¿Cura antiestrés?
Se han repetido en los informativos de todas las cadenas de televisión imágenes de la destrucción sistemática de una planta entera de un hotel madrileño por parte de personas aquejadas de problemas de estrés, según los comentarios de los organizadores de tan fantástico evento, sin límites: cualquier cosa a su alcance podía ser destruida en pos de la milagrosa cura de una enfermedad que los médicos tardan meses en resolver. Absolutamente estupefacto e indignado he podido comprobar en las imágenes cómo, efectivamente, se destruían, entre risas y gritos histéricos, muebles absolutamente nuevos, televisores en perfecto estado, lámparas que incluso se encontraban luciendo en el momento de su destrucción. En resumen, se ha destrozado en breves momentos una auténtica fortuna en objetos que podían y debían haber sido reutilizados, y, como consecuencia de ello, esta sociedad esperpéntica ha perdido la maravillosa oportunidad de atajar una auténtica enfermedad de este planeta, ofreciendo todo lo destruido a aquellas organizaciones que día a día luchan por encontrar medios para dotar de mobiliario a escuelas del tercer mundo, ofrecer mejores condiciones a aquellos que se ven obligados a subsistir en infraviviendas, etcétera, etcétera.
No sé si entre los objetivos de la cadena hotelera se encontraba el de hacer publicidad de su establecimiento: pues sepan que por lo menos en mi caso y en el de todas aquellas personas de mi entorno con las que lo he comentado, la publicidad ha sido absolutamente negativa. No soy, afortunadamente, capaz de entender semejante despropósito por mucho que se vista de terapia curativa.
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