Sobre la caducidad del tabaco
Ante la pregunta que se hacen los abogados Antón y Fernández sobre la caducidad del tabaco (EL PAÍS, 28-7-2007), el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo desea ayudar a esclarecer esta cuestión.
En primer lugar, hay que recordar que los productos del tabaco están extraordinariamente regulados, pero a conveniencia de la industria tabacalera. Es decir, cualquier contenido informativo asociado al producto que aclare y haga más creíbles los verdaderos riesgos para el consumidor ha sido rechazado por las tabacaleras. Hasta hace pocos años se resistieron a que aparecieran los contenidos de nicotina, alquitrán y monóxido de carbono (Directiva Europea de 2002), y en sus páginas web lo siguen relativizando al decir que estos contenidos dependen de "la forma de fumar".
En realidad, el tabaco es el único producto de consumo que no está sujeto a las leyes de etiquetado. La fecha de caducidad es un dato poco relevante para la salud. No está claro que un tabaco caducado sea más perjudicial que uno fresco. Puesto que en el fondo es un veneno, cabría pensar que incluso pudiera ser menos tóxico si está ya viejo. Por otra parte, el tabaco "fresco" contiene más de 2.000 productos distintos. A eso hay que añadirle 600 aditivos cuya combinación es secreta por acogerse las compañías a la Ley de la Propiedad Industrial. Finalmente, la combustión del tabaco origina más de 4.500 componentes distintos, entre los cuales destacan cerca de 70 cancerígenos, muchos de ellos demostrados en la especie humana.
El cigarrillo no es más que un sofisticado producto de ingeniería química diseñado para suministrar dosis de nicotina y conseguir fieles clientes durante la mayor parte de la vida. Luego cada cajetilla debería ir acompañada con un tratado de medicina, uno de química y uno de derecho.
Francamente, a nosotros lo que nos preocupa es la fecha de caducidad del consumidor más que la del producto.
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