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Columna
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Toros y Guerra Civil

El pasado mes de junio se cumplió el 70º aniversario de la entrada del ejército de Franco en la hasta entonces Invicta Villa de Bilbao. En 1936, la última corrida tuvo lugar el 2 de mayo, la cual recordaba -desde 1876- la victoria liberal sobre el ejército carlista, festejo en el que se anunció a Manolo Bienvenida y Jaime Noaín. Como la mayor parte de los matadores de esta generación, el diestro de Gallarta fue inicialmente proclive a la legalidad republicana, hasta que aprovechando un viaje para torear en el sur de Francia se pasó al bando franquista.

Sólo unos días más tarde -el 24 de mayo-, un humilde banderillero, Toribio Navarro, perdía la vida en la oscura arena de Vista Alegre. En junio se programó una novillada mixta, con la actuación estelar de las hermanas Amalia y Enriqueta Palmeño, a quienes acompañaba el novillero de Baracaldo Paquito Villarroel. Dos charlotadas más -los días 5 y 10 de julio- junto a la actuación de Llapisera y la tradicional Becerrada de los Chóferes, pusieron el punto final a la media temporada. Antes de que finalizase el mes de julio, el estallido de la Guerra Civil impidió la celebración de las Corridas Generales. El día que las tropas franquistas se levantaron en armas, la comisión taurina, presidida por Federico Ugalde, que se encontraba en Salamanca, se vio obligada a permanecer en Vitoria. El Cinturón de Hierro les impidió el paso.

A pesar de la Guerra Civil, Bilbao mantuvo su prestigio como plaza torista
En Vista Alegre se entremezclaban las celebraciones taurinas con las patrióticas

En Vista Alegre, entre julio de 1936, inicio de la guerra civil, y abril de 1939, en que finalizó la contienda, se programaron 17 festejos taurinos: diez corridas de toros, seis novilladas y un festival benéfico.

La temporada de 1937 se cerró con dos corridas y un festejo menor. En los primeros eventos taurinos tomó parte Jaime Noaín, que cortó cuatro orejas y dos rabos. En la novillada reapareció, en el papel de rejoneador, Juan Belmonte.

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El 19 de junio, tras once meses de guerra, las tropas de Mola tomaron Bilbao. Setenta días más tarde, se programó la primera corrida de la nueva era. Esa tarde, se lidiaron seis toros de Juan Pedro Domecq, "ese gran patriota español", según definió un revistero del Pueblo Vasco al ganadero jerezano, quien había regalado los bureles para contribuir al éxito de la causa. Entre los asistentes a esta rentrée se encontraban, invitados, los embajadores de las tres naciones amigas: Alemania, Italia y Portugal. Los organizadores de la corrida patriótica sugerían la conveniencia de colaborar al éxito de la misma: "Todo buen español está obligado a asistir a estos espectáculos taurinos benéficos", según aparecía en la publicidad de los diarios de la Villa . El anuncio de este primer acontecimiento taurino se cerraba con la exclamación "¡¡Viva España!!"

La función tenía el objetivo de colaborar en "la suscripción nacional para el Ejército, Auxilio Social, Santo Hospital Civil y Casa de Misericordia de Bilbao". Para mayor gloria del bando vencedor, y consiguiente éxito económico, se recomendaba a las empresas vizcaínas la conveniencia de adquirir localidades para presenciar las funciones. Entre ellas destacó el Banco Central, "que ha abonado el importe de un palco, destinando sus localidades a los heridos de guerra" . Por este motivo, los nombres de las sociedades y personas que colaboraban con la causa aparecían relacionados en la prensa, con nombres y apellidos, junto con las aportaciones dinerarias de cada uno.

Los días en que se programaban festejos taurinos caminaban en paralelo con las festividades políticas de obligado cumplimiento. El 20 de junio de 1938, una corrida de toros remató los actos del primer aniversario de la Liberación. Tarde amenizada por los compases de las bandas de música de los Requetés de Pamplona y Frente de Hospitales. El palco presidencial lo ocupó el general López Pinto, capitán general de la VI Región Militar, a quien se aplaudió con fuerza tras escucharse el himno nacional, momento que el militar aprovechó para arengar a los asistentes al grito de: "Vitoreo a España y a la Vizcaya española". Jaime Noaín, brindó la muerte de un toro a José Maria Oriol, jefe de la Falange en Vizcaya. A las varias veces centenaria institución, el Santo Hospital Civil, copropietario de Vista Alegre, se le añadió el vergonzoso apellido de Generalísimo Franco.

