Un juego irónico
El juego del bipartidismo político, turnismo irremediable, se ve complacido habitualmente durante el debate sobre el estado de la nación. La nación, es decir, la suma de los ciudadanos que convivimos en nuestro país, rara vez tenemos intereses parecidos a los expuestos durante el debate en el Congreso. El pueblo necesita no sentirse engañado ni manipulado. ¿Sería posible reconocer ante las Cortes que nuestra capacidad adquisitiva en función de los salarios disminuye permanentemente, que la vivienda es un problema real e insostenible, que la temporalidad laboral que afecta a gran parte de la población existe y presenta serias dificultades a muchos ciudadanos, y que los índices macroeconómicos no se corresponden con la realidad de un ciudadano de renta baja?
No lo veremos. Primero, porque la oposición conservadora no tiene soluciones ni lo pretende, y segundo, porque ETA lo colma todo, parece no haber vida más allá, es decir, el debate social no es posible. La distribución irregular de la renta parece ser la frase maldita que nunca se debe pronunciar mientras seguimos distinguiendo acuciadamente entre izquierda y derecha.
El juego que trata sobre el reparto y la justicia social es más aburrido: ¡no interesa! Sigamos jugando a creernos que existe una verdadera izquierda política en el Gobierno mientras no haya nada más divertido que hacer.