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La encrucijada turca

El líder que lanzó un pulso al Ejército

El islamista Erdogan quiere reformar un país laico en el que las Fuerzas Armadas han sido durante décadas guardianes de la ortodoxia

Juan Carlos Sanz

"Con su desafío a los militares al presentar un candidato de origen islamista a la presidencia de la República, el primer ministro turco intentó forzar los límites del Estado fundado por Atatürk, ahora comprobará cuáles son sus fuerzas reales en las urnas para saber hasta dónde pueden llegar las reformas que propone". Esta reflexión de un diplomático de la Unión Europea acreditado en Ankara define con claridad el talante de hombre de acción a la vez que estratega de Recep Tayyip Erdogan, en la madurez de sus 53 años.

De la misma forma en que un campesino de Anatolia comprueba la profundidad del río para saber por dónde vadearlo tras la crecida, el líder del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) se dispone a capitanear de nuevo el Gobierno de Ankara con un programa de desmantelamiento controlado de un Estado autoritario, centralista y laico de 75 millones de habitantes, el 99% musulmanes.

Vendía rosquillas en la calle antes de ingresar en un seminario para la formación de clérigos
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Nacido en Rice, en la costa del mar Negro, su vida está unida a los barrios de aluvión de Estambul, donde su familia se trasladó. En la megalópolis del Bósforo, la mayor del Mediterráneo, aprendió a sobrevivir vendiendo simit (rosquillas con sésamo) en la calle antes de ingresar en un imam hatip (seminario para la formación de clérigos musulmanes).

En las escuelas coránicas se forman los futuros ulemas de las mezquitas, pero también miles de alumnos despiertos y sin recursos, como el joven Erdogan. Tras cursar Ciencias Empresariales en la Universidad de Estambul, comenzó a trabajar como economista en la Empresa Municipal de Transportes.

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Pero antes ya había comenzado su actividad política de la mano del fundador del islamismo político turco, Necmettin Erbakan, que hoy es su rival electoral en el minoritario Partido de la Felicidad (Saadet), que preconiza un integrismo nacionalista musulmán a caballo entre la sharia (ley islámica) y el corporativismo mussoliniano. Erdogan abrazó el movimiento del Partido del Orden Nacional de Erbakan, su mentor, y le siguió después al Partido del Bienestar (Refah).

Con 40 años, Erdogan fue elegido alcalde de Estambul y encabezó el cambio que llevó al Refah a su victoria electoral en las legislativas de diciembre de 1995. Poco después, Erbakan se convirtió en el primer jefe de Gobierno islamista de la Turquía moderna.

Pero el Refah se saltó los límites del Estado kemalista con una política de acercamiento a Irán y Libia y de infiltración del aparato de la Administración por militantes de su movimiento islamista. Los generales enviaron a Erbakan un mensaje que no pudo rechazar y dimitió en 1997. Al año siguiente le tocó abandonar el poder a Erdogan. El Tribunal Estatal de Seguridad (un órgano judicial compuesto por dos civiles y un militar) le condenó a 10 meses de cárcel y a seis años de inhabilitación para todo cargo público. ¿Su delito? Haber recitado en un acto público en Siirt, la provincia del este del país de donde procede su esposa, Emine, unos versos de islámico ardor guerrero. "Las mezquitas son nuestros cuarteles y los alminares, nuestras bayonetas. Los creyentes son nuestro Ejército", un antiguo poema otomano.

Tras cumplir su condena por "incitación al odio religioso", Erdogan salió de la cárcel en 1999, rompió con el integrismo de Erbakan y fundó, junto con otros jóvenes líderes islamistas moderados, el Partido de la Justicia y el Desarrollo o Partido AK (limpio), como sugieren sus siglas en turco. El descrédito de los partidos tradicionales laicos, marcados por los escándalos de corrupción, y la grave crisis económica de 2001 llevaron al AKP a un espectacular triunfo electoral en 2002: con un 34% de los sufragios logró casi dos tercios de los escaños. Sólo el Partido Republicano del Pueblo (CHP) logró superar entonces el listón del 10% de los votos nacionales que abre las puertas del Parlamento.

Pero el líder del partido no pudo celebrar la victoria como diputado, la inhabilitación política pesaba aún sobre él y tuvo que ser Abdulá Gül, su número dos, quien ejerciera como primer ministro hasta que Erdogan fue rehabilitado políticamente por una ley de la nueva Cámara y obtuvo su escaño como diputado en una elección parcial celebrada precisamente en Siirt en 2003. Erdogan llegó a tiempo de dirigir el Gobierno turco en vísperas de la guerra de Irak que derrocó al régimen de Sadam. Una estratagema parlamentaria sirvió para desautorizar una invasión del norte de Irak desde Turquía. Desde entonces las relaciones entre Washington y Ankara no han dejado de enfriarse. Por otra parte, la iniciativa negociadora de Erdogan en Chipre, que desató las críticas del Ejército y de los sectores ultranacionalistas turcos, le sirvió de carta de presentación ante la UE para recibir el espaldarazo al inicio de las negociaciones de adhesión de Turquía. No obstante, Bruselas acabó por congelar las conversaciones con Ankara, que languidecen a la espera de la formación del nuevo Gobierno turco surgido de las elecciones.

En su política durante la pasada legislatura, Erdogan ha manifestado que su partido sigue una línea reformista proeuropea, según el modelo conservador y democrático de la democracia cristiana alemana. Pero precisamente la cuestión religiosa ha sido su principal quebradero de cabeza en un Estado laico. Sus iniciativas para facilitar el acceso a la universidad de los estudiantes de las imam hatip se estrellaron contra el veto del presidente de la República, el kemalista Ahmet Secdet Nezer, que ha torpedeado la acción del Gobierno en los últimos cinco años. La designación de un nuevo presidente el pasado abril, tras el fin del mandato de Nezer, está en el origen de las últimas elecciones.

El Tribunal Constitucional acabó vetando al candidato de Erdogan, Abdulá Gül, el mismo que le cedió el sillón de primer ministro cuatro años antes. El boicoteo de la oposición laica ante la posible presencia de una mujer con pañuelo islámico en el mismísimo palacio presidencial desencadenó la peor crisis desde la caída del Gobierno del islamista Erbakan. La esposa de Gül, la de Erdogan, y las dos hijas del primer ministro cubren su cabeza con el turban o velo islámico. Las dos jóvenes estudian en Estados Unidos, ya que las universidades de Turquía prohíben la entrada a alumnos que porten "símbolos de militancia religiosa".

SCIAMMARELLA
SCIAMMARELLA

POLÍTICA Y RELIGIÓN

- Erdogan salió de la cárcel en 1999, tras cumplir una condena por "incitación al odio religioso", y rompió con el integrismo

- Las relaciones entre Washington y Ankara son cada vez más frías, y la UE ha detenido la negociación con Turquía

- La cuestión religiosa ha sido el principal quebradero de cabeza en un Estado que es constitucionalmente laico

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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