Muchos lectores, mala prensa
Decía Italo Calvino que la escuela y la universidad deberían servir para hacernos entender que ningún periódico o libro que hable de otro libro vale más que el libro en cuestión; en cambio -añadía- hacen todo lo posible para que se crea lo contrario. Lo explicaba de esta manera: por una inversión de valores muy difundida, la introducción, el aparato crítico, la bibliografía, hacen las veces de una cortina de humo para esconder lo que el texto tiene que decir y que sólo puede decir si se lo deja hablar sin intermediarios que pretendan saber más que él.
Calvino reflexionaba así explicando por qué había que leer los clásicos al margen de la arrogancia de la crítica especializada, muy dada a repartir arbitrarias patentes de calidad, pero tengo para mí que la conclusión también es válida para reivindicar la validez de las novelas de actualidad que alcanzan grandes tiradas y copioso número de lectores. Hablo de los llamados best sellers, un mundo en el que, claro está, hay de todo y por lo tanto también literatura de calidad.
En el mundo de los 'best sellers' hay de todo y, por tanto, también literatura de calidad
Son los lectores los que tienen la última palabra, más allá de los críticos y de la publicidad
Best seller fue -y sigue siéndolo- Sinuhé el egipcio, la novela de Mika Waltari que ha encendido la curiosidad de dos generaciones de lectores, abriendo las puertas de la imaginación al misterioso mundo de los faraones. El éxito de esta gran novela -y la película de Hollywood que inspiró- en España, sin duda allanaron el camino a otro "superventas": hablo de No digas que fue un sueño, el libro de Terenci Moix cuya evocación de Cavafis fue el guiño con el que el añorado Terenci quiso congraciarse con los "Sainte-Beuve" de guardia y de uñas ante un fenómeno -los libros "superventas"- que irrita sobremanera al grueso de especialistas en crítica literaria. Terenci leía a Cavafis al igual que Frederick Forsyth -autor de Chacal, el gran best seller del último tercio del siglo XX- se confiesa admirador de Josep Conrad. En El corazón de las tinieblas, Conrad retrata con portentosa lucidez la infamia y el crimen que rezumaba la colonización belga del Congo; en Chacal, un thriller político, Forsyth describe con maestría la ofuscación de un grupo de colonialistas franceses que no dudan en recurrir al crimen en un intento desesperado -y fallido- de acabar con De Gaulle, general-presidente que había comprendido que correspondía a los argelinos decidir el destino de Argelia.
¿El personaje del capitán Marlow -la criatura de Conrad- tiene "calidad literaria" y no la tiene Chacal, el killer ideado por Forsyth? ¿Quién lo decide? ¿El crítico? ¿Los lectores? ¿El editor? Hablando de editores: ¿quién acertó, el editor catalán que rechazó el original de Cien años de soledad o los lectores de García Márquez que convirtieron la saga del coronel Aureliano Buendía en uno de los mayores best sellers de todos los tiempos?
Señalo el caso de Cien años de soledad, pero como ejemplo también podría servir la peripecia vivida por Giuseppe Tomasi de Lampedusa cuando le rechazaron el texto de Il Gattopardo.
¡Claro que hay best sellers que adolecen de falta de calidad literaria! Pero no se puede generalizar, porque hay otros que están muy bien escritos. El Conde de Montecristo habría sido considerado una novela de segunda por algunos de los críticos que hace unos años proclamaban la virtud de El desierto de los tártaros o de quienes quieren hacer creer que fuera de Joyce no hay salvación.
Margarita Yourcenar, con su inolvidable Memorias de Adriano, o Robert Graves, con Yo, Claudio, o Umberto Eco, con El nombre de la rosa, son claros ejemplos de autores que han logrado conquistar a todos los públicos, no sólo a los eruditos. Por no hablar de un autor más cercano, Arturo Pérez-Reverte, que mientras vendía miles de libros en todo el mundo algunos críticos se complacían en aguijonear su obra. Hoy, Pérez-Reverte es académico y quienes le criticaban continúan estando donde estaban.
El por qué algunos libros se convierten en éxitos de ventas y otros no es casi un misterio, que no he logrado que me desvelen ni siquiera los muchos libreros que he conocido en estos últimos años. La mayoría coincide en que la mejor y más exhaustiva campaña de marketing puede ayudar a vender unos cuantos miles de libros, pero no a convertirlos en éxitos de ventas. Es el boca a boca lo que funciona, son los lectores los que tienen la última palabra más allá de las recomendaciones de los críticos o de la publicidad. Ésa es la magia de los libros, el factor inesperado que hace que unos lleguen al corazón de los lectores y otros no.
Ya les gustaría a los editores, y no digamos a los escritores, lo confiesen o no, conocer la fórmula mágica que convirtiera en éxito de ventas cuanto escriben. Pero esa fórmula no existe. Ni todos los libros que se venden mucho carecen de calidad literaria ni los que apenas llegan a poco más que unos cientos de lectores son extraordinarios.
Volviendo a Italo Calvino, el máximo "rendimiento" de la lectura de los clásicos, de las grandes obras, lo obtiene quien sabe alternarla con la lectura de actualidad. Con la lectura de los best sellers, libros de actualidad que entretienen y hacen vivir aventuras a millones de lectores cuya vida no tiene otro misterio que vivir. No es poco.
Julia Navarro es periodista y escritora, autora de La hermandad de la Sábana Santa, La biblia de barro y La sangre de los inocentes.
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