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Reportaje:

"El País Vasco no está en venta"

La región francesa sufre una oleada de atentados contra intereses inmobiliarios y turísticos

Elena G. Sevillano

La granja de Marcel Accoceberry tiene una de esas vistas por las que los urbanitas recorren cientos de kilómetros los fines de semana. El valle pirenaico de Larrau, a tiro de piedra de la frontera con España, es un paisaje bucólico de verdes montañas salpicadas de vacas y casas con tejados de pizarra. Accoceberry señala una al otro lado del valle. Sin forzar demasiado la vista, se distingue que le falta parte del tejado. "La quemaron horas antes de que pasara por esta carretera el Tour el 25 de julio. Querían llamar la atención, que la humareda saliera en las noticias.

Este ataque no es una excepción. El País Vasco francés, que el presidente Nicolas Sarkozy visita hoy, vive desde hace varios meses una oleada de atentados con artefactos artesanales contra agencias inmobiliarias, residencias veraniegas y otros objetivos turísticos que la policía considera terrorismo de baja intensidad.

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Además de dedicarse a la cría de la renombrada vaca Blonde de Aquitania, Marcel ha sido alcalde de Larrau los últimos 31 años. Insiste, brazos en jarras, en que nunca, jamás, había ocurrido nada parecido en su pueblo, donde en invierno viven 217 valientes, cinco veces menos que en verano. En la fachada renegrida de la casa incendiada, que ha quedado completamente destruida, todavía se lee una frase escrita con spray negro: "Le Pays Basque n'est pas à vendre (el País Vasco no está en venta)". Al día siguiente del incendio en Larrau, ardió otra casa en el vecino Licq-Atherey. Ya en agosto, otra en Tardets-Sorholus, a una decena de kilómetros. Idénticas consignas decoraban las paredes. Esa última noche, además, alguien prendió fuego en Tardets a dos coches con matrícula de París.

En los últimos seis meses, se han contabilizado más de una veintena de atentados con artefactos caseros contra agencias inmobiliarias, segundas residencias y otros objetivos turísticos en el País Vasco francés, siempre sin víctimas. El último, la madrugada del miércoles, cuando unos desconocidos destrozaron a pedradas los escaparates de cuatro agencias en Biarritz y Anglet y escribieron con letras rojas "EH ez da salgai" (Euskal Herria no está en venta).

En plena oleada de atentados con tintes nacionalistas, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, tiene previsto viajar hoy a la localidad vascofrancesa de Bayona acompañado de la ministra del Interior, Michèle Alliot-Marie.

La visita tendrá una única protagonista: la lucha contra el terrorismo. Alliot-Marie conoce bien la realidad del País Vasco francés, ya que fue alcaldesa de San Juan de Luz, municipio cercano a Bayona. Aprovechando la presencia de los mandatarios, Batasuna, partido legal en Francia, llamó ayer a una "movilización" en favor de la autonomía del País Vasco. El eslogan de la concentración, según avanzó ayer en un comunicado, será "Sarkozy: reconoce y respeta el País Vasco. Autonomía".

Los ataques contra intereses residenciales y turísticos, algunos reivindicados por un grupo llamado Irrintzi (grito, en euskera), pretenden denunciar la especulación inmobiliaria en el País Vasco francés. Hacía más de 20 años que no se vivía una situación de violencia similar en el sur de Francia. En los años ochenta, la organización terrorista Iparretarrak (los del norte, en euskera), de carácter nacionalista vasco, también realizó cientos de atentados contra objetivos turísticos en la zona.

La mayoría de la veintena de ataques producidos en los últimos seis meses han golpeado a la costa vasca, sede de un mercado inmobiliario floreciente: sólo en la conurbación de Biarritz, Bayona y Anglet hay más de medio millar de oficinas dedicadas a la compraventa de casas. Pero este verano ha sido Soule -Xiberoa en el dialecto del euskera que se habla en la zona- la más pequeña de las siete provincias históricas vascas, la más afectada por las bombas incendiarias que han destruido segundas residencias.

Una zona rural y poco poblada, que vive todavía de espaldas al turismo masivo, dedicada principalmente a la ganadería. Los habitantes de Larrau, Licq y Tardets, unidas por la misma carretera que recorrió el Tour a finales de julio, no acaban de entender la reivindicación de los incendiarios. "¿Especulación inmobiliaria aquí?", se pregunta en su despacho el alcalde de Tardets (656 habitantes), el socialista Pierre Erbin. "No más que en cualquier otro lugar de Francia; menos, de hecho".

