¿Qué está aportando la inmigración a la economía?
El tamaño del flujo inmigratorio que España ha recibido en los últimos siete años de aproximadamente 3,6 millones de extranjeros -desde 923.000 en enero de 2000 hasta 4,5 millones en enero de 2007- no tiene parangón en ningún otro país grande de la Unión Europea, de ahí que sea importante analizar sus consecuencias para la economía española. Conviene, de antemano, advertir de tres creencias comunes que no están verificadas por la teoría y la evidencia disponibles.
La primera es pensar que la cantidad de trabajo o número total de horas de trabajo en una economía son fijos, por lo que, si existe desempleo, hay que redistribuirlas reduciendo las horas de trabajo semanal de cada empleado para que aquellos que están desempleados puedan encontrar empleo. Sin embargo, no consigue el efecto buscado, ya que, por un lado, un menor número de horas por trabajador con el mismo salario tiende a hacer la demanda de empleo menos atractiva para las empresas y puede producir una sustitución de trabajo por bienes de equipo y, por otro, porque, aunque puede a corto plazo producir más empleo, produce también más inflación, lo que obliga al banco central a subir los tipos de interés para reducirla, pudiendo volver a la situación de desempleo de partida.
La segunda es pensar que si entran en un país más inmigrantes, el desempleo de sus nativos aumentará, ya que los primeros conseguirán empleo a costa de los segundos. Es decir, existe asimismo la creencia de que no sólo el trabajo, sino también el empleo es un juego de suma cero al ser también fijo. Sin embargo, el desempleo en España ha ido reduciéndose notablemente desde el 12,5% en 1999 al 8,1% en 2006 y probablemente al 7,9% este año, a pesar de la entrada de casi 4 millones de extranjeros buscando empleo que ya representan el 13,5% del empleo total.
La tercera es creer que, si la población crece a mayor tasa que el PIB, el PIB por habitante necesariamente caerá, puesto que este último es el cociente de dividir el PIB por el número de habitantes. Sin embargo, el aumento de la población, en edad de trabajar (16-64 años) tiende a incrementar el PIB por habitante, lo contrario de lo que se cree convencionalmente ya que, a largo plazo, el empleo tiende a aumentar en proporción al crecimiento de la población en edad de trabajar y a su tasa de actividad. Dicha población inmigrante, joven y activa, aumenta, entre los 16 y 40 años, tanto el consumo como la inversión en coche y vivienda y, entre los 41 y 64, su tasa de ahorro y de inversión, haciendo que el crecimiento del PIB sea mayor que el de la población, aumentando así el PIB por habitante.
Un estudio reciente de Caixa de Catalunya calcula que si, entre 1995 y 2005, no hubiese habido este fuerte incremento de la población en edad de trabajar (un 20% nativa y un 80% extranjera), el crecimiento anual español del PIB por habitante del período hubiese sido negativo en un 1,17%, en lugar de ser positivo en un 2,6% (frente a un 1,78% de la UE a 15 excluyendo a España), luego no hubiese habido convergencia española en PIB por habitante.
Otros dos informes recientes sobre la aportación de la inmigración al PIB por habitante español han sido el del BBVA y el de la Oficina Económica del Presidente del Gobierno. El primero calcula la aportación de los inmigrantes al crecimiento de la renta por habitante por el aumento que han originado en la población en edad de trabajar, en la tasa de actividad (ya que los inmigrantes tienen una tasa de actividad 10 puntos porcentuales más elevada que la de los nativos), por la remuneración que reciben y por su elasticidad salario-empleo. En conjunto, estima que su aportación total anual al PIB por habitante ha sido de 0,7 puntos porcentuales en el período 1997-2005, es decir un tercio de su crecimiento total de dicho período.
