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La llamada de la mujer misteriosa

Javier Etxepare se casó con una joven de Rentería y se fue a vivir a San Sebastián, pero mantuvo su empleo en la Papelera Española. Un engorro en aquel tiempo para un trabajo a turnos con un transporte público precario. "Me acordé entonces del párroco que me bautizó, y le fui a hacerle una visita con mi mujer. Nada más llegar, al anunciar mi nombre en la puerta de la casa cural, se oyó una voz del interior: '¡Que pase!". El que fuera cura de Zizurkil se acordaba a la perfección de aquel niño que había bautizado al terminar la guerra civil, en una época más que convulsa, exenta de alegrías, marcada por la persecución del perdedor y el nacionalcatolicismo.

Etxepare se dio cuenta de que aquel sacerdote, al que no había visto en lustros, sabía más sobre su vida que él mismo. Después de los obligados saludos, el joven encontrado en Asteasu le contó el motivo de su visita: quería cambiar de trabajo, porque los traslados entre San Sebastián y Rentería se le hacían imposibles. "Sólo con los viajes, me dejo el sueldo", le dijo. El cura atendió la petición de ayuda de Etxepare y le entregó una nota de recomendación para una empresa en la capital guipuzcoana.

"La más cercana a mi casa, ni más ni menos. Éste tiene más poder que Franco, me dije", recuerda. Cuando llegó a la mañana siguiente a la empresa, le recibieron de inmediato y le dieron el trabajo a la primera. "Luego, todas las semanas, una mujer llamaba para preguntar cómo me comportaba en mi puesto; pero nunca llegaba a identificarse, colgaba en ese momento". Etxepare, a la vista de la celeridad con la que actuó el cura, está convencido de que quien llamaba era su verdadera madre, de familia pudiente, que no pudo cuidar de él pero no le abandonó del todo.

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