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Crítica:Feria de San Isidro
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¡Bravo, Rafaelillo!

Obispo y plata, verde esperanza y oro, canela y azabache... Leemos estos nombres a diario en el programa y nos quedamos como si tal cosa. Llegar con tiempo a la plaza semivacía te permite estos lujos: leer los colores de los vestidos, pararte a pensar cinco segundos y cerciorarte de que el año es 2007, la ciudad, Madrid (Europa), y el lugar, ni Globe londinense, ni hermandad sevillana, ni Bulli gerundense. Canela y azabache, obispo y plata... asombroso.

Asombrosos fueron también los toros de Dolores Aguirre, tan imponentes de presencia como mansos de condición. Excepto el quinto, y poco, apenas tuvieron un pase.

El primero perdió las manos después de recibir una vara larga, y buscaba escapar de aquel encierro que le tenía desconcertado y de aquella pelea que le ofrecían: manseaba, flojeaba y levantaba protestas. Pero llevaba un flanco tinto en sangre porque probó varias veces ambos petos.

Aguirre / Califa, Rafaelillo, Escorial

Toros de Dolores Aguirre. Mansos e imposibles. Se pitaron los cuatro primeros en el arrastre. El 5º, manso peligroso y con genio. José Pacheco El Califa: pinchazo, estocada y descabello -aviso- (silencio); dos pinchazos y tres descabellos -aviso- (silencio). Rafael Rubio Rafaelillo: dos pinchazos y estocada -aviso- (saludos y ovación); media delantera y estocada algo desprendida -aviso- (vuelta). Ángel Gómez Escorial: pinchazo y estocada -aviso- (silencio); media delantera, pinchazo sin soltar y estocada baja (silencio). Plaza de Las Ventas, 29 de mayo. 19ª corrida de abono. Lleno.

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A los banderilleros los esperó en las tablas a las que llega el olor de los chiqueros, y ponerle cuatro pares fue un calvario. Y ya se sabe, cuando hay calvario en la plaza se acallan las protestas. Así se fue El Califa andando por las tablas hacia él: cabizbajo y rápido entre los suspiros y las confidencias de lo que antes eran bocas enardecidas. Tras perseguirle por las tablas del ruedo, lo paró al fin. El toro corría huyendo con la espada puesta.

Bufaba contra el percal el cuarto. ¡Vamos, torea! -espetaba una voz sin que podamos precisar si eran ánimos o saña-. Derribó aparatosamente caballo y piquero, y con la vuelta amarilla de la capa lo llevó El Califa de nuevo al equino. Con banderillas en lo alto, y la montera en la arena, creía que el toro tenía otro son y había que aprovecharlo. Un cambiado, dos de tanteo... y al primer derechazo, un salto de órdago con gañafón de remate. Íbamos a ver lidia y pelea; El Califa habría de guardarse los vuelos exquisitos para otro animal. A éste, que ni creaba emoción ni propiciaba el toreo, medios pases con precaución y voluntad, la muleta a un lado y los pies prestos. En un momento dado, el toro se hizo con la muleta entre los pitones y la lanzó lejos, muy lejos. Luego se echó al suelo con dos pinchazos.

Rafaelillo pareció menguar junto al torazo que salió segundo, hasta casi desaparecer en el capote. Llevarlo a varas fue tarea titánica, cuyo rechazo apoyaba el burel con coces a los capotes que lo inducían. Y en la muleta, cuando el diestro se doblaba en las rayas para fijarlo, sonaron desde distintos lugares palmas de aliento. Creyó irlo metiendo con la diestra, cauteloso, sacándolo afuera y pidiendo paciencia. Pero no se la concedió el toro y empezó a buscarle sin cesar, a volverse a media embestida, saltar al remate y recortar con peligro, que no logró arredrar en ningún momento la lidia valerosa del gran Rafaelillo.

En el silencio tenso y emotivo que creó, antes de la ovación, se oyeron algunos molestos sonidos electrónicos. Si su primero era grande, el quinto era inmenso. Si en aquél menguó en el capote, en éste se arrodilló hasta hacer la desaparición efectiva. Quizá por eso Esquivel, picador bien criado, decidió tomarse con la vara cumplida venganza. Lo mismo quiso hacer el morlaco con Rafaelillo, a cuya muleta acudió al galope y con intención de colarse.

No se amilanó el diestro, que lo embebió por bajo con verdad y torería, obligándolo mucho, tirando con ardor entre los olés del público que por fin rompieron en la plaza. No dejó el bicho de buscarle en todo momento, de colarse y topar, y no dejó el diestro de torear, con la bravura que al toro le faltaba, en series entregadas, ya el compás abierto, citando en el sitio, dominador, torero... Era puro frenesí, chistaba la plaza y no se paraba el toro cuando le dejó media delantera entre los aplausos del público y una desprendida que lo tumbó.

Ángel Gómez Escorial nos brindó un tercero imposible que acudió a por el picador reserva y que alternaba cosas de manso con resbalones y pérdidas de manos y cuartos. Templarle el genio y bajarle la cabeza no fueron dones que regalara el diestro. Dejó en la arena valor, y gracias. Así en el sexto, con el que se dobló, lidiador, ganando sitio al toro. Luego, el bicho, entre saltos y varios achuchones, se encargó de equilibrar la balanza y terminó por recuperar su posición de mando. Mucho toro para Gómez Escorial. Malos bichos para cualquiera.

Rafaelillo da un pase de pecho a uno de los toros de Dolores Aguirre que se lidiaron ayer.
Rafaelillo da un pase de pecho a uno de los toros de Dolores Aguirre que se lidiaron ayer.MANUEL ESCALERA

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