El segundo estudio analiza el impacto de la inmigración al crecimiento económico por su aportación directa al PIB por habitante a través del aumento de la población en edad de trabajar, a la tasa de empleo y a la productividad por persona empleada e, indirectamente, por su aportación a la actividad, flexibilidad y movilidad del conjunto del mercado laboral. Estima que la aportación directa de la inmigración al crecimiento de la economía española del período 1996-2005 ha sido del 1,1% anual sobre un total del 3,6% de crecimiento anual del PIB, lo que supone el 30,5% del crecimiento. Un 0,8% anual por su aportación al crecimiento de la población y un 0,3% anual por su aportación al crecimiento de la renta por habitante.
Más todavía, en el segundoperíodo 2001-2005, en el que la inmigración ha aumentado de manera mucho más rápida, su aportación anual ha sido del 1,6% anual, sobre un crecimiento del PIB del 3,1% anual, es decir, ha conseguido aportar el 51,6% del crecimiento anual total del PIB, en este período, 1,2% anual por su aportación al crecimiento de la población y otro 0,4% anual por su aportación al crecimiento de la renta por habitante. Si a esta aportación directa se añade su aportación indirecta, que es mucho más difícil de calcular, ya que es más intangible, por su efecto estimulador de una mayor tasa de actividad de los nativos, de su aportación a la moderación salarial y a la flexibilización del mercado de trabajo, su aportación total está siendo claramente positiva.
Este segundo estudio analiza también el impacto de la inmigración sobre las finanzas públicas y sobre el déficit exterior españoles en 2005. Los inmigrantes aportaron en dicho año 23.402 millones de euros de ingresos a las arcas públicas (2,6% del PIB) y originaron un gasto de 18.618 millones de euros (el 2,1% del PIB). Es decir, su aportación neta positiva fue de 4.784 millones de euros (el 0,5% del PIB), con lo que alrededor de la mitad del superávit del presupuesto de dicho año se debe a los inmigrantes. Asimismo prevé que su aportación neta positiva va a seguir creciendo hasta el año 2012, en que aportarían 7.000 millones netos de euros y a partir de dicho año va a ir descendiendo hasta empezar a ser negativa alrededor de 2030.
Finalmente, estima la aportación de los inmigrantes al crecimiento del déficit exterior por cuenta corriente es también importante ya que, por un lado, envían una gran cantidad de remesas a sus países de origen, por otro, consumen una proporción importante de manufacturas de consumo duradero, como automóviles, electrodomésticos, muebles, menaje, etc., que en buena parte son de importación y, en tercer lugar, tienden a disminuir la relación capital-trabajo, haciendo más rentable la inversión y al aumentar la inversión ésta genera más déficit exterior.
El cálculo de los tres efectos negativos sobre el déficit exterior sumaban, en 2005, hasta un 2,1% del PIB, es decir, aproximadamente un 30% del déficit exterior se debe a los inmigrantes. De este 2,1% del PIB, un 0,3% se debe a la mayor inversión, otro 0,5% a las remesas que alcanzaron el 7% del déficit externo corriente, y el 1,3% restante al consumo que generan, tanto duradero como no duradero.
Por último, los inmigrantes también han tenido una aportación importante a la creación de nuevos hogares y al sostenimiento de la demanda de vivienda. Caixa de Catalunya estima que desde 2002 el 50% de los nuevos hogares se debe a los inmigrantes y el BBVA calcula que, en el primer semestre de 2006, el 14% de las compras de vivienda fueron realizadas por extranjeros, un 12% residentes y otro 2% no residentes, a pesar de que su peso en la población total era del 9,3% y que su participación será creciente en la creación de los tres millones de hogares que previsiblemente se creen en España en los próximos cinco años.
En definitiva, los inmigrantes han alargado la fase expansiva del ciclo unos años más, mejorado la convergencia de PIB por habitante con la Unión Europea, retrasado casi una década el problema de financiación de las pensiones y moderado el aterrizaje de la burbuja de la vivienda, pero también, han acrecentado el abultado déficit corriente exterior de la economía española.
Guillermo de la Dehesa es presidente del Centre for Economic Policy Research.
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