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Reportaje:

Braquiterapia para tumores oculares

Las células malignas mueren por irradiación del globo ocular con placas de oro radiactivo

Salvar el ojo y la vista, además de erradicar el tumor, son los retos que plantea un cáncer ocular. A este propósito responde la braquiterapia oftálmica, una técnica que se sirve de la radioterapia para combatir las células malignas de forma muy localizada mediante una placa de oro cargada de material radiactivo que se sutura directamente al globo ocular. El hospital La Fe de Valencia se ha unido a los grupos punteros (Instituto de Microcirugía Ocular de Barcelona, el Instituto Catalán de Oncología, Instituto de Oftalmobiología Aplicada de Valladolid, hospital La Paz de Madrid, entre otros) que aplican esta terapia con láminas de oro en España y que evita lo que hasta hace poco era la única solución con plenas garantías: la extirpación del ojo. La curación del tumor oscila entre el 80% y el 95% de los casos según diversos estudios, y la supervivencia de los pacientes a los cinco años es del 85%, según explica el oncólogo radioterápico del hospital La Fe Alejandro Tormo.

La placa se sutura a la parte blanca del ojo para que irradie el tumor cinco días
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La técnica, indicada para tratar melanomas de coroides, retinoblastomas y metástasis coroideas, consiste en eliminar las células cancerosas por irradiación. Para ello, se emplea una pequeña placa circular de oro, vaciada en la zona de contacto, en la que, en un fondo de silicona, se introducen minúsculas barras de yodo 125 de cuatro milímetros de longitud y uno de anchura.

La elección del metal no es casual: "Sirve de escudo impidiendo la salida de la radiación hacia el exterior al tiempo que la focaliza hacia la lesión y, al tratarse de un elemento noble, evita irritaciones", apunta José Pérez-Calatayud, jefe de la sección de radiofísica del hospital La Fe de Valencia. La placa, de tamaños que oscilan entre los 10 y los 22 milímetros de diámetro según la extensión del tumor, se sutura directamente en la zona de la esclera (la parte blanca del ojo) donde se encuentra la lesión y donde permanecerá cinco días irradiando las células malignas. La intervención es la última fase de un proceso en el que intervienen radiofísicos, radiólogos y oftalmólogos.

El primer paso consiste en identificar el problema, su situación y gravedad, para lo que se recurre a técnicas de diagnóstico por imagen. La exploración del fondo de ojo sirve para visualizar dónde está el tumor y determina la superficie dañada. La ecografía y la resonancia magnética nuclear aportan información sobre la profundidad. Todos estos datos se vuelcan en un programa informático, donde se representa la lesión en un ojo virtual que sirve para diseñar el tratamiento. Este proceso es clave para asegurar la eficacia de la intervención. Tanto la dosis de radiación ideal -que fija el radiólogo-, como la situación en la que se han de colocar las semillas de yodo 125 en la placa para atacar mejor a la lesión, así como el tamaño de la lámina circular y el lugar en el que debe fijarse, son cuestiones que han de medirse al milímetro. De ahí la importancia de evaluar estas variables con un programa de simulación asistida por ordenador.

Con todos estos aspectos definidos, el oftalmólogo es el responsable del acto quirúrgico consistente en coser la placa en el lugar preciso, es decir, exactamente sobre la lesión para irradiar las células que hay que eliminar y que morirán a lo largo de unos tres meses. Frente a la energía que desprenden los equipos convencionales, como los aceleradores lineales, esta técnica actúa con una potencia 100 veces inferior a la radioterapia más suave.

En ocasiones, si el tumor está en la zona posterior del globo ocular, es preciso seccionar los músculos que mueven los ojos y desplazar el ojo de su cuenca para permitir el contacto total. La placa permanecerá cosida al ojo durante los cinco días que dura el tratamiento, en los que el paciente aguarda en una habitación. "La espera no es tan molesta como puede parecer", apunta el oftalmólogo Rafael Martínez-Costa.

Durante este tiempo, los pacientes permanecen ingresados y se les cubre los ojos con unas gafas de plomo para evitar radiaciones a sus visitas. Las operaciones se practican siempre los lunes y las placas se retiran el viernes. "No sólo es por comodidad, es mejor que irradiar poco a poco, de forma que se ajusta la dosis para distribuir sus efectos a lo largo de cinco días", comenta Pérez-Calatayud. Luego, se retira la placa para que los rayos gamma sigan trabajando hasta dejar una cicatriz en el lugar donde había un tumor.

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