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La irresponsabilidad de Europa

El domingo 29 de julio, The New York Times, seguramente para compensar a sus lectores por los servicios que prestó al régimen de Bush en los primeros tiempos de la guerra de Irak, publicó un largo artículo de la distinguida catedrática de Harvard Samantha Power. En él, la profesora alegaba que la expresión "guerra contra el terror" induce sistemáticamente a confusión y que, mientras Estados Unidos no ponga en marcha una estrategia distinta que sustituya a la actual, nos aguardan nuevas catástrofes. Los cines muestran, con gran afluencia de público, un nuevo documental titulado No End In Sight (Ningún final a la vista), en el que destacados veteranos civiles y militares de la ocupación iraquí ofrecen pruebas de la deshonestidad, la ignorancia y la estupidez con las que se ha comportado Bush. Ninguna de estas cosas impresiona al primer ministro Brown. Cuando se dirigía a entrevistarse con Bush, elogió a Estados Unidos por encabezar la lucha contra "el terrorismo internacional". Brown quiere dar una imagen churchilliana, pero el único detalle en el que le recuerda es involuntario. Tras una penosa actuación de Anthony Eden en el Parlamento, Churchill reprendió a su protegido: "Anthony, hijo, has recurrido a todos los clichés de la lengua inglesa, salvo Dios es amor y los caballeros deben arreglarse el traje antes de abandonar el local". ¿Cuándo van a librarse Brown y otros europeos de nuestros clichés imperiales y empezar a comportarse con un mayor grado de independencia?

Los europeos siguen mostrándose conformes con esa farsa que es la política de Estados Unidos para Oriente Próximo. Se anuncian iniciativas fraudulentas que luego son rápidamente enterradas. Eliot Abrams, que aunque formalmente es funcionario estadounidense de hecho representa a Israel en nuestro Consejo Nacional de Seguridad, aseguró hace poco a un grupo proisraelí que la secretaria Rice necesita dar la impresión de que hace cosas, pero que el presidente nunca actuaría en contra de Israel. El débil primer ministro israelí, Olmert, tiene la fuerza suficiente para dejar las fronteras, los refugiados y Jerusalén fuera de las negociaciones con los palestinos, con los que las convierte en inútiles. Ahora, Estados Unidos quiere inundar Oriente Próximo de armas. Los amigos de Israel en el Congreso se han opuesto, pero darán su consentimiento si se garantiza la superioridad militar israelí. No tienen en cuenta la incompetencia de los generales israelíes ni la posibilidad de que, en el próximo conflicto, la moral de la población civil se venga abajo. Es mucho más fácil mantenerse firmes en Brooklyn que en Haifa.

Mientras tanto, Estados Unidos prepara un ataque contra Irán. Las negociaciones con los iraníes en Bagdad están dominadas por las acusaciones de que los iraníes son responsables de los atentados contra las fuerzas estadounidenses. Se están llevando a cabo actividades encubiertas en el interior de Irán. Bush puede estar seguro de que una acción contra ese país dividirá a los demócratas, porque Israel estará de acuerdo. La alianza creada por él y formada por el lobby israelí, los unilateralistas del sector militar-industrial y los defensores de la literalidad de la Biblia, que van en busca del Apocalipsis, sigue viva y coleando. El incremento del poder presidencial, tanto legítimo como ilegítimo, a lo largo del último siglo imperial hace que nada pueda detener a Bush. Y Brown ha vuelto a darle luz verde: no excluye emprender acciones militares contra Irán.

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Para no ser menos, el dirigente socialdemócrata alemán Kurt Beck ha exigido que se amplíe la participación de Alemania en Afganistán. Tendría sentido si, al mismo tiempo, reclamara un compromiso con las tareas de reconstrucción económica y social. Alemania podría también exigir que las fuerzas estadounidenses en Afganistán modifiquen sus tácticas actuales: primero disparan, luego preguntan y luego dicen que todas las víctimas eran talibanes. En las circunstancias actuales, Estados Unidos aprovechará la iniciativa alemana para sus propios fines. Las definiciones de "socios" que utiliza EE UU proceden de diccionarios bilingües escritos por completo en inglés de América.

Hay una última cuestión. Dentro de nuestras fronteras nos encontramos ante un golpe de Estado permanente. El código de conducta de la Casa Blanca se caracteriza por las falsedades sistemáticas, el secretismo y la violación de la Constitución. También los europeos son blanco de la expansión del Estado norteamericano. Los secuestros en territorio europeo, la intercepción de sus comunicaciones electrónicas y la captación de las élites europeas por parte de nuestro aparato no van a cesar. Los Gobiernos europeos actúan como si el régimen de Bush fuera un Estado democrático normal, pero, en realidad, es un Estado autoritario y militarizado. La aprobación incondicional de la campaña contra el "terror" por parte de los europeos refuerza las pretensiones de legitimidad de Bush. Las mayorías en las dos Cámaras del Congreso están esforzándose para restablecer el imperio de la ley, y los Gobiernos europeos están interfiriendo al ponerse del lado de un presidente que, sin ningún género de dudas, no comparte los valores democráticos, pluralistas y laicos de sus ciudadanos. Esta irresponsabilidad, si no se corrige, nos costará a todos muy cara.

Norman Birnbaum es catedrático emérito en la Facultad de Derecho de la Universidad de Georgetown. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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