Contra todos los fanatismos
González Vergel monta 'Las brujas de Salem' en el Español con la escena añadida por Miller
Lo que hizo Arthur Miller con Las brujas de Salem (1953), una de sus obras esenciales, fue teatro de urgencia. No se detuvo en detalles porque no buscaba crear una obra maestra. Se sentó a escribir para denunciar la persecución de McCarthy contra todo lo que oliese a comunismo. Así lo cree el director Alberto González Vergel, que ha rescatado el texto por encargo de Mario Gas. Con autoridad, pero sin soberbia ni petulancia, sentencia: "Hemos encontrado fallos en su estructura. Ha habido que peinar la obra". El resultado de ese trabajo puede verse en el Teatro Español de Madrid hasta el próximo 15 de julio.
"Quizá Miller no tuvo tiempo de revisar su obra, obsesionado por contribuir con su alegato trágico a concienciar a su país de la injusta crueldad de los juicios a los que eran sometidos creadores americanos y europeos, acusados de actividades comunistas antiamericanas", asegura González Vergel.
El director, nombre destacado del teatro español contemporáneo, con una trayectoria ampliamente reconocida -ha sido galardonado con casi la totalidad de premios de teatro que existen en España-, llevaba tiempo en silencio. Hasta que recibió la llamada de Mario Gas, director del Teatro Español. Quería que dirigiera en esa sala, de la que también fue responsable durante unos años (de 1971 a 1975), Las brujas de Salem. Aceptó la propuesta y emprendió una aventura en la que ha estado rodeado por un amplio reparto -Sergi Mateu, María Adánez, Lía Chapman, Juan Ribó, Carmen Bernardos, Victoria Rodríguez, Manuel Gallardo...- y un sólido equipo artístico, entre ellos, el figurinista y escenógrafo José Miguel Ligero.
Apéndice
Para abordar la nueva versión de este texto dramático, González Vergel se sirvió de la fiel traducción de Julián Escribano Moreno. Y, lo más importante: utilizó el famoso apéndice que Miller, condenado y después absuelto por desacato en su país, incorporó a su obra tras varias ediciones. Nadie recuerda que se haya utilizado antes en España; él incluso cree que ni siquiera en Europa. "Pero es un añadido fundamental", señala. Aporta información para esclarecer un texto que habla de algo que existe en el mundo desde que es mundo: "De fanatismo, ignorancia, fundamentalismos religiosos o políticos, rígida y estrecha ortodoxia intelectual", apunta González Vergel. "En nuestra sociedad abundan los salem dispuestos a gritar ¡brujería!; se trata de machacar al que no piensa como yo".
El director dudó cuando tuvo que abordar la puesta en escena de Las brujas de Salem. Se debatía entre elegir la tradición estricta o la modernidad recreadora, la fidelidad o la creatividad drama-túrgicas. Pero al final pensó que por qué no conciliar estos dos conceptos, en apariencia contradictorios. Y ahí está su montaje y su búsqueda de la verosimilitud en las interpretaciones de los actores. "Es lo que importa", asegura. "Futuro, pasado y presente se funden en la eterna y universal condición humana, que lleva al hombre a reiterar innecesariamente, trágicamente, con acentos pesimista u optimista, su personal visión del mundo y de las cosas".
La generación de González Vergel no monopoliza precisamente los escenarios españoles. ¿Por qué? El director lo tiene claro: "No nos quieren... y, ¿qué pasa con esa maravillosa generación de los realistas, con Alfonso Sastre, Carlos Muñiz, Rodríguez Méndez...?", se pregunta sin saber que este último iba a fallecer poco después, el viernes de la semana pasada. "Y el teatro clásico... resulta que lo están haciendo los recién salidos de la escuela". "Jamás he sido invitado por la Compañía Nacional de Teatro Clásico desde que se fundara. Esto del Español ha sido un premio y estoy lleno de gratitud y de esperanza".
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