Crecimiento: algo menos pero mejor

Durante el segundo trimestre del año la economía española ha crecido a una tasa del 4%, una décima menos que el trimestre anterior, pero con una composición más favorable. Es lo que se deduce de los datos de la Contabilidad Nacional conocidos ayer. Sigue siendo necesario un reequilibrio en los motores de la economía nacional, pero podría firmarse por la continuidad de esta tendencia: algo menor cantidad a cambio de una mayor calidad de ese crecimiento.

El primer síntoma favorable es la estabilización del drenaje que viene suponiendo el sector exterior. Nuestra economía padece uno de los mayores déficit comerciales y por cuenta corriente del mundo. Los ingresos por turismo, relativamente estancados, no bastan para compensar ese desequilibrio. La novedad es que, si bien se mantiene el fuerte aumento de las importaciones, las exportaciones han aumentado un punto más que el primer trimestre. Por su parte, el crecimiento del consumo familiar se modera hasta el 3,3% interanual, uno de los aspectos más destacables. Hace más de un año que la tasa de crecimiento de esta importante partida es inferior a la del conjunto del PIB.

Es un comportamiento en cierta medida consecuente con la moderación en el desarrollo de las rentas salariales y con la elevación de los tipos de interés. Ello ha sido compatible con otro perfil favorable del crecimiento actual: la creación de empleo, que aumenta el 3,2% en ese segundo trimestre, equivalente a 590.000 nuevos puestos de trabajo a tiempo completo en un año. También es un registro favorable el de las inversiones en bienes de equipo, que han crecido al 13%, mientras que la construcción mantiene su desaceleración, hasta el 4,6%, frente al 5,2% anterior.

Una economía en la que la inversión privada se desarrolla a ese ritmo, después de 14 años de crecimiento ininterrumpido, está sentando las bases de un mayor y mejor crecimiento futuro. Para que ocurra en la realidad será necesario, de un lado, que el entorno internacional acompañe, limitando el contagio de la crisis crediticia americana. Y, de otro, que la política económica, en nuestro caso la presupuestaria en ciernes, incorpore una visión tendente a garantizar la continuidad de ese hasta ahora insinuado reequilibrio del patrón de crecimiento. Eso quiere decir mayor apuesta, no sólo inversora, por el fortalecimiento de la competitividad exterior, para lo que es necesaria una mayor dotación de capital tecnológico y humano.