Apaga la cámara y vámonos
Hay muchos oficios en los que las mujeres estamos discriminadas por razón de sexo, y quien lo niegue es un pazguato. En algunos, como en el del toreo, me importa un bledete. En otros, como en la monarquía, me molesta mucho más (ya que pago). Veo a diario mujeres taxistas, mujeres limpiadoras, mujeres empleadas que son tratadas peor por razones de sexo. Pero que en un puesto de trabajo no haya los mismos hombres que mujeres no siempre significa que nos encontremos ante un caso de sexismo. Lo digo porque el viernes algunos periódicos dieron una noticia sobre mujeres discriminadas. El titular de EL PAÍS decía: "Las mujeres cineastas se unen para luchar contra la discriminación". Y más abajo te explicaban que de las 137 producciones rodadas en España el año pasado, sólo siete fueron dirigidas por mujeres y, de ellas, menos de la mitad consiguieron abordar un segundo proyecto.
El arte es de lo poco en lo que está de más hablar de discriminación Las cineastas podrían evitar la cursilería disfrazada de modernez
¿Esto es un caso de discriminación sexual? ¿Las productoras prefieren a los directores machos? ¿Si una directora no consigue rodar un segundo proyecto es por razones de sexo y no por razones económicas derivadas del éxito del primer proyecto? Con la mano en el pezón, creo que, en Occidente, el mundo del arte es de los pocos en los que está de más hablar de discriminación. En el cine, en la canción, en la literatura, la moda o el teatro de aquí me cuesta creer que se discrimine a las mujeres. Creo, modestamente, que hay un interés por lo que hacemos (causado probablemente porque la mayoría de consumidores de cultura son también mujeres). Aunque no todo el mundo lo ve igual. Hay un grupo de artistas de la escena, llamadas Proyecto vaca, que propone que los guiones de las obras de teatro contengan el mismo número de hombres que de mujeres. (Si un día esto se convierte en ley, se tratará de que los escritores emigremos a un país libre).
"Queremos hacer el cine que nos dé la gana", dicen también las cineastas. Y tienen razón. Cualquier creador quiere hacer las obras que le dé la gana. ¿Pero es un problema de discriminación sexual o de pasta? En el caso de la literatura, que es el mío, les diré que si por algunos industriales fuera, todos y todas estaríamos escribiendo secuelas de El código da Vinci en lugar de cuentos o novelas urbanos. Qué sé yo... La catedral del subsuelo, La ermita problemática, El ábside incunable o La capilla enrarecida. En muy pocas ocasiones se puede tener todo: la pasta y la libertad. Y si no, se trata de elegir entre una cosa y la otra. ¿Es que acaso los cineastas hombres no quieren también hacer el cine que les dé la gana? ¿Ellos pueden y las mujeres no? Habría que estudiar caso por caso, pero no creo que sea tan simple. No sé si los presupuestos de Ventura Pons son más abultados que los de Isabel Coixet. En todo caso, seguro que son menos abultados que los de Santiago Segura. Y lo que es seguro es que el sexo no tiene mucho que ver. Sí, las películas.
Las mujeres cineastas, en fin, piden que en los comités de selección de proyectos en los que se deciden ayudas o en los jurados de festivales haya paridad. Sería deseable, claro, pero ¿hace falta forzarla? Supongo que sí, porque estas mujeres, por lo que veo, piensan que todos los hombres de los comités son machistas. No pueden imaginar que un jurado compuesto por hombres pueda tener sólo en cuenta los criterios (subjetivos) de la calidad o la taquilla. Claro que no. Los hombres, por ser pérfidos hombres, premian a los de su sexo. Por tanto, arreglemos la situación y pongamos a tantas mujeres como hombres en los comités. Entonces, por fin, las mujeres votarán a las de su sexo. ¿O no? A lo mejor las mujeres sí que votarán con criterios sólo artísticos, no como los hombres. Qué simples nos estamos volviendo. Qué asfixia.
Pero lo más increíble es que estas cineastas advierten que están dispuestas a luchar por una imagen "más real y no sesgada de la mujer en las historias de ficción". La que nos faltaba. La ficción es la ficción y quien escriba guiones (hombre o mujer) tiene todo el derecho del mundo a dar una imagen sesgada de las mujeres y de todo lo que salga en su película: hombres, paisajes o animales. A ver si van a querer controlar la personalidad de los personajes de ficción. Y a ver si se piensan que la potestad sobre los personajes femeninos la tienen sólo ellas. (¿Qué dirían si los hombres dijesen que quieren luchar por no dar una imagen sesgada del sexo masculino?) Si quieren vigilar la imagen no sesgada de la mujer, que se dediquen sólo a los documentales o a los programas informativos.
Pero ya puestos a pedir imágenes no sesgadas, pues, a lo mejor, las realizadoras españolas también pueden controlar que se hagan películas en las que la cursilería insoportable disfrazada de modernez esté menos presente. Y que cuando nos vendan "una historia de mujeres" no siempre sea un bodrio almibarado con chicas nerviosas y contradictorias llamadas Paula o Lucía, que trabajan de fotógrafa o montadora de cine y que de repente sufren un duro golpe en su vida que las obliga a replantearse su matrimonio con Juan. Y que no se pasen el día diciendo "¿sabes una cosa?" o "hay algo que debo decirte". Y que no todas las abuelas sean tan peculiares y pizpiretas. Y que no todos los gays sean tan comprensivos y ocurrentes, siempre tan disponibles para consolar a la protagonista. Bueno, y ahora les dejo, que estoy escribiendo una historia en la que se da una imagen muy sesgada de hombres, mujeres, niños y hasta de un loro. ¿O es que acaso la película Babe, el cerdito valiente no da una imagen sesgada de los puercos?
moliner.empar@gmail.com
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