El tormento de Dunga
Por más que cambia jugadores, el técnico de la 'canarinha' no encuentra más soluciones que Robinho mientras el resto del equipo no mejora
La versión instrumental de La Garota de Ipanema que suena en el gimnasio de pesas del Gran Hotel no es del agrado de Robinho. El deus ex machina de Brasil es el último en llegar al recinto. Quita la bossa nova, pone un disco de funky y se cuelga de la barra de la dorsalera para fortalecer su espalda al compás de letras gansteriles y ritmos sincopados que son perfectos para el baile. El delantero hizo esto ayer, al día siguiente de clasificar a su selección como segunda de grupo gracias a un gran partido ante Ecuador. Robinho está tan seguro de sí mismo que hasta cuando tira de la polea lo hace con la gracia de los elegidos. Es el príncipe de Brasil, y él lo sabe.
El seleccionador, Carlos Dunga, que fue hombre esforzado, obliga a sus chicos a pasarse por el gimnasio para tirar de pesas. Porque, ¿de qué otra forma puede justificar su labor? Ha cambiado de alineación cada partido. Dos o tres hombres cada vez. Y sigue sin dar con la fórmula.
Frente a Ecuador, el técnico quitó a Elano, uno de sus volantes más apreciados, y puso a Josué. En la delantera, sentó al joven Anderson, su penúltima apuesta, para situar a Baptista por detrás de los puntas. "No hago los cambios porque no me convenzan los futbolistas", explica Dunga; "sino porque intento sorprender al adversario". En el último partido de la canarinha en la primera fase tendió una trampa para Ecuador. Sin efecto. Brasil, que nunca en su historia pensó tanto en los rivales, no logra sacar ventajas de la planificación. En su último partido no logró dominar la situación. Durante un rato Ecuador escondió el balón y tiró más entre los tres palos. Si Brasil ganó el partido no fue gracias al efecto sorpresa. Al contrario, la solución fue la de siempre: Robinho.
El delantero del Madrid cogió un balón cerca de la zona izquierda de su propia área, en el minuto 55. Recorrió 50 metros en diagonal y se apoyó en Love, que jugó con Baptista. Baptista le metió el pase en profundidad. Robinho, que empezó la jugada como lateral izquierdo, recogió el balón como extremo derecho. Cuando se metió al área, el marcador ecuatoriano, Espinoza, se encontró en desventaja psicológica. No se lo esperaba y lo agarró. El árbitro pitó penalti. Robinho se encargó de ejecutar. El tiro lo convirtió en el máximo goleador del torneo. Suma cuatro tantos.
Dunga lo celebró con los puños cerrados, descargando toda la tensión contenida. El hombre era un atajo de nervios. Al llegar a la sala de prensa volvió a enfrentarse con sus demonios. Otra vez, lo atormentaron con preguntas sobre la dependencia de Robinho, el juego brillante de Argentina y esas cosas que le quitan el sueño. Justificando su trabajo, Dunga replicó diciendo que la estrella no es tan importante como parece: "Claro que tiene una gran cualidad técnica, pero la selección no depende de él. Él necesita de sus compañeros".
Brasil se enfrentará el domingo a Chile en los cuartos de final. Dunga tendrá nuevas dificultades. Alves será baja por sanción, y dejará al equipo sin su hombre más desequilibrante, después de Robinho.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.