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Reportaje:

Arqueología por la dignidad

Las excavaciones en el cementerio malagueño de San Rafael permiten recuperar 578 cadáveres de fusilados por el franquismo de 1937 a 1955

Fernando J. Pérez

El cementerio de San Rafael fue clausurado por el Ayuntamiento de Málaga a principios de los años 80, después de que el desarrollo de la ciudad lo engullera y lo dejara enclavado como un islote de silencio en medio de un feo polígono industrial. Sin embargo, en febrero de 1937, cuando las tropas franquistas, comandadas por el general Queipo de Llano, entraron en la ciudad, la necrópolis estaba a las afueras y sus muros fueron testigos de alguno de los episodios de represión más feroces de la Guerra Civil y de la dictadura.

"Entre el 8 de febrero y el 31 de marzo de 1937, los fascistas fusilaron aquí a 1.400 personas. Los fusilamientos continuaron hasta 1955 y ya tenemos documentadas al menos a 4.148 personas que fueron ejecutadas y enterradas en las fosas comunes del cementerio", afirma Francisco Espinosa, historiador y presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Málaga. La asociación, en colaboración con un equipo de arqueólogos de la Universidad de Málaga, ha conseguido rescatar los restos de 578 de estos represaliados desde que empezó a excavar, el 16 de octubre pasado.

4.148 represaliados republicanos yacen en las 12 fosas comunes de la necrópolis

Espinosa ha investigado durante cuatro años los archivos de la antigua cárcel de Málaga, del cementerio, del juzgado togado militar y del Registro Civil, entre otros, para confeccionar la lista con los 4.148 nombres de fusilados. "En algunos casos, el juez togado militar ordenó notificar el lugar del enterramiento e indicar la parcela. Eso nos ha permitido identificar al menos 12 fosas comunes", asegura. Ya se han abierto tres de estos enterramientos masivos.

En la primera fosa se hallaron 250 cuerpos ordenados en seis niveles separados por capas de cal viva. En las otras dos sepulturas colectivas la disposición de los cadáveres es mucho más caótica. "Se nota que es de los primeros días. Estaban todos los cuerpos superpuestos al azar y llevaban la ropa con la que fueron detenidos, no uniformes de presidiario. Uno de ellos estaba colocado a gatas, como queriendo salir", asegura José Alberto Fernández, auxiliar arqueólogo. Dentro de la fosa, sus tres compañeros Serafín, Horacio y María Isabel, jóvenes licenciados en Historia, limpian una bota militar. Los arqueólogos han encontrado, entre otros objetos, un gran crucifijo envuelto en tela de sotana y una pistola Remington de 1862 de un solo tiro, encasquillada. "Sería de alguno de los ejecutores, que la tiró porque no le funcionaba", aventura Fernández. "Es un trabajo duro física y anímicamente".

Al pie de la fosa, José Dorado, de 73 años y miembro de la asociación, observa las excavaciones. Quizá los restos de su padre no estén lejos. "Vengo aquí casi todos los días. Mi padre era ferroviario en Bobadilla Estación y formó un tren para ayudar a evacuar a la gente del pueblo ante el avance de las tropas franquistas. En Málaga le hicieron volver a Bobadilla y le detuvieron el 10 de marzo de 1937. Seis días después le fusilaron".

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Los restos exhumados son catalogados con fichas arqueológicas y ordenados en unas cajas que se almacenan posteriormente en dos casetas de obra ya casi repletas. El objetivo de las excavaciones es que los familiares que lo deseen puedan dar una sepultura digna a sus antepasados tras identificarlos mediante pruebas de ADN, y enterrar el resto de los cadáveres bajo un monumento conmemorativo en el parque que se construirá en los terrenos del antiguo cementerio.

De momento, hace falta que el Ayuntamiento, la Junta de Andalucía y el Gobierno renueven la subvención de 240.000 euros para realizar los trabajos y que se agotará en agosto, señala Espinosa. "Es una deuda del Estado y es el Estado el que debería encargarse de terminar el proyecto, no una asociación subvencionada", añade.

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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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