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Feria de San Isidro

Lázaro: "Si venía a jugarme la vida, me la voy a jugar el doble"

Tanto el domingo con los del Conde la Corte, como ayer con los novillos de la Quinta hemos visto ganado enrazado. Bravo o manso, pero enrazado. No siempre hay que poner como ideal, tampoco en esto del ganado, a la Barbie rubia de ojos azules. Las tallas grandes y los caracteres ariscos también tienen su interés. Y garantizan algo que falta muchas veces con el ganado convencional: emoción.

No vio así Benjamín Gómez a su primero: "Al novillo le ha faltado chispa. Lo he cuidado con el caballo, pero no humillaba. La verdad es que no me ha dejado expresarme. No es que fuera complicado estar con él, pero sí lo era para llegar al público". "Con su presencia dignifica la fiesta" fue el cortés brindis, con ceceo gaditano incluido que hizo a la infanta Elena, a la que realmente se agradece su presencia en esta novillada más que en una corrida de relumbrón. El caso es que no parece muy acostumbrado a torear esto: "El novillo tenía cosas buenas, pero se quedaba un poquito al final de la tanda, que es lo que tiene que ser bueno, los finales de las tandas. Pero sí; algo ha fallado que habría que mirar".

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Es cierto que los novillos de Miguel Ángel Cañas no se prestaron al lucimiento. No le hizo mal las cosas a su primero pero, serio y enrazado, no le valió para la muleta. Tampoco se preocupó de doblarse con él para hacerle humillar un poquito, por lo que le resultó un suplicio darle muerte: "Yo apuntaba para arriba con la espada, pero no veía más que hueso. Debía de haber apuntado más adelante. Con la muleta, el toro era soso, sin querer humillar". En cualquier caso, no sale muy airoso Cañas de su compromiso isidril. Es cierto que su segundo era de los más sosotes de la corrida, pero él tampoco mostró muchos recursos para animar algo el cotarro. La tristeza que le embargaba después de que se le fuera el tren le impidió decir palabra alguna.

Faena vibrante

"Si venía a jugarme la vida, me la voy a jugar por usted el doble". Con este brindis tan castizo a la infanta Elena, que pudo recibir La Chata hace siglo y medio de Lagartijo, declaraba José María Lázaro sus intenciones al iniciar la faena al enrazado y además bravo tercero de la tarde. La faena fue vibrante y justa; ni un pase de más ni otro de menos. Falló a espadas y su lamento, ya dentro del burladero, es de anecdotario taurino: "Con la espada he estado hecho un desgraciao... con la falta que me hacía. El toro era bravo y le he podío hacer el toreo que me gusta. Cuando estaba con él decía: que esto no pare, que eso no pare. En el otro hay que ir a por las dos".

Se llevó sólo una oreja, que no es mal premio, merecida, metiendo en el canasto a un ¿novillo? más difícil que el anterior y matando, esta vez, por derecho: "Cuando he cogido la espada me he dicho: como no le mate ahora voy a estar entrándole a matar hasta mañana".

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