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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Generación Woody Allen

"Estas verdades de fondo serán contempladas a través del filtro ocular de una copa de Gimlet: 1/3 de limón, 2/3 de ginebra, 2 gotas de ajenjo, ? cucharada de azúcar, hielo, una rodaja de limón; se sirve en vaso estrecho". Así concluía el editorial del número 1 de la revista Gimlet, aparecida en marzo de 1981. Las "verdades de fondo" a las que se refería su director, Manolo Vázquez Montalbán, eran no intentar cambiar el mundo desde esa publicación -¡por una vez!-, sino contemplar a "amos y esclavos, víctimas y verdugos" con la mirada -"sin prisas, pero sin pausas"- de Philip Marlowe, el detective protagonista de El largo adiós de Chandler en que aparece citado el célebre combinado. La revista, dedicada al género negro, tuvo vida efímera, una quincena de números. En cambio, al año siguiente, Javier de las Muelas (Barcelona, 1955) abría en el número 46 de la calle de Santaló una segunda coctelería llamada Gimlet (la primera, que fundó en 1979, está en la calle del Rec, junto al paseo del Born). Heredero de la nocturnidad barcelonesa pos Oriol Regàs, que puso las copas de los sesenta y setenta, De las Muelas las sirvió a partir de los ochenta, al tiempo que hervían los proyetos olímpicos. Más de uno y de dos de esos proyectos se fraguaron en locales de De las Muelas, como el Nick Havanna (1986), la Casa Fernández (1989), el Dry Martini de la calle de Aribau -que compró en 1996 a su antiguo propietario y con ello cerró el círculo de locales con nombres de cóctel más literarios- o el restaurante Fernández de los jardinets de Gràcia (sigue asesorando este negocio, pero hace seis meses que se lo vendió).

Más de un proyecto olímpico se fraguó en la coctelería Gimlet, que cumple 25 años

En realidad, la revista y el local no compartían mucho más que el nombre de cabecera, el placer por la buena bebida y el sueño de una Barcelona, intuida por debajo de la mugre, que incluso podía llegar a gustarnos. Hace 25 años con eso bastaba para liarla. Pues bien, De las Muelas tocó a rebato la noche del miércoles para celebrar el cuarto de siglo de su emblemático establecimiento de Santaló. Una fiesta sin alharacas, con un estupendo cuarteto vocal masculino no amplificado -los Sreet Candles, clima de intimidad: la música siempre a nivel razonable para poder hablar-, excelentes combinados -faltaría más- y un pica-pica de sushi, tempura de atún, morcilla y calamares a la romana que eran una pura síntesis de la clientela a la que siempre se ha dirigido este "barman" (así se denomina él): desde el tío con esmoquin hasta el del piercing. Con tal, eso sí, de que uno y otro tengan alguna sensibilidad para el trago largo.

Aquello estaba lleno de amigos a los que no había vuelto a ver: Màrius Carol, director de comunicación de La Vanguardia, impecable en su traje azul oscuro y corbata a rayas, que no tardó en unirse a los Candles; Albert Montagut, director del diario ADN, un periodista de los que aún se emocionan; Joaquín Roglán, cronista au long cours; Jordi Busquets, director de la edición barcelonesa de El Punt, gran amigo. Todos, excepto Roglán, colegas de este diario hace cinco lustros. Faltaba papá Antonio: hubiéramos echado unas risas.

"Me propuse cambiar el cliente de coctelería de Barcelona. Hasta entonces, el cliente era una persona de mediana edad, no demasiado bien vista. El local de Santaló [diseñado por los arquitectos Enric Granell, Marc Cuixart y Ricardo Guasch, finalistas del premio FAD de interiorismo el año de la apertura] es un homenaje a Mies van der Rohe por sus líneas limpias. El pabellón de Montjuïc [reconstruido en la década de los ochenta bajo la dirección de Ignasi de Solà-Morales] se inauguró en 1929 con el dry martini como bebida oficial. Era esa Barcelona cosmopolita que no teníamos y que reclamábamos. La que acabaría imponiéndose en 1992".

¿Y ahora qué pasa?

"Pues lo mismo, el oficio [en la fiesta estaban otros grandes del cóctel barcelonés: Gotarda, Ginés Pérez, los mejores deseos de la señora Boada]. Luz agradable, música que no moleste y un camarero que sepa interpretar al cliente y sugerirle el cóctel que desea en ese momento. El camarero triunfa cuando una pareja no sabe qué beber y él consigue que se pasen tres horas charlando. Soy un clásico de este oficio, sí. Por eso Pedro Carbonell, fundador del Dry Martini, me vendió su bar. Me dijo que si no lo cogía yo, él lo cerraba".

Cinema Paradiso, amor al oficio. También Ferran Adrià, con quien De las Muelas ha colaborado, aprendió las recetas clásicas en una pizzería de Castelldefels, donde trabajaba en verano para largarse a Ibiza una temporada. Nosotros mismos empezamos a escribir por entonces en los papeles y nos fijábamos en cómo lo hacían Martí Gómez, Joan de Sagarra, el llorado Manolo, tantos otros.

Faltaba Antonio en la fiesta del Gimlet. Y, ya puestos, también Woody Allen, ahora que habita entre nosotros: difícilmente podrá dar en la ciudad con un lugar en el que pueda contar una ratio superior de admiradores por centímetro cuadrado.

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