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Entre el arte y la historia

Son muchas las iniciativas que en los últimos años están llamando la atención de la sociedad sobre su pasado más reciente, especialmente el que vivieron unas generaciones que están desapareciendo inexorablemente. También es cierto que bajo un amplio y confuso manto que se ha convenido en denominar memoria histórica, se incluyen acciones de todo tipo, desde las que ponen el énfasis en la comprensión crítica y compleja de la historia, hasta aquellas otras que han caído en la fácil tentación de buscar justificaciones partidarias.

En este amplio y escurridizo contexto surgió hace más de tres años una propuesta singular. Singular porque tuvo su origen en el mundo del arte, y en la construcción de discursos sobre su papel social. Su impulsor fue el artista Francesc Abad, que propuso inicialmente una reflexión sobre el significado del Camp de la Bota, un espacio que en la historia barcelonesa se asocia a los fusilamientos masivos de la posguerra y a los barraquistas que llegaban a la ciudad cargados de esperanza, pero encontraban una dura vida de chabolistas. Pues bien, en ese espacio se preparaba el Fórum de las Culturas, que inicialmente obviaba la dura historia de ese pedazo de territorio barcelonés sobre el que se asentaba. Así surgió la propuesta de Francesc Abad, que quería rescatar del olvido la historia más negra del Camp de la Bota, que ahora se convertía en los cimientos del número 1 de la Diagonal. La propuesta de Abad pasaba por conceder el máximo protagonismo a las personas, a los fusilados por la represión franquista en el Camp de la Bota. Protagonistas de carne y hueso, con nombre y apellidos, la mayoría anónimos para los grandes relatos históricos. No obstante, tras cada uno de ellos podían explorarse recuerdos familiares, historias de recuerdo pero también de olvido intencionado, circunstancias muy diversas. Y, naturalmente, también la vivencia desde el presente.

La iniciativa de Abad ha tenido una proyección muy interesante. Desde enero de 2005 hasta la pasada primavera la exposición El Camp de la Bota ha recorrido 11 salas de exposiciones de diversas ciudades catalanas, y en cada punto de ese itinerario la exposición se ha convertido en epicentro de diversas actividades paralelas. Pero lo más relevante es que en cada una de esas paradas la exposición se reelaboraba con nuevos documentos, imágenes y filmaciones de los fusilados de la localidad correspondiente y con nuevos testimonios de amigos y familiares. Una reelaboración constante que no sólo se producía a través de esa itinerancia -que comenzó en El Prat y acabó en L'Hospitalet-, sino que también se producía constantemente a través de la página web del artista. Se ha tratado siempre de un proceso colectivo, hasta el punto de que el último catálogo editado no lleva la firma de Abad, sino que la autoría deviene compartida entre un amplio equipo formado por especialistas en el campo del arte y de la historia, que han trabajado conjuntamente en un proyecto que siempre se ha vivido en proceso de creación. Ahora, con la cesión del conjunto del material al Museo de Arte Contemporáneo (Macba), la filosofía inicial se mantiene, ya que todo el material producido seguirá teniendo un uso público.

Dos apuntes finales. La propuesta del Camp de la Bota nos invita a reflexionar sobre la posibilidad de romper las fronteras que separan la investigación de la difusión. Y otra de no menor trascendencia: el trabajo iniciado por Abad es una oportunidad excelente para volver a discutir sobre el papel del arte en nuestra sociedad. O dicho de otra manera, de la posibilidad que ética y estética vayan de la mano.

Carles Santacana es historiador.

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