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Columna
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Monstruo

Rosa Montero

Iberdrola ha firmado un acuerdo con la compañía eléctrica de Marruecos para construir un parque eólico en El Aaiún, la capital del Sáhara Occidental. La asociación WSRW (Western Sahara Resource Watch) ha denunciado el pacto, porque los recursos naturales del Sáhara Occidental no son propiedad de Marruecos. Es una violación de la ley internacional: la ONU condenó, en una declaración del 29 de enero de 2002, que Marruecos venda recursos naturales que no son suyos. WSRW pide a Iberdrola que suspenda el trato y le recuerda que siete compañías petrolíferas internacionales se han ido del Sáhara Occidental después de que WSRW hablara con sus accionistas, con los sindicatos, con la prensa y las autoridades de sus países. Para decirlo claro y corto: hacer ese parque eólico con Marruecos sería un robo, una guarrada comercial que ensuciaría clamorosamente la imagen de Iberdrola.

He aquí una pequeña injusticia que se puede enmendar, dentro de la enorme injusticia del drama saharaui. Por lo menos eso, por lo menos no permitamos que vayan robándoles por detrás. Acabo de recibir un magnífico, desolador artículo de un joven saharaui, Haddamin Moulud Said. Haddamin teme que "la falta de justicia, la frustración, el desencanto, la rabia y el hecho de no tener nada que perder" se estén condensando en el Sáhara Occidental justo cuando Al Qaeda se ha consolidado como fuerza terrorista en el Magreb. Y explica que hasta ahora los saharauis sólo tenían como enemigo a Marruecos, pero se sentían respaldados por la legalidad internacional. Por eso apostaron siempre por el pacifismo, y por eso, para evitar la xenofobia y el fanatismo, los saharauis, con asombrosa lucidez, llevan 30 años mandando a sus niños a Europa. Pero ahora, dice Haddamin, se sienten abandonados incluso por la comunidad internacional: "¿Con qué argumentos podrán los padres convencer a sus hijos de que no se enrolen en el terrorismo?". Por primera vez se han usado algunos cócteles molotov contra la brutal represión policial marroquí, y eso, añade con angustia, podría ser la punta del iceberg. Tristísimas y muy sabias las palabras de Haddamin. Estamos gestando un nuevo monstruo terrorista, hijo de nuestra arbitrariedad y nuestra sordera.

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