, pero también puede ocurrir que estemos utilizando esas expresiones por elevación, como conceptos absolutos que, liberados de cualquier concreción, nos absuelven de todo compromiso, y también, de toda responsabilidad. Nos permiten situarnos en el limbo, libres de cualquier asunción de cargas. Veamos la reacción de ANV.

La bomba de Durango sería, para los concejales de ANV, "una consecuencia directa del conflicto". Dicho así, parece que la cosa no va con ellos, ni con ningún otro que no sean los implicados en el conflicto, que no sabemos quiénes son, pero que al parecer se lían a bombazos entre ellos, como los mafiosos de Nápoles, vamos, como suele ocurrir en esos fregados, razón por la que no hace falta condenar nada. He ahí, gracias al conflicto, la huida al limbo a la que nos referíamos, huida al limbo que no pasa de ser una estratagema. Pues sucede que quien a continuación sitúan en el mismo plano conflictual a las fuerzas de seguridad españolas y francesas que a los autores del atentado, nos muestra carecer de todo estado de inocencia y estar tomando parte en ese conflicto cuya concreción trata de eludir. Parece evidente que si la bomba la hubieran puesto no éstos, sino los otros -¿quiénes?-, los concejales de ANV no se hubieran abstenido con el argumento de que "eso es una consecuencia del conflicto"; se hubieran apresurado a condenarla y hubieran condenado, además, a todo aquél que no la condenara.

Está claro, por tanto, que la concreción del término "conflicto" fija posiciones y delimita responsabilidades, y que en su inconcreción se asienta la iniquidad. ¿Les ocurre lo mismo a los miembros de nuestro Gobierno vasco, tan proclives también a esas nebulosas? Porque es muy posible que "este pueblo" -¿cuál?- al que se refieren los concejales de ANV sea el mismo que el del señor Azkarraga, que vive la realidad como una confrontación entre nacionalistas vascos y nacionalistas españoles, como pone bien en evidencia su idea del "veto". No hay veto, señor Azkarraga, sólo hay una proporción bastante estimable de ciudadanos vascos, tan ciudadanos vascos como usted, que no están de acuerdo con la propuesta del Gobierno del que usted forma parte. Si, pese a su frágil rédito, usted pretende imponérsela, retando incluso a una legalidad que usted está obligado a defender, no hable de veto, señor Azkarraga, hable usted de responsabilidad, o mejor, de irresponsabilidad. De la suya, claro.

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