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Reportaje:SIGNOS

Contra la esclavitud del estilo

Fernández-Pujol, ganador del Fernando Quiñones de Pintura, prepara varias muestras

Pablo Fernández-Pujol (Cádiz, 1977) ha espantado muchas moscas en su vida. Otras las ha atrapado en sus cuadros. Negras sobre blanco. En un lienzo, aunque también en un botijo o en una silla. Las moscas se han convertido en una seña de identidad, aunque renuncia a convertirlas en un referente propio. "No soy un esclavo de ningún estilo", asegura convencido. El joven pintor ha conseguido hacerse un hueco en el mercado nacional. Ahora prepara exposiciones en Sevilla y Madrid sobre sus últimas obras mientras en su mente y en su ordenador se abren nuevas ideas en nuevos formatos.

El artista reconoce tener genes para la creación compartidos con familiares directos dedicados a la arquitectura o la pintura. Una herencia que, según asume, marcó su incorporación al pincel, aunque le influyeran también otras circunstancias. "Lo mío ha sido una evolución natural. Me he ido introduciendo poco a poco, contacté con una serie de personas que me ayudaron y empecé a trabajar fuerte", resume su corto pero intenso recorrido.

En esa evolución ha habido un desarrollo que él define como "abandono de la inocencia". Desde aquella ingenuidad inicial fue introduciendo elementos nuevos que le fueron abriendo puertas en certámenes de pintura, convocatorias de premios y galerías. "Mi ritmo siempre es el mismo. Mucha producción y muchas horas. Al principio todo es más romántico, un poco más primario. Fui aprendiendo, haciéndome con el medio, y después vas experimentando", relata.

Fernández-Pujol asegura moverse en tres o cuatro líneas en paralelo. Renuncia al estilo propio "aunque sin despistar demasiado". Tiene una serie sobre moscas. Espacios blancos, composiciones claustrofóbicas, pinturas volumétricas, objetos como sillas y botijos donde los insectos se aglomeran. Con una de estas obras acaba de ganar el primer premio en el certamen Fernando Quiñones de Pintura, que organiza el Ayuntamiento de Cádiz.

El joven pintor gaditano se ha hecho un nombre en el mercado. "No soy un ermitaño y sé que tengo que vender para no tener que trabajar en otra cosa". Conoce "la política del arte" y ha sabido encauzarla para llevarla a su terreno. No para de trabajar en su estudio sevillano. Para septiembre inaugurará en Sevilla en la galería Carmen Carmona. En noviembre estará en la Galería Larra de Madrid. Y también exhibirá el próximo año en Zaragoza. También estará en muestras colectivas en París o Ámsterdam. Uno de sus próximos proyectos puede llevarle hasta Cádiz, ciudad que podría ser uno de los escenarios de la idea que ahora surca su mente. Instalaciones en el medio urbano con la comida como referente. "El humor es una parte importante de mi obra. Y aquí lo voy a aprovechar al máximo".

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