La tumba de Azaña
Llegaron las vacaciones y, con ellas, el tradicional viaje por zonas cercanas a España. Así que camino de los castillos del Loira, pasamos por la localidad francesa de Montauban, una bella demostración del espíritu del midi francés. Sin pretender nada más que conocer lugares que tienen que ver con nuestra historia, dimos una vuelta por el cementerio viejo de la ciudad a la búsqueda de la tumba del último presidente republicano, don Manuel Azaña.
De la misma manera que podemos haber visitado el panteón real de El Escorial o cualquiera de los anteriores; sin la menor intención de revancha, quisimos ver dónde yacía un presidente elegido democráticamente y muerto en la responsabilidad de su cargo aunque éste hubiera sido ya usurpado tras el golpe militar. Por el placer de intentar comprender cómo fueron aquellas jornadas tristes para muchos españoles, tal vez por respeto a lo que su cargo conlleva o por mera curiosidad, nos recorrimos aquel camposanto hasta lograr descubrir la pequeña tumba tan sólo ornada por recuerdos de viejos republicanos y dos banderas tricolores.
Esta carta es, fundamentalmente, una denuncia de la situación de abandono del lugar donde yace un jefe de Estado español. No nos parece correcto que nuestro Estado no se preocupe por el lugar donde yace un antiguo jefe. Si bien Azaña dejó claro que no quería que sus restos se trasladaran de Montauban tras su muerte, eso no implica que nuestro país no tenga responsabilidades en su custodia y mantenimiento. Creemos que el Gobierno de España debe realizar las gestiones pertinentes ante el Estado francés o el propio Ayuntamiento de Montauban para que la tumba del presidente tenga una presencia adecuada a su cargo y representación, así como que se garantice su correcto mantenimiento.
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