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Una cadena de errores acaba en coma y mutilación

El Doce de Octubre extirpó un pecho, los ovarios y el útero a una mujer de 36 años inconsciente por un fallo médico

Gloria Bonilla es "muy mona y muy joven", según su victoriosa abogada, Carmen Fernández- Bravo. Es verdad. Tiene 36 años. Sin embargo, cuando sale de la ducha y se mira al espejo "se hunde" y tiene ganas de llorar. Le falta un pecho. Una secuela del peor episodio de su biografía. Con la voz sorprendentemente cantarina a pesar de una traqueotomía que la dejó muda, no tiene dudas: "Nunca voy a olvidar ni a cerrar la puerta al pasado". Ni siquiera al ver el cheque de 210.000 euros con el que la aseguradora Zúrich, a cuenta del Servicio Madrileño de Salud (Sermas), reconoce una negligencia que la ha dejado mutilada y menopáusica: un retraso injustificado de 10 horas en suministrar dos antibióticos la ha dejado, además, sin ovarios, útero y trompas. Ahora, como secuelas, tiene una cicatriz donde antes había un seno. Una costura "que se hincha y cambia con el clima" impidiéndole mover un brazo. Y además, más cicatrices en la tripa por las sucesivas operaciones, un estricto régimen de pastilla de estrógenos diaria "hasta los 50 años", un agudo dolor en las rodillas y la amenaza de padecer osteoporosis.

"Perdí el conocimiento y no supe todo lo que me había sucedido hasta que me desperté"

El lapso de la pesadilla abarca desde el 14 de abril de 2004, cuando ingresó en el Hospital Doce de Octubre de Madrid, y el 26 de mayo de ese año, cuando fue dada de alta en la UCI en la que entró por el error médico. El punto de partida, cuando regresó al mismo hospital en el que 11 días antes dio a luz en "un parto normal" a su hijo Antonio -"por lo único por el que consigo levantarme algunas mañanas"-. Acababa de bañar al bebé y había pasado "todo el día normal". Pero ocurría algo. Algo impreciso. Pero malo. Empezó a temblar. Le dolía un pecho. Mucho. Tanto, como para sentir "como si me desgajaran trozos del cuerpo en carne viva".

Un relato que no conmovió al personal de guardia de Urgencias del hospital -uno de los gigantes de la región, 1.300 camas-. Allí, tras un leve encontronazo con una enfermera "borde" que le pidió que no le echara "tanto cuento" y se levantara de la camilla en la que reposaba, indicaron que se tratara con antibióticos (unicilina y gentamicina) y calmantes (nolotil). Pero cuando la subieron a planta, el personal sólo le suministró los analgésicos. Bueno, eso y algún calmante, argumentando que estaba nerviosa. Llevaba siete horas "bebiendo agua y vomitándola inmediatamente".

Como resultado, la infección que habían diagnosticado en urgencias avanzó, y la mujer entró en un choque séptico -una reacción generalizada de su organismo que se colapsa al intentar combatir los microorganismos-. El cuerpo de la mujer, debilitado por el reciente parto -había dado a luz el 3 de abril- entró en coma. Un estado en el que estuvo mes y medio. "A las siete de la mañana perdí el conocimiento. Me puse morada. No supe lo que había pasado hasta muchos días después, cuando me desperté y me lo dijeron".

Lo que había pasado durante su pesado sueño había sido algo muy semejante a una película de terror. Sin su consentimiento ni el de sus familiares, fue sometida a varias intervenciones. La primera, a los cinco minutos de perder la consciencia. El antibiótico que necesitaba sólo le fue dado a las ocho de la mañana del día siguiente. Este retraso provocó "la progresión de la infección y su evolución posterior", según admitió el inspector médico. La defensa del hospital argumentaba que sí se le habían dado los antibióticos y que la "infección era muy virulenta". Sin embargo, concedían el haber actuado tarde. Fueron ellos quienes propusieron el pacto y no aguardar a la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, donde seguía su curso la demanda. La cuantía de la indemnización, según Fernández-Bravo, tiene que ver con los baremos de los accidentes de tráfico. Éstos han sido los argumentos que ha esgrimido su abogada, para forzar al Sermas a pactar un acuerdo económico "bastante bueno" para los intereses de su cliente. La petición inicial era de 300.000 euros. "La diferencia económica no compensa un retraso en la sentencia de dos o tres años. Quieren pasar página", argumenta la letrada.

Gloria no termina de darle la razón: "No creo que olvide mientras viva", pero sí se muestra satisfecha: "Me apetece vivir un poco la vida". Lo que no le apetece es reconstruirse el pecho: "No pienso volver a entrar en un quirófano al menos en dos años". Bonilla, madrileña, dejó de trabajar en una imprenta al casarse.

Cuando salió del coma, se fue enterando de que no tenía un pecho, ni el bazo, ni el útero, los ovarios y las trompas. Mientras estaba en la UVI la operaron cuatro veces, aparte de una traqueotomía. Los análisis, encima, revelaron que el útero y los ovarios estaban sanos. No lo asumió. Una psiquiatra tuvo que subir a visitarla. Ese mismo año volvió al hospital: las adherencias en el vientre que le habían causado las operaciones previas la condujeron de nuevo al quirófano. Salió el 18 de diciembre.

Los últimos dos años y medio los ha empleado en cuidar a su madre, inválida, y en aprender de nuevo a hablar y a comer. "Tuve que empezar desde cero". Su madre está ingresada en el Doce de Octubre. "El que toca", dice. Con un escalofrío confiesa que cuando llega procura "ni mirar la maternidad". Desde sus operaciones y rehabilitación comenzó otra historia de médicos. Pero buena: "Todo mi amor para los que me salvaron la vida, no olvidaré a los doctores Urbina, Grande, De la Calle y Aguirre".

Gloria Bonilla junto al hospital Doce de Octubre, donde fue víctima de una cadena de negligencias.
Gloria Bonilla junto al hospital Doce de Octubre, donde fue víctima de una cadena de negligencias.BERNARDO PÉREZ

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