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El Senado de EE UU resucita la reforma migratoria de Bush

La nueva ley propone la regularización de 12 millones de inmigrantes

Antonio Caño

El Senado aplicó ayer una pequeña ración de oxígeno a la moribunda ley de inmigración y aprobó por mayoría suficiente volver a discutir la difícil y trascendente pieza legislativa con nuevas y más drásticas enmiendas. La decisión de ayer es sólo eso, una autorización para devolver la ley al Pleno, pero no existe ninguna garantía de que ésta sea aprobada en la próxima votación, probablemente antes del fin de semana.

De los 64 senadores que votaron a favor de reanudar los debates, varios advirtieron que su pronunciamiento favorable ayer no debe interpretarse como un seguro respaldo a la ley. Ni que decir tiene hasta qué punto son hostiles los 35 senadores que votaron en contra.

La ley sobre inmigración, que pretende la regularización de 12 millones de inmigrantes sin papeles, así como la creación de una nueva estructura migratoria con vistas al futuro, ya fue votada a principios de este mes y obtuvo el respaldo únicamente de 45 senadores.

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Esta legislación encuentra una muy fuerte resistencia entre los republicanos más conservadores, que creen que se trata de una amnistía encubierta, y entre los demócratas más a la izquierda, que temen que perjudique a la calidad de los actuales puestos de trabajo.

El presidente, George W. Bush, que ha hecho campaña a favor de esta ley en cuerpo y alma, volvió ayer a urgir al Senado a encontrar una solución sin vencedores ni vencidos que permita sacar adelante esta reforma que, según él, el país tanto necesita.

Los secretarios de Comercio, Carlos Gutiérrez, y de Seguridad Nacional, Michael Chertoff, han vivido prácticamente en el Capitolio en las últimas semanas, como emisarios del presidente Bush, tratando de convencer a los congresistas de que le den luz verde a esta iniciativa.

Concesiones conservadoras

Con ese fin, la Casa Blanca ha hecho ya una importantísima concesión a la mayoría conservadora de su partido: la inclusión de 4.400 millones de dólares (unos 3.300 millones de euros) destinados a medidas de vigilancia en la frontera con México para evitar el coladero tradicional en las últimas décadas.

Pero ésa no es la única concesión. Se ha incluido también una mayor flexibilidad en la capacidad de las empresas para contratar trabajadores extranjeros y se están estudiando otras medidas para favorecer en ciertos aspectos y recortar en otros los permisos de residencia por reunificación familiar.

Se intentan, además, establecer garantías para que todos los inmigrantes irregulares que quieran regularizar su situación tengan previamente que abandonar Estados Unidos. En conjunto, decenas de nuevas enmiendas que empezaron a ser discutidas ayer mismo y que hacen imprevisible el destino final de esta legislación.

Incluso si, finalmente, consigue superar el obstáculo del Senado, la reforma migratoria tendrá que pasar por la Cámara de Representantes, donde muchos congresistas de ambos partidos han advertido ya de que la esperarán con la espada desenfundada.

Para decenas de miembros de la Cámara y del Senado, sus posibilidades de reelección el año próximo dependen de su posición sobre esta ley, sobre todo en los ocho Estados en los que se concentra el 68% de la inmigración ilegal. Éste es un asunto de alta sensibilidad que cada día se encargan de incendiar un poco más los conductores de varios programas radiofónicos de gran audiencia popular y fuerte impacto electoral. Por eso el presidente Bush, que ya no tiene que volver a competir, se permite el lujo de apoyarla con tanto énfasis. Y por eso sus propios colegas le abandonan.

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