"El canto trasciende todas las emociones"
No concibe la ópera como simple lucimiento vocal, aunque si quisiera podría pasearse por los grandes teatros exhibiendo sus espectaculares agudos. La ópera es algo mucho más serio para la soprano francesa Natalie Dessay (Lyón, 1965), una artista de certero instinto teatral que va directa a la psicología de los personajes que interpreta.
"La ópera es una expresión teatral, y si no quieres asumir su condición teatral, lo mejor es hacer otras cosas"
"Me gustan las lecturas audaces que ayudan a comprender la trama, pero no acepto los trucos inventados para levantar polémica"
"Tengo la voz fresca y la silueta para ser Manon. Y en la ópera de Massenet la perfección del idioma es vital"
Vuelve al Liceo de Barcelona para dar vida, del 21 de junio al 9 de julio, a la protagonista de Manon, de Massenet, con el tenor mexicano Rolando Villazón en el papel de su amante, el caballero Des Grieux, en un montaje de la English National Opera con dirección escénica de David McVicar y musical de Víctor Pablo Pérez que ha despertado enorme expectación.
Natalie Dessay -que entusiasmó al público liceísta en 2003 protagonizando Hamlet, de Thomas- habla de teatro con auténtica pasión y asegura que en la ópera no basta con cantar, hay que hacer creíble un personaje, cuidar cada gesto, cada palabra, hasta lograr la máxima veracidad. "La ópera es una expresión teatral, y si no quieres asumir su condición teatral, lo mejor es hacer otras cosas", afirma Dessay.
La mayoría de las sopranos lírico-ligeras -categoría en la que milita Dessay con poderosas facultades- suelen apabullar al público con su pirotecnia vocal sin apenas molestarse en dar vida teatral al personaje que interpretan. Dessay hace exactamente lo contrario. Huye de la rutina y se mete en la piel del personaje de forma que hasta el aparentemente más inofensivo ornamento vocal cobre inusitada fuerza expresiva. "La ópera es teatro y en ella la música está al servicio de la expresión teatral. Puedes cantar recitales o dar conciertos, pero si haces ópera, debes interpretar un personaje e intentar ser lo más veraz posible".
Insiste en que todo lo que hace un cantante debe estar al servicio de la expresión teatral. "El aspecto físico, la palabra, el virtuosismo vocal, todo debe buscar la expresión teatral, sólo así el canto cobra su verdadero sentido. El canto trasciende todas las emociones, tiene una dimensión mágica, cuando canto siento como si el alma del personaje saliera por mi boca".
Disciplina, concentración y trabajo exhaustivo en los ensayos para depurar cada detalle del personaje. A esa receta se entrega sin desmayo. "Adoro los ensayos, me encanta participar en la construcción de un espectáculo desde el principio y ello exige tiempo. Por eso sólo acepto nuevas producciones o reposiciones con el mismo equipo artístico del estreno; si no es así, no me interesa. Antes de aceptar un contrato, quiero saber el nombre del director de escena y de mi pareja en la escena, sea tenor o barítono, depende de la obra. No es que no me importe el director de orquesta, pero el trabajo musical, siendo importante, no determina la concepción del espectáculo".
"En la ópera debes contar una historia, y en esa labor quien manda es el director de escena", explica con absoluta convicción. "Me gustan las lecturas controvertidas y audaces que ayudan a comprender la trama, pero lo que no acepto son los trucos inventados para levantar polémica". Vive con pasión en la piel del personaje, pero sólo en el escenario. "Los actores se mezclan más con el personaje, pero los cantantes lo tenemos más fácil para desconectar porque cantar es antinatural, y eso impide que te identifiques con el personaje. Cuando cae el telón, no tardo ni un segundo en volver a ser yo misma".
Para evitar la rutina tiene una receta infalible. Cuando ha cantado un personaje más de 70 veces, lo abandona. Por eso ya no canta la Reina de la Noche, de La flauta mágica, de Mozart, ni la muñeca Olympia de Los cuentos de Hoffmann, de su adorado Offenbach [su Eurydice de Orfeo en los infiernos con Laurent Pelly y Marc Minkowski es algo antológico], ni la Zerbinetta de Ariadne aux Naxos, de Strauss. "Hay cantantes que se pasan toda la carrera haciendo los mismos personajes, y lo respeto, pero yo no podría hacerlo".
Del mito de Manon le molesta que sea "una visión de la mujer fatal muy masculina, machista y algo caricaturesca, cuando la sociedad que retrata no deja otra opción a una muchacha para salir de la miseria". No es un papel fácil, porque "la orquestación de Massenet es muy densa y potente" y encima hay que dar la imagen de una jovencita. "Bueno, al menos tengo la voz fresca y la silueta para ser Manon", dice entre risas. "El problema de la ópera francesa es que exige una dicción impecable. Creo que no hay nada comparable a la comodidad que tienes al cantar en tu lengua materna. Canto bien en alemán y en italiano, pero, por ejemplo, aunque hablo inglés, no canto en ese idioma, siento que no puedo dar los matices y acentos con la perfección necesaria. Y en Manon la perfección del idioma es vital".
La música barroca es otra de sus pasiones y como prueba, acaba de salir al mercado su grabación en el sello Virgin del oratorio Il trionfo del Tempo e del Disinganno, de Händel, bajo la vital dirección de Emmanuelle Haïm. "Del barroco me encanta la forma de trabajar con la orquesta, más próxima, con un espíritu más camerístico. Me gusta cómo la voz se mezcla con otros instrumentos". Entre sus proyectos destaca su primera Traviata, en Santa Fe (Nuevo México, Estados Unidos), en 2009, y un viejo sueño, subir como actriz a un teatro de París, en 2010 para interpretar L'ignorant et le fou, la segunda pieza del dramaturgo Thomas Bernhardt. "He reservado tres meses para los ensayos y lo espero con enorme ilusión. Tenía ofertas para hacer ópera en esas fechas, pero prefiero asumir un nuevo reto. En mi carrera siempre he sido libre y curiosa, y pienso seguir así".
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.