El factor K
K de Kirkuk. O K de un Kurdistán independiente. Dadas las circunstancias, viene a ser casi lo mismo. Kirkuk puede ser uno de los centros del difícil equilibrio para la supervivencia de algo cuasi confederal, que se pueda seguir llamando Irak. La ciudad iraquí de Kirkuk se ha convertido para muchos kurdos en lo que llaman "nuestra Jerusalén". Pero puede también tornarse en una nueva Bagdad. No es sólo el futuro de Irak lo que está en juego en Kirkuk, sino el de algunos países vecinos, ninguno de los cuales quiere ver nacer un Kurdistán independiente, y menos con grandes reservas de petróleo en su subsuelo.
Así, tras las elecciones en las que ha ganado claramente Erdogan, el futuro de Turquía se juega tanto en Ankara o Estambul como en Kirkuk. Depende de en qué parte acabe cayendo esta ciudad que se asienta sobre un subsuelo lleno de petróleo. Si -tras el referéndum previsto para el 15 de noviembre- Kirkuk pasa a manos de la región autónoma kurda de Irak, esto dará un poder a los kurdos que los turcos (y otros vecinos) no quieren otorgar a uno de esos pueblos sin Estado que se asienta en varios países de la región.
En el Kurdistán iraquí ha habido en los últimos años, desde la invasión americana, una discreta limpieza étnica, prácticamente avalada por el discutido artículo 140 de la nueva Constitución de Irak, para sacar de la región a la población árabe que el régimen de Sadam Husein llevó allí a partir de 1968 para arabizarla. Los kurdos, que habían sido desplazados en sentido contrario, se han ido reasentando en números significativos (más de 300.000, se calcula), especialmente en Kirkuk. La región ha vivido una cuasi independencia desde 1991, bajo protección anglo-americana. Los jóvenes ya no saben árabe, pues se han escolarizado en kurdo.
Hasta ahora, esta región de Irak se había librado del caos general. Puede que ya no lo consiga. La escalada de violencia ha sido paulatina. A mediados de julio, un suicida mató a 85 personas en Kirkuk. Es pasto para el terrorismo de Al Qaeda, aunque allí no cuente con una base social. Puede también que la nueva presión militar americana contra terroristas e insurgentes en Bagdad haya llevado la violencia a otras partes, incluida Kirkuk.
La concentración de fuerzas turcas en la frontera es una clara señal de las preocupaciones de Ankara (de todas formas, ya hay como 5.000 soldados turcos en el interior). En el pasado, tales gestos han sido falsas alarmas, o amenazas de los militares para forzarle la mano al Gobierno de Erdogan. Tales amenazas se pueden materializar con un amplio apoyo popular en Turquía donde, sin embargo, representantes de los kurdos han entrado en el Parlamento en mayor número que nunca, como independientes, pues no podían concurrir como partido.
Ni siquiera es seguro que pueda celebrarse un referéndum en Kirkuk. Es probable que se aplace. El presidente regional, Massud Barzani, se ha percatado de ello y puede estar buscando generar una situación de independencia de hecho, con ayuda del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), enemigo abierto de Turquía, aunque el pasado 12 de junio declarase un alto el fuego unilateral.
Turquía e Irán podrían pactar por su cuenta en contra del nacimiento de un Estado kurdo independiente en el actual Kurdistán iraquí. Saben que la incorporación de Kirkuk y otras ciudades no es aceptada ni por árabes, turcomanos, cristianos ni otros en Irak. Un asesor del presidente turco declaraba recientemente que si el Kurdistán iraquí se declaraba independiente, Turquía invadiría de inmediato, como tampoco aceptaría la incorporación de Kirkuk. Pero otros turcos consideran que tal independencia podría llegar a ser buena para la economía turca, pues un Kurdistán independiente viviría del petróleo e importaría mucho más de Turquía.
En todo caso, el problema kurdo no se desvanecerá por sí solo. De hecho, si no se controla la situación, la verdadera guerra civil en Irak podría desencadenarse en Kirkuk. aortega@elpais.es
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