Erbin, 37 años de alcalde, tiene claro qué hay tras los ataques: "Es gente cercana al radicalismo vasco, a Batasuna, a ETA; no creen en la democracia". "Más que atemorizada, la gente está enfadada", asegura Erbin.

En el caso de Maite, que vive con sus dos hijos a escasos 50 metros de la casa quemada en Licq, se juntan el miedo y el enfado. Una empresa contratada por la aseguradora está limpiando los estragos de las llamas. Todavía no han borrado el graffiti. Con dinero y ganas, la casa podría volver a ser habitable, pero Maite asegura que los propietarios, un matrimonio de Toulouse, no quieren ni oír hablar de volver. Después de veranear de alquiler en el pueblo 30 años, habían decidido comprarse una casa con el dinero de la jubilación. "Cuando alguien decide restaurar una vieja granja, condenada a la ruina, es una riqueza, es vida. ¿Acaso es mejor dejar que se caiga a pedazos?", se pregunta, la mirada fija en las ventanas rotas, cubiertas por un plástico.

"Sí que han subido los precios; en diez años se han doblado", afirma Beñat Etchebest, agente inmobiliario de SNI, una de las tres únicas agencias de Mauléon-Licharre, la capital de la provincia. El último acelerón hay que atribuírselo al auge de las low cost. En 2002 la compañía de bajo coste Ryanair se instaló en Biarritz. Un año después, en Pau, a 40 sólo kilómetros de Mauléon. Eso atrajo a la zona a compradores extranjeros, sobre todo ingleses, fascinados por los paisajes, la tranquilidad de los pueblos en los que nunca pasa nada y las gangas inmobiliarias.

"El 30% de nuestras ventas son de segundas residencias", explica Etchebest. Pero sólo el 20% están en manos de extranjeros. En realidad, no se puede hablar de especulación, asegura el agente inmobiliario, sino de la salida al mercado de viejas granjas por las que sus dueños jamás pensaron que nadie daría un duro. Al ver que alguien las compraba, se animaron a ponerlas en venta y los precios subieron.

Todas las casas incendiadas en Soule estaban vacías cuando las atacaron, siempre de noche. La de Tardets pudo arder "seis o siete horas" antes de que alguien se diera cuenta, relata Jean-Claude, un ganadero que lleva sus vacas de leche a los pastos cercanos. Sin su ofrecimiento a hacer de guía, es prácticamente imposible llegar a la casa quemada, aislada a más de seis kilómetros del pueblo. Tras subir una pista forestal empinada, aparecen los restos ennegrecidos de la granja. Jean-Claude está convencido de que tiene que haber un chivato, alguien que conoce bien la zona y puede informar de cuándo está vacía la casa, quién es su propietario y cómo llegar hasta ella. El alcalde de Tardets está de acuerdo. También Serge, empleado de la gasolinera Elan. Y los dos ganaderos que, acodados en una valla a pie de carretera, comentan que "esto puede hacer mucho daño al poco turismo de la zona". Quizá por eso nadie quiere dar su nombre, si acaso, sólo el de pila.

También trabajan con la hipótesis del chivato los agentes encargados de la investigación. Los incendios intencionados de Soule -y el resto de ataques en la Costa Vasca- se salen del marco del derecho común, por lo que están en manos de la Fiscalía de Pau y de la Fiscalía antiterrorista de París. Estas acciones violentas no se consideran simples actos vandálicos en protesta por los altos precios de los inmuebles en el País Vasco francés, según fuentes próximas a la investigación, sino "terrorismo de baja intensidad", que tiene el objetivo de "atemorizar" a la población.

Casa incendiada en Larrau, localidad francesa situada a unos siete kilómetos de la frontera española.
Casa incendiada en Larrau, localidad francesa situada a unos siete kilómetos de la frontera española.JESÚS URIARTE
Quiosco de prensa en Tardets, con una publicidad de la revista <i>Historia</i> dedicada en agosto al País Vasco.
Quiosco de prensa en Tardets, con una publicidad de la revista Historia dedicada en agosto al País Vasco.J. U.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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