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Columna
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La Inquisición

Manuel Rivas

Se suele asociar la Inquisición con los muy lejanos tiempos de Torquemada. Sin embargo, la última víctima del Tribunal de la Santa Inquisición fue el maestro Cayetano Ripoll, ajusticiado en Valencia el 26 de julio de 1826. Ripoll, que había luchado como un héroe contras los invasores napoleónicos, creía en Dios, tal vez más que sus verdugos, pero no compartía el dogmatismo católico. El maestro valenciano era deísta, del espíritu piadoso de los cuáqueros. Decidió no obligar a los alumnos a ir a misa y en la escuela cambió el preceptivo Ave María por la expresión "las alabanzas pertenecen a Dios". El Tribunal fue muy considerado con él. Lo normal era ahorcar y quemar en una hoguera al condenado. En este caso se decidió solamente ahorcarlo y proceder a una quema simbólica. A la manera de una instalación artística, debajo de los pies de Ripoll colocaron un barril pintado con llamas.

De la forma más tradicional había perecido el gran dramaturgo portugués António José da Silva, que fue estrangulado y quemado en la hoguera en un auto de fe en Lisboa, en 1789. Sus comedias y sátiras eran muy celebradas por el público portugués, así que es probable que para el tribunal del Santo Oficio pesara tanto la acusación de "judaico" como su condición de autor del Theatro Comico. Su mujer, presa junto con la madre, fue testigo de la quema y sobrevivió poco tiempo a aquel espanto.

Supongo que estas historias ejemplares deberían estudiarse en algún lado, no sé si en la asignatura de Religión o en la de Educación para la Ciudadanía. Yo tengo una fe cuáquera y una esperanza algo cómica. Creo que nunca más se volverá a castigar de forma cruel a nadie en España por sus creencias religiosas.

Pero estaría bien recuperar como símbolo el barril con las llamas pintadas. Allí, en la escuela, a modo de papelera, podríamos ir echando cuenta de las nuevas pulsiones inquisitoriales de la Iglesia, que son noticia día tras día. Silenciar a teólogos de compromiso humanista, despedir a profesores por rehacer su vida sentimental, cerrar la iglesia-refugio de Vallecas, y ahora... ¡un boicot a Amnistía Internacional! El colmo del barril del maestro Ripoll.

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