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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Después de las urnas, las alianzas

Según Mariano Rajoy, el domingo pasado "también se votaba futuro", y para inaugurarlo ofreció ayer a los socialistas un arreglo por el que el PP aceptaría que gobernase la lista más votada en Canarias si a cambio los socialistas permitían gobernar en Navarra a la UPN. El líder del PP ya adelantó en campaña su propuesta de un acuerdo general para que en todas partes gobernase la lista más votada. Algo que puede ser razonable como criterio en determinadas condiciones, pero que en su boca resulta ventajista: porque coincide que su partido carece prácticamente de aliados potenciales. Tuvo una alianza en Canarias, precisamente, con CC, pero se rompió a mitad de legislatura. Por tanto, lo que propone es un trato desigual.

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En el programa de TVE Tengo una pregunta para usted, Rajoy se mostró encantado con que la gente se interesase por asuntos concretos de su vida diaria, y no por debates ideológicos. Pero durante la campaña ha sido él quien ha tenido interés en sacar los temas generales de confrontación con el Gobierno (terrorismo, nacionalismos), sin duda para asegurarse la adhesión de su electorado más tradicional. El PP ha ganado estas elecciones, pero para que sean un anticipo de las legislativas de 2008 ahora tendría que modular su discurso con vistas a recuperar la relación con los únicos aliados posibles para un partido que no tiene a ningún otro a su derecha: los nacionalistas moderados. Eso, o jugárselo todo a la carta de la mayoría absoluta.

Inversamente, los resultados de un PSOE que ha perdido las elecciones (pero puede ganar poder) acentúan su dependencia respecto a aliados nacionalistas, moderados o no tanto, lo que puede afectar a la fidelidad de un sector de su electorado. El caso más inmediato es el de Navarra. Para desalojar a la UPN -que le saca 20 puntos-, el PSN tendría que pactar con los nacionalistas de Nafarroa Bai, que son ahora la segunda fuerza. Ello tendría un coste interno, pero podría resultar asumible si, de acuerdo con IU, convence a los nacionalistas de que el programa de Gobierno deberá excluir cualquier cuestionamiento del marco institucional. La cosa se complicaría si Na-Bai pretendiera incluir en el acuerdo al Ayuntamiento de Pamplona, en el que la alternativa a UPN requeriría del apoyo de los dos concejales de ANV, pantalla de Batasuna. En ese caso, los socialistas navarros, por puro instinto de conservación, tendrían que olvidarse de cualquier acuerdo, y aplicar el plan b: abstenerse, y dejar gobernar a UPN en minoría. Una política de alianzas demasiado flexible puede ser pan para hoy y hambre para mañana. En Cantabria, los socialistas cedieron hace cuatro años la presidencia a los regionalistas de Revilla, que tenían 40.000 votos menos, y ahora han sacado 15.000 más.

Lo que decida finalmente el PSN en Navarra podría tener repercusiones en la política de alianzas del PNV en el País Vasco. Imaz, pragmático, dijo durante la campaña que los pactos los determinará "la necesidad". Esa necesidad puede requerir pactos diferentes del tripartito (con EA e IU) que el lehendakari propone trasladar a todas las instituciones. El PNV ha tenido sus peores resultados en Guipúzcoa, donde se han juntado la competencia de las listas de ANV, la presentación por separado de EA y problemas de supuesta corrupción de algún candidato para erosionar sus apoyos. Ello incide a su vez en la pugna interna, dado que en ese territorio domina el sector de Egibar, que enarbola la bandera soberanista frente al autonomismo de Imaz. Es muy posible que la necesidad mutua favorezca un regreso a los pactos con los socialistas, que a su vez han obtenido sus mejores resultados en Guipúzcoa.

Es llamativo que en las dos comunidades con mayor presencia nacionalista se hayan registrado altísimos niveles de abstención: de casi el 40% en Euskadi y del 46% en Cataluña. Es sabido que la abstención suele ser comparativamente mayor en las comunidades más urbanas y de mayor renta. También que en Cataluña ha habido en poco tiempo tres citas electorales (referéndum del Estatut, autonómicas, municipales), lo que seguramente ha influido en la fatiga del electorado. Pero el hecho mismo de que también en esas otras dos citas se haya producido una participación muy baja obliga a preguntarse si esa abstención no será la forma de expresión de un creciente distanciamiento entre los intereses y preocupaciones (tan corporativas) de la clase política catalana y los del común de los ciudadanos.

En el resto se ha cumplido el principio de que nada tiene tanto éxito como el éxito anterior, especialmente en Valencia y Madrid, donde el PP arrasa. El fracaso del candidato socialista a la alcaldía de la capital plantea un problema clásico de la política: cómo superar la contradicción de que quien puede ser un buen alcalde sea un mal candidato. La dimisión no sería una respuesta adecuada en este caso, porque cuatro años al frente de la oposición a Ruiz-Gallardón puede ser lo que Sebastián necesita para adquirir la profesionalidad política que le ha faltado como candidato.

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