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Crítica:Feria de Aniversario
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Adiós, Madrid

Ya iba siendo hora de que los Juan Pedro se llamaran Juan Pedro. Hacía mucho tiempo que en Las Ventas se lidiaba juampedro tras juampedro que no se llamaban Juan Pedro. Como en el fondo el hombre civilizado no es más que un mitómano de las palabras, antes de que salieran, daba gusto oírlos. Como daba gusto oír "El Cid", otro nombre mítico que conmociona el oído. Ayer, para despedir la feria, junto a sustantivos míticos, se trajeron la luz de otra galaxia. Ya era hora de que la Comunidad se gastara los cuartos en cosas útiles.

El Cid y Madrid se debían una puerta grande, cuyas bisagras empezaban a ceder en las primeras verónicas, pero pararon en la voltereta que Pitón dio al salir del caballo. Volvió con bravura, pero las patas no eran las mismas. Atravesó El Cid muy despacio el diámetro del círculo, y le puso la tela en la cara buscando, despacio, la embestida. Justito el toro, la seguía sin reventarla. En la izquierda, el miedo a que cayese no decidió al de Salteras a bajársela y le aguantaba hábil, sin inventar las curvas rotas que sabe fabricar su muñeca.

Domecq / Abellán, Cid, Perera

Toros de Juan Pedro Domecq. Embistieron con nobleza. Los cuatro primeros, con las fuerzas medidas. Miguel Abellán: pinchazo, estocada casi entera desprendida y descabello (silencio); dos pinchazos y estocada casi entera -aviso- (silencio). El Cid: dos pinchazos y estocada desprendida -aviso- (aplausos); pinchazo, estocada hasta la bola y dos descabellos -aviso- (saludos). Miguel Ángel Perera: metisaca que lo degolló (pitos); estocada algo caída (silencio). Plaza de Las Ventas, 10 de junio. 4ª corrida de la Feria de Aniversario. Lleno.

En el quinto, el capote se meció más lento, más suave y más bajo. Voraz se lo comía, voraz, corrió al caballo reserva, y Voraz se fue tras la muleta con que la muñeca sabia de El Cid le engañaba. Muy templada, medida la distancia, la cabeza obediente a un palmo regular de la tela, que giraba en la izquierda lenta y cariñosa, jugaba la pañosa con el toro. Honda la trinchera y el natural de nuevo, rotundo, a la cadera, hasta cambiar de manos en giro melancólico. "La belleza no es / un lugar donde van / a parar los cobardes", escribió Gamoneda. Con el de pecho, de pitón a rabo, quedó cuadrado y, como siempre, previo a la estocada en la herradura, el pinchazo.

El primero de Abellán fue un jabonero -un calambre de antigüedad recorre la plaza cuando sale uno-, que parecía despistado hasta que El Chano, con dos grandes pares, le puso a atender. Abellán se dobló toreando, predispuso a la plaza y al toro, que siguió bondadoso la muleta sin poner un pero. El pero estaba en la muleta, que no arrebataba ni al toro ni al público. Está Abellán rígido, necesita esponjarse de toro y de toreo; pareciera abrumado por el peso de los engaños, y con la conciencia pesada ni se engaña ni se dice la verdad. Buscó alegría en las chicuelinas, volando bien la mano baja que le dio al cuarto; pero no llegó. Buscó la fe brindando, arrodillándose temerario desde lejos y, aunque encontró aplausos y calor, enseguida, en la muleta, muy encima del toro, un halo triste se interpuso entre los pitones y el vuelo de la tela.

Soñador. ¿Cómo va a emplearse un toro con ese nombre? Al salir del peto se resbaló, soñador, por la arena; repitió la operación en el quite, la continuó en banderillas y, al salir del recibo, volvió a perder las manos. Una pena, porque seguía, noble, el engaño por los dos pitones. Una ráfaga de aire le sopló a Perera al oído que lo matase. Pero no que lo degollase. A Buscador, último de estas ferias, lo toreó de forma imperceptible, disimuladamente, como para que no notásemos que se habían terminado más de treinta días de toros.

Cuando volvíamos de Madrid y el coche se internó en la Alcarria entre las luces fugaces de la noche, pudimos ver que el trigo amarilleaba y, junto a la avena loca de las cunetas y montículos de la carretera, vestía de luces con cabos dorados el campo de junio.

Miguel Abellán, en su segundo toro.
Miguel Abellán, en su segundo toro.RICARDO GUTIÉRREZ

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