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Reportaje:Fútbol | Copa América

El tormento de Dunga

Por más que cambia jugadores, el técnico de la 'canarinha' no encuentra más soluciones que Robinho mientras el resto del equipo no mejora

Diego Torres

La versión instrumental de La Garota de Ipanema que suena en el gimnasio de pesas del Gran Hotel no es del agrado de Robinho. El deus ex machina de Brasil es el último en llegar al recinto. Quita la bossa nova, pone un disco de funky y se cuelga de la barra de la dorsalera para fortalecer su espalda al compás de letras gansteriles y ritmos sincopados que son perfectos para el baile. El delantero hizo esto ayer, al día siguiente de clasificar a su selección como segunda de grupo gracias a un gran partido ante Ecuador. Robinho está tan seguro de sí mismo que hasta cuando tira de la polea lo hace con la gracia de los elegidos. Es el príncipe de Brasil, y él lo sabe.

El seleccionador, Carlos Dunga, que fue hombre esforzado, obliga a sus chicos a pasarse por el gimnasio para tirar de pesas. Porque, ¿de qué otra forma puede justificar su labor? Ha cambiado de alineación cada partido. Dos o tres hombres cada vez. Y sigue sin dar con la fórmula.

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Frente a Ecuador, el técnico quitó a Elano, uno de sus volantes más apreciados, y puso a Josué. En la delantera, sentó al joven Anderson, su penúltima apuesta, para situar a Baptista por detrás de los puntas. "No hago los cambios porque no me convenzan los futbolistas", explica Dunga; "sino porque intento sorprender al adversario". En el último partido de la canarinha en la primera fase tendió una trampa para Ecuador. Sin efecto. Brasil, que nunca en su historia pensó tanto en los rivales, no logra sacar ventajas de la planificación. En su último partido no logró dominar la situación. Durante un rato Ecuador escondió el balón y tiró más entre los tres palos. Si Brasil ganó el partido no fue gracias al efecto sorpresa. Al contrario, la solución fue la de siempre: Robinho.

El delantero del Madrid cogió un balón cerca de la zona izquierda de su propia área, en el minuto 55. Recorrió 50 metros en diagonal y se apoyó en Love, que jugó con Baptista. Baptista le metió el pase en profundidad. Robinho, que empezó la jugada como lateral izquierdo, recogió el balón como extremo derecho. Cuando se metió al área, el marcador ecuatoriano, Espinoza, se encontró en desventaja psicológica. No se lo esperaba y lo agarró. El árbitro pitó penalti. Robinho se encargó de ejecutar. El tiro lo convirtió en el máximo goleador del torneo. Suma cuatro tantos.

Dunga lo celebró con los puños cerrados, descargando toda la tensión contenida. El hombre era un atajo de nervios. Al llegar a la sala de prensa volvió a enfrentarse con sus demonios. Otra vez, lo atormentaron con preguntas sobre la dependencia de Robinho, el juego brillante de Argentina y esas cosas que le quitan el sueño. Justificando su trabajo, Dunga replicó diciendo que la estrella no es tan importante como parece: "Claro que tiene una gran cualidad técnica, pero la selección no depende de él. Él necesita de sus compañeros".

Brasil se enfrentará el domingo a Chile en los cuartos de final. Dunga tendrá nuevas dificultades. Alves será baja por sanción, y dejará al equipo sin su hombre más desequilibrante, después de Robinho.

Dunga, durante el partido ante Ecuador.
Dunga, durante el partido ante Ecuador.EFE

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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