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Columna
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Cocaína para todos

Poco a poco, sin alharacas, España ha logrado convertirse en la primera potencia occidental del ocio. No ha sido obra de los políticos, que siguen pensando poco, sino de la misma ciudadanía que en su dinámica interna ha ido creando las condiciones para que el hedonismo, la tolerancia y el placer surtidos, hayan podido adquirir la plenitud en sus diversas especialidades. Haber logrado el primer puesto de consumo mundial de cocaína estos días significa la máxima confirmación de la orgía.

No hay encuesta en los últimos 10 o 15 años en la que ejecutivos y trabajadores de alta gama no elijan a España como el mejor paraje para habitar. Igualmente los inmigrantes del sur, del norte o del este han hallado en España una tierra de acogida tan laxa que llegan a formar comunidades como la de San Fulgencio, donde más de las dos terceras partes de la población son extranjeros. En esos entornos, dentro de la provincia de Alicante y también en el resto de la costa mediterránea, la multiplicación de campos de golf y locales de esparcimiento, desde el spa al burdel, desde el restaurante al bar, de los parques de atracciones a las discotecas, de los wellness a los casinos, han creado una escena de tanta intensidad como en Las Vegas y de una incomparable diversidad. Niños, jóvenes, adultos y ancianos, encuentran en la España del litoral un remedo del paraíso en su actualizada versión.

Drogas, sexo, especulación. En ningún país de la Unión Europea se encuentran más billetes de 500 euros como heraldos del dinero negro, de los soberanos pelotazos y las maniobras de complicidad entre concejales y promotores corruptos. Algunos de esos casos, los más obscenos y voluminosos, se han plasmado en los periódicos pero una incalculable metralla de corruptelas en la casi totalidad de los municipios dibuja un cuadro posimpresionista donde cada punto se junta al anterior. El negocio fácil y rápido se corresponde con la fluidez que acompaña a la provisión de estupefacientes y a las espurias influencias de poder. El país entero ha derivado así en un supermercado de la ilegalidad entre el fino aderezo de la posmodernidad. Un producto final que asombra al mundo.

Las mafias, por ejemplo, las mafias rusas, italianas o árabes, son aquí otra cosa que en sus tenebrosas guaridas de origen. Las bandas -terrorismo doméstico e internacional incluidos- deambulan como en un inverosímil territorio propicio a su acción. Torrevieja es el lugar de Europa con mayor índice de criminalidad, pero ¿quién rehúye sus proximidades? Decenas de miles de empleados sueñan todavía con un apartamento por allí y su oferta se asociaba a los premios gordos en los concursos de la televisión. Se ha deteriorado mucho la calidad de vida en las playas, el mismo Georgie Dann titula su actual canción del verano Mecagüentó, pero aun así, entre excrementos, cunde el negocio inmobiliario, el tráfico de mujeres, drogas y copias falsas como en ninguna otra potencia industrial. El delito se ha apegado al territorio.

No es extraño, en fin, que los estudiantes del programa Erasmus prefieran las universidades españolas sobre todas las demás de Europa. En ninguna otra parte lograrían pasárselo tan bien. El clima es amable, las gentes amistosas, la comida apetitosa, el porro abundante y, encima, el botellón. Ni siquiera aquella resistencia que oponían las españolas en comparación con las suecas pervive como inconveniente sexual. Más aún, no hay acaso otra nación donde el sexo haya alcanzado mayor desenfado y protección. ¿Matrimonios homosexuales? Ni en la mismísima Francia han aceptado esta institución.

En unas décadas, la España oscurantista ha abierto sus puertas de par en par, y con ello ha brindado un solar óptimo para las correrías de cualquier orden. La ministra de Sanidad destaca tanto porque no pertenece, decididamente, al mundo español. El buen vino abunda, las leyes del tabaco se conculcan, los millones de rayas de cocaína cruzan de parte a parte la nación. El fulminante desarrollo del placer se ha erigido, sin necesidad de engorrosos planes científicos, en el auténtico I+D+i de lo español.

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