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Tres casos en un año

Fernanda Fabiola Urzúa vestía igual que las gemelas K-Narias, el grupo femenino de reggaeton, que conquista las listas estadounidenses. Le gustaba llevar trenzas y ropa ajustada según la describieron ayer algunos de sus amigos.

Su máxima ilusión era ser actriz. Así al menos se lo comentaba a su grupo de amistades, al que ya no frecuentaba tanto porque desde hacía semanas sus padres habían dejado el barrio de El Fraile para mudarsae al de TenBel, a tan sólo unos pocos kilómetros de distancia.

El matrimonio y su hija única habían llegado al sur de la isla hacía unos 6 años "para darle a su hija una vida mucho mejor, llena de oportunidades". Ahora, la madre sólo quiere que su hija aparezca: "Como sea, pero que aparezca".

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Extrovertida, de buena conducta, nada rebelde y aficionada a los idomas, tenía ganas de viajar y había ideado un plan para visitar Alemania y embarcarse en un proyecto de estudios para aprender la lengua. Sus amigas no entienden qué es lo que ha podido pasarle, pero lo achacan a ese camino oscuro que Fernanda decidió recorrer el pasado jueves.

Desde entonces, todas las familias de la zona viven con miedo. Los últimos casos de desaparaciones de niños en Canarias han aumentado esa sensación y nadie tiene puede explicarse lo que está pasando.

El primer caso fue el de Sara Morales, de 14 años, en Las Palmas de Gran Canaria. Hoy se cumple un año desde su desaparición.

La otra desaparición ocurrió hace cuatro meses. El pequeño Yeremi Vargas, de 7 años, fue visto por última jugando con sus primos en una calle de Vecindario, también en Gran Canaria.

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