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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Deuda creciente

El Banco Central Europeo (BCE) aprobó ayer una subida de tipos de un cuarto de punto, con lo que el precio del dinero en la Unión Económica y Monetaria (UEM) queda fijado en el 4%. A efectos prácticos, la principal consecuencia de esta subida será que las familias y particulares españoles van a pagar por sus hipotecas, en el caso de un préstamo medio, aproximadamente 80 euros más al mes, es decir, casi unos 1.000 euros más al año. Es una cantidad respetable, que invita a una cierta reflexión, un poco más allá del optimismo del vicepresidente Pedro Solbes, quien ayer mismo repitió el argumento de que el número de familias afectadas por la subida será "relativamente limitado". Resultarán afectadas las familias que tengan que pagar una hipoteca a tipo de interés variable, que son la mayoría de las endeudadas para comprar una vivienda.

Conviene descartar el dramatismo, por supuesto. Se puede estar de acuerdo con el vicepresidente en que el encarecimiento del dinero no plantea "un problema generalizado". E incluso recordar que el ritmo elevado de creación de empleo en España evitará un deterioro significativo en los índices de solvencia de las familias. Pero también hay que mirar algo más lejos, sobre todo si se parte del hecho incontrovertible de que el peso del endeudamiento afecta más a las rentas más bajas. Muchos economistas consideran que el coste del dinero subirá hasta el 4,5% durante este año, y Jean-Claude Trichet reforzó estas previsiones -temores para algunos- cuando precisó que el Banco actuará de forma "firme y oportuna" para garantizar la estabilidad de precios. El BCE insiste en actuar de forma preventiva, ya que la tasa de inflación en la eurozona sigue por debajo de esa referencia límite del 2%.

La recepción que los mercados de acciones han prestado a la decisión de ayer no ha sido precisamente favorable. Todas las bolsas sin excepción han caído de forma significativa, anticipando endurecimientos monetarios adicionales. El razonamiento que siguen los inversores es que el encarecimiento del dinero, sumado a la tendencia del euro a apreciarse frente a las principales monedas del mundo -cotiza a 1,35 dólares-, no favorece la recuperación de la eurozona.

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