El mandato de Uribe
El presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez lleva ya un año de su segundo mandato y en el tiempo transcurrido se ha hecho un experto en poner mejor cara al peor tiempo. A la detención de legisladores y políticos uribistas por complicidades, especialmente de carácter lucrativo, con los paramilitares -30.000 de los cuales se han desmovilizado sin rendir cuentas por sus fechorías-, se añade ahora una grave nube de escándalos que ha venido recientemente a envolver a las Fuerzas Armadas.
El contraalmirante Gabriel Arango, organizador de los Juegos Centroamericanos y del Caribe del año pasado, fue retirado hace dos meses del servicio. Esta semana, el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, ha reconocido que se le está investigando. La prensa colombiana afirma que lo que puede haber detrás son conexiones con el narcotráfico, actividad delictiva a la que se dedican tanto los guerrilleros de las FARC como muchos paras, desmovilizados o en activo.
Uribe no adora a algunos altos mandos militares con los que ha tenido que hacer la guerra contra la insurrección terrorista. Además, ha habido vinculaciones entre jefes de las Fuerzas Armadas y la contraguerrilla, saldadas en ocasiones con destituciones y retiros. Para colmo, el presidente mandó soltar hace unas semanas, sin visible contrapartida, a un centenar de guerrilleros y a un jefe de las FARC -que disfruta ya de su libertad en Cuba- en una operación solicitada por el presidente Sarkozy. Se supone que el jefe del Estado francés esperaba conseguir así la liberación de Ingrid Betancourt, ex candidata presidencial y ciudadana francesa, que lleva cinco años cautiva.
Uribe puede acariciar un tercer mandato, y aunque la acumulación de desgracias debería hacer improbable esa apetencia, también hay uribistas que argumentan, capciosamente, que habría que darle cuatro años más porque "sólo él es capaz de resolver el problema". El gran e indiscutible éxito del presidente colombiano, obtenido en su primer mandato, fue hacer retroceder a las FARC hacia sus santuarios, lograr una formidable recuperación de la confianza ciudadana por la posibilidad de desplazarse sin peligro por muchas zonas del país y un avance económico sostenido, derivado de esa confianza, que se ha traducido en un aumento considerable de las inversiones extranjeras. Pero, desgraciadamente, ni ha derrotado a las FARC, ni hay motivo para creer que eso vaya a ocurrir en un enésimo mandato.
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