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Maneras de ver el negro

Hay muchas maneras de ver el negro. El negro es un color difícil que oculta tanto como revela. Su función es de contraste. Promovido a un primer plano exige de toda la capacidad creadora de un Goya o de un Solana o de un Picasso, capaces de conjurar con él la visión de otro mundo, sombra asombrosa de éste.

El antitaurinismo es expresión artística y literaria de una fiesta de los toros renegrida, sin baldear, que seguramente no ha existido nunca, que no puede existir, pues nada es exclusivamente negro. Ni el negro mismo, ya que todos los colores que percibimos son mezclas continuas. Esta actitud de raigambre romántica fue popularizada por el poeta belga Émile Verhaeren, a quien acompañó Darío de Regoyos en sus correrías españolas. Dice que quiere ver los cementerios de todos los pueblos que visitemos -señala Regoyos- y es curioso seguirle en su manera de ver nuestro país hasta llegar a crear una España Negra. El poeta confunde la miseria con el carácter nacional. En las corridas aplaude con frenesí al picador vencido y fracasado cuya pica no ha podido impedir que las astas del toro se hundan en las prietas carnes del caballo, en tiempos en los que no se usaba peto de protección. Por otra parte, fuera de la plaza, todo parece adquirir a sus ojos un carácter funerario como si de otra manera no pudiera lograr enterrarlo en el camposanto de su cerebro.

La España cuya oscura hiel plasmará en sus escritos el gran escritor antitaurino Eugenio Noel tiene mucho de autorretrato disimulado tras la imagen del país y sus problemas. Cuando Noel inicia su vida literaria ya se han popularizado los ideales regeneracionistas de la Generación del 98. Recorre el país como conferenciante, fustigando la alianza entre la superstición, el fatalismo y la ignorancia que labra su desdicha. Pero el agrio debate sobre las causas de la decadencia de España se detiene ante el sabor crepuscular, pero intensísimo, que provoca el país a quien lo llega a conocer a fondo. A Noel le fascina tanto como le horroriza. Tropieza en su deambular con la afirmación de la vida, afincada sobre el desdén de la muerte. En el más contundente de los escritores antitaurinos nos sorprende esta visión esencial de la fiesta. La mayor intensidad de la literatura que da cuenta de la España Negra se encuentra en los momentos en los que logra desembarazarse de la desesperación, en los que consigue atravesar la oscura capa con la que la desdicha otorga un color único a todas las cosas y la vida salta como un resorte aún en la existencia más sombría. Una sombra en la pared -escribió Bergamín muchos años después- es una sombra que asombra porque se pone de pie.

En la encrucijada de la modernidad, la España Negra pertenece al orden de las cosas que mueren. Sólo es químicamente pura en el recuerdo. Solana lo comprende con intuición de artista y su visión adquiere un tono elegíaco, está teñida de nostalgia por un tiempo que irremediablemente fenece.

Hay muchas maneras de ver el negro y también de conjurarlo. Los negros de Regoyos, por ejemplo, son negros escuetos, inmóviles casi testimoniales, entre centellas amarillas, naranjas, rojas y verdes. Son muy distintos de esos negros de Goya que parecen invadirlo todo; los que al contemplar las pinturas de la Quinta del Sordo hicieron exclamar a Ramón Gómez de la Serna que pareció guardar las sombras de la noche en los cacharros del día para poder pintar esos frescos.

Las mejores páginas de Noel -y en general las mejores páginas de la literatura antitaurina- son aquellas que se libran a las contingencias del tiempo, donde alientan imágenes poderosas de la condición humana, desvelada por la proximidad de la muerte, que él personifica en ese toro del que dijo Bergamín que no duerme, ni sueña. Ese toro que nos despierta de nuestro propio sueño. Gracias al arte se disuelve como una ilusión, una y otra vez, en el aire que conmueve la capa o la muleta, la pluma o el pincel. Pero es la única ilusión que se cumple fatalmente y a la que se puede otorgar el nombre de destino.

Ramón Mayrata es escritor, autor de la novela Miracielos.

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