En la primera Corrida General de 1938, Rafaelillo, tras una buena actuación premiada con dos orejas y un rabo, salió de Vista Alegre a hombros de un numeroso grupo de heridos de guerra: "Hubo también unos legionarios heridos que se tiraron al ruedo y abrazaron y baquetearon a Rafaelillo hasta ponerle como una breva. Más tarde, lo sacaron a hombros, después de oír, brazo y pensamiento en alto, el himno nacional que interpretó la Banda de la Misericordia como remate de la corrida".

En Vista Alegre se entremezclaban las celebraciones taurinas con las patrióticas. Los heridos hospitalizados en la Villa, junto con sus enfermeras, eran espectadores habituales de los espectáculos taurinos. En el ecuador de estos festejos, la banda de música interpretaba los himnos del Movimiento Nacional y España, que los espectadores escuchaban de pie y con el brazo en alto. Entre los asistentes se realizaban cuestaciones para ayudar a los lisiados. En algunas corridas se recaudaban hasta 11.000 pesetas. En ocasiones, el Auxilio Social se veía obligado a aportar hasta 4.000 pesetas suplementarias, para que pudieran acudir a la plaza todos los heridos. La mayor parte de los festejos estaban organizados por la delegación provincial de Auxilio Social de Vizcaya y la Falange a beneficio de los frentes y hospitales.

El 30 de abril, El Correo Español-El Pueblo Vasco anunciaba un festejo patriótico: "El domingo no quedará ninguna localidad vacía en la plaza durante la gran corrida de Auxilio Social. Se están ya agotando todas. Ni quedará ningún herido sin poder asistir por falta de dinero. Bilbao, que tan espléndidamente ha respondido a cuantas llamadas de patriotismo le han sido hechas, no quedará tampoco atrás esta vez. Ir a los toros el domingo es señal no sólo de patriotismo, sino de verdadera afición"

A pesar de la Guerra Civil, Bilbao mantuvo su prestigio torista. Vista Alegre fue una de las pocas plazas donde se lidió el toro-toro en su integridad y se continuaba pagando a los ganaderos el precio que valían sus reses. Los criadores de bravo seguían reservando sus mejores morlacos de cinco hierbas para Bilbao: "Ayer hubo un verdadero gentío tras las severas celosías, que permiten ver, sin sobresaltos, los seis colosales ejemplares que ha enviado Pablo Romero para la corrida magna del jueves. El que quiera ver toros de verdad que no falte".

La temporada de 1938 se celebraron siete corridas y dos novilladas. La nota exótica corrió a cargo del aspirante germano, Willy Rau, miembro de la Legión Cóndor, quien con posterioridad a esta actuación declaró su intención de exportar la fiesta taurina a Alemania.

El diestro más destacado de las corridas de agosto fue Noaín, que cortó cinco orejas y un rabo, seguido por Bienvenida, Rafaelillo, Lalanda y Barrera que, magnánimamente, recibieron dos apéndices auriculares y un rabo cada uno. Solo Cagancho rompió la línea triunfalista cosechando cuatro broncas.

La temporada de 1939 se presentaron en Vista Alegre los hermanos Dominguín: Domingo, Pepe y Luis Miguel. Entre los tres destaco el hermano menor, Luis Miguel, un niño de 13 años que deslumbró a los asistentes con sus amplios conocimientos sobre la lidia. Y así lo plasmó el critico de La Gaceta del Norte: "El chavalillo, Luis Miguel, toreó con temple, ritmo y sabiduría de persona mayor. Banderilleó con una majeza y una maestría extraordinarias y realizó con la pañosa dos magnificas faenas llevando al toro embebido entre los pliegues de aquélla. La intuición de lo que es el toreo la tiene Luis Miguel, y para él el toreo no tiene secretos. Si no se malogra -que suele ser achaque de estos niños prodigio- la historia taurina inscribirá en sus paginas con letras de oro el nombre de este pequeño gran lidiador